Brigada 21 (Detective Story, 1951) de William Wyler

Hace poco en la sección Diccionario cinematográfico le tocó el turno a la palabra Policía. No nombre esta joya de William Wyler que hacía siglos que no veía y que apenas me acordaba y que ayer me llenó de alegría y pasión por el buen cine. Y es que digan lo que digan para mí Wyler es grande y tiene una filmografía con muy pocas decepciones. Particularmente, me encanta este director.

Toda la trama transcurre en una tarde-noche en una comisaria. Brigada 21 es la adaptación de una obra de teatro del dramaturgo Sidney Kingsley. Un dramaturgo del que Wyler, años atrás, ya había adaptado otra obra para crear Callejón sin salida (Dead end), otra perla de su filmografía y obra cinematográfica a la que tengo gran cariño.

Brigada 21 es una película de interiores —casi toda la trama transcurre en distintas dependencias de la comisaria, tan sólo hay dos escenas de exteriores— y, sin embargo, está contada con un buen ritmo y con un uso de los espacios que vuelven la película dinámica y cada vez más intensa e interesante. Wyler encontró un cómplice en el director de fotografía Lee Garmes que aportaba buenas soluciones para el rodaje de interiores (algo que también le había pasado al director en otras de sus obras cinematográficas con otro gran técnico: Gregg Toland).

El trabajo del reparto es excepcional y emocionante, porque eso es Brigada 21, una película emocional, intensa e intimista (como habitualmente acostumbraba Wyler). Brigada 21 es una historia coral donde se cuenta las vicisitudes de muchos personajes en una comisaria (policías, delincuentes comunes, testigos, abogados, periodistas…). Sin embargo, hay un claro protagonista, un personaje complejo y duro, un policía de personalidad tremenda y con una psicología complicada, que está interpretado por un Kirk Douglas inmenso. Personaje que odias pero que según avanza la historia va moviéndote hacia la compasión por ser un hombre con un sufrimiento que duele.

Película interesante no sólo por las emociones que mueve sino también por toda su historia detrás de las cámaras. El guión brillante fue realizado por Philip Yordan y el hermano del director, Robert Wyler. Sin embargo, en un principio el director se lo había encargado al escritor Dashiell Hammett, compañero de su gran amiga Liliam Hellman (dramaturga y guionista que trabajó muchas veces con Wyler), acuciado por la Caza de Brujas, sin embargo, tenía tal agobio que no pudo escribir ni una línea (tal y como nos cuenta en su interesante libro sobre el director, Ángel Comas). Wyler además se las tuvo que ver con el Código de Censura porque trataba, entre otros, uno de los temas intocables, el aborto ilegal. Wyler y los guionistas tuvieron que realizar malabarismos porque aunque la trama principal de la película tenía como tema principal, el aborto ilegal, en el guión no podía aparecer en ningún momento la palabra aborto y tampoco se podía mencionar directamente que uno de los detenidos realizaba como práctica habitual los abortos ilegales.

Como ya he adelantado los actores son todo un lujo: desde una Eleanor Parker dramática con dos buenas compañeras de reparto: una Lee Grant conmovedora como ratera y una dulce Cathy O’Donnell (por cierto esta joven actriz que para mí tiene la inmortalidad junto a Farley Granger en Los amantes de la noche se convirtió en la esposa de Robert Wyler) de joven enamorada. En el reparto masculino los policías se mezclan con los delincuentes y testigos en una memorable lista de secundarios de oro: William Bendix, Horace McMahon, George Macready o Joseph Wiseman, por sólo nombrar a algunos.

La película no es sólo intensa por la trama que se desarrolla sino también por la psicología de cada uno de los personajes. También es un documento interesante porque, creo, que desarrolla con veracidad la vida en una comisaria de aquellos años 40 y 50 con todo tipo de personajes como el reportero tras la historia, el abogado que defiende a su cliente, los testigos y víctimas de robos que pasean por las dependencias, los delincuentes y sus distintos motivos para delinquir, los distintos tipos de policías y detectives con métodos distintos, visitas inesperadas como la de una mujer con problemas de salud mental que exige ser vigilada porque está siendo continuamente espiada…

Las historias te enganchan de tal modo que quieres acompañar a cada uno de sus protagonistas en la resolución final: el policía de triste y violenta infancia —que le marca de por vida— que sólo ve las cosas como blanco y negro y que no es nada transigente ni concibe el perdón ante el delito ni el dar una segunda oportunidad a las personas enamorado de su mujer que esconde un pasado que le golpea y le hace tambalearse toda su fachada y careta. El joven héroe de guerra que tiene problemas de integración a su regreso y la hermana de la novia que hace todo lo posible por sacarle de comisaria. La raterilla asustadiza, los dos delincuentes comunes, el doctor que practica abortos ilegales, el detective que recuerda en el joven héroe de guerra a su hijo muerto…

Brigada 21 me tuvo sobrecogida en el sillón durante toda su proyección. Con mil y una emociones me alegré de poder disfrutar de buen cine…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

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