Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, la química existe.

Ayer vi gran parte de Titanic (1997) de James Cameron. Y me dije qué buena pareja la de DiCaprio y Winslet y qué bonita está siendo su evolución. Ambos alcanzaron el estrellato, la cima, con esta cinta…, una cima que sigue en alza dejándonos los dos unas filmografías de interés.

Los dos, veinteañeros, con rostros lisos regalaban, en este film que mezclaba el género de catástrofes con el romántico, toda su frescura. Y parte del éxito de la cinta, dejando a un lado efectos especiales y espectacularidad, se debía a esa cualidad mágica que a veces surge entre dos intérpretes: la química.

Una química que nos hacía tragarnos como bobos esa historia de amor al límite entre dama de alta sociedad y viajero de tercera clase. Una química que nos hacía devorar esa historia de amor más allá de las clases sociales y del peligro inminente. Un amor que crece al límite y que perdura.

Tocando todos los tópicos de amor juvenil que llega al éxtasis en esa escena mil veces imitada de amantes dejándose llevar por la libertad en la proa del barco, aspirando aire puro. Ambos vuelan. Y todos volamos ante ese amor fuerte e inquebrantable que sólo interrumpe la muerte. Pasan poco tiempo juntos, pero tiempo intenso. Y ambos se desnudan y se quitan caretas.

La muerte nos le permite vida en común. Aunque siempre queda ese amor joven, desnudo y bello en la memoria del superviviente.

Después pasan casi diez años y los jóvenes de rostro liso ya son treintañeros. Y sus rostros adquieren más experiencia. Son actores con carreras consolidadas que siguen creciendo en el mundo de la interpretación. Cada uno va adquiriendo más matices. A la frescura se añade la experiencia. Y ambos vuelven a reunirse en película que gana por su química.

Ahora ya no es una mega producción. Ya no es cine de catástrofes, espectáculo y amor. Ahora se meten en la piel de dos personajes literarios que surgen del narrador Richard Yates y su novela Vía revolucionaria. Una historia íntima, sin efectos especiales, descarnada y desnuda. Sam Mendes se encarga de dirigir esta historia que une de nuevo a DiCaprio y Winslet. Ahora en esa historia, de amor amargo, sí existen años de convivencia y sueños rotos. Y asistimos a la radiografía de un fracaso, del fracaso de una vida en común de dos personas que se aman y se rompen. Que se gritan y devoran. Que se consumen en cada escena. Porque ninguno cumple las expectativas del otro. Porque ya no es un amor desnudo, sin máscaras, fresco y puro. Sino que es un amor con grietas, de echarse cosas en cara, de no aguantarse el uno al otro porque no se quieren ellos mismos.

Y de nuevo es la muerte la que termina con la relación. La muerte física de uno de ellos, y la muerte en vida del otro. Porque los dos se quieren, porque los dos se hacen daño. Porque los dos fracasan, porque los dos se destruyen…

DiCaprio y Winslet vuelven a hacerlo. Nos volvemos a creer su historia. Volvemos a sentir esa química que madura.

¿Habrá que esperar otros diez años para verlos juntos de nuevo? No estaría nada mal. Que en cada década nos regalaran una película. Su química es evidente. Sólo hay que verlos juntos. Y recordarlos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

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