Actores que boxearon… y algún director también

Qué puede unir a Victor McLaglen con Mike Rourke. O a John Huston con Leo McCarey. Una dedicación en un momento de sus vidas: el boxeo.

Cada uno de ellos tuvo una época, normalmente antes de convertirse en exitosos actores (excepto Mike) o directores, en la que para ganarse la vida tuvieron que subirse a un ring.

Todos amaron este ‘deporte’, siempre dudo de llamarlo así, y todos tuvieron ocasión de actuar o dirigir alguna película sobre esta temática.Lo que es indudable es que hay un hermoso matrimonio entre cine y boxeo que ha dejado obras imposibles de olvidar. Héroes en la cima del poder y la gloria, y también ídolos de barro entre la corrupción, el poder, la mafia, la pobreza y los golpes. Héroes caídos.

Muchos de estos actores sabían de esta profesión, la vivieron en sus carnes. Y muchos de ellos aún siendo famosos seguían con interés todas las informaciones relativas al ring. Por eso cuando les tocó interpretar a un boxeador tocaron la cima, hicieron a sus personajes creíbles, por ejemplo, Kirk Douglas alcanzó fama universal cuando interpretó a un boxeador de tragedia griega en El Ídolo de barro.

Hombres duros, con historia, con mil y un sentimientos en pantalla y en la vida real. La mayoría de ellos cuentan con una infancia de dureza y misera. Eran buscavidas y después se convirtieron de la noche a la mañana en estrellas.

Un secundario de los clásicos, su rostro de bestia (¿le recuerdan como Gypo Nolan en El delator?) con cierta dulzura nos avisa de que a principios del siglo xx fue un popular boxeador. Después uno de los directores con los que más trabajo, no podía ser otro que Ford, hizo que protagonizara lucha a puños memorable con un ex boxeador con ganas de paz en esa joya que se llama El hombre tranquilo. Me estoy refiriendo a Victor McLaglen.

El hombre de las mil caras, el bailarín de los puertos, el periodista, el mejor gangster de los treinta, el tipo duro pero graciosillo, el tipo de los barrios bajos…, el actor-modelo que ha hecho que muchos duros contemporáneos se dedicaran al cine por admirar sus trabajos…, también se dedicó en su vida real, en sus comienzos de vida dura, a boxear. No puedo hablar de otro más que de James Cagney. En sus películas más de una vez empleó los puños como nadie y como no no faltó rol de boxeador en Ciudad de conquista.

Otro de los héroes de corazón duro –aunque fue lo primero que le falló cuando más lo necesitaba—, cabeza rebelde, espíritu humano y vida muy dura desde los orígenes. Otro héroe caído con rostro del gran y atractivo John Garfield, héroe moderno, que llevaba a la pantalla su vida de superviviente. Antes de convertirse en estrella y hombre deseado tuvo que buscarse la vida en las calles, entre otras cosas boxeó, y si no pudo dedicarse profesionalmente fue debido al corazón delicado. Sin embargo, en pantalla, muchas veces brilló como boxeador, sin ninguna duda uno de los boxeadores más recordados es el que interpreta en la maravillosa y dura Cuerpo y alma.

Su vida fue toda una aventura, era el héroe sano por excelencia, sus acrobacias y destrezas aún son recordadas al igual que su apostura. Vivió tan intensamente y tan en exceso que se consumió de manera temprana. Y pocos creían que un consumido Errol Flynn que aparecía casi arrastrándose en sus últimas películas pudo ser alguna vez el más hermoso Robin Hood. Flynn tuvo vida llena de plenitudes y brilló en la juventud en todo tipo de deportes incluso en boxeo. En las Olimpiadas de 1928 se presentó como especialista en esgrima en el equipo australiano. Fue el mejor espadachín. Pero también pegó con sus puños. Por supuesto, en su carrera como actor también se subió al ring y todos le recuerdan fiero en Gentleman Jim.

Otros que emplearon el boxeo, e incluso la lucha libre, en algún momento de sus vidas antes de convertirse en actores fieros, en estrellas que dejaron estela…, con papeles de duros a sus espaldas, duros con momentos de sensibilidad y humanidad desbordante, papeles que demostraron que conocían lo que era la supervivencia y la vida en las calles fueron: Robert Mitchum, Kirk Douglas, Frank Sinatra y Anthony Quinn.

Otros se dedicaron al boxeo por afición incluso cuenta la leyenda que el rostro más bello de la pantalla (sí, de verdad, tanta belleza no parecía posible), el de Marlon Brando sufrió tras un combate a puños —puede que medio en broma— una rotura de nariz…, que no le hizo menos bello. Y se transformó en el ex boxeador más trágico del cine en esa otra joya que se llama La ley del silencio, él era el luchador que podía haber sido grande pero que un mundo de apuestas y poder le dejó sin gloria.

Ya sabemos todos la historia del niño bonito de los 80, un Mike Rourke estrella, mito erótico de la época, que prefirió dejar la pantalla y subirse al ring para destrozarse la cara a golpes. Un actor que no sólo se fue hundiendo por el boxeo y los golpes sino que se ayudó de alcohol y drogas en una carrera hacia la autodestrucción.Y, ahora, ha vuelto noqueado y tocado pero haciendonos a todos sentir la historia de un superviviente en la lucha libre en un retrato desgarrador, El luchador.

Y para el último apartado quería dejarme a tres directores muy diferentes que en algún momento de sus vidas también jugaron o se enfrentaron al boxeo amateur o profesional…, fueron amantes del boxeo, sabían de este mundo, y eso se deja ver en sus películas. Tres genios, el rey de la comedia Leo McCarey (sabía como nadie del slapstick y de screwball donde hay más de un puñetazo o caída), el rey de los perdedores John Huston y un atormentado Robert Rossen. En sus filmografías tocaron el tema de maneras diferentes. Huston nos dejó Fat City, Rossen rodó Cuerpo y alma y McCarey dejó que Harold Lloyd se enfrentara a esta especialidad en La vía láctea. 

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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