Rivales (Come and get it, 1936) de Howard Hawks, William Wyler

Rivales es interesante por varios aspectos. Es una de esas grandes películas que se realizaban en el sistema de estudios y por lo tanto contaba con los mejores técnicos, actores principales y secundarios, compositores, guionistas…, y todo bajo la mirada férrea del productor Samuel Goldwyn. Y también cuenta con la peculiaridad de estar firmada por dos grandes directores del momento Howard Hawks y William Wyler y contaré el porqué. En su momento no funcionó mal en taquilla y hoy es de esas tantas caídas en olvido.

No es perfecta pero en su contenido cuenta con varios aspectos de interés. La historia surge de la novela de Edna Ferber (una escritora que vería varios de sus títulos en pantalla y varias versiones como Magnolia, Cimarrón o Gigante). Y es curioso que aunque no se sabe exactamente qué parte fue dirigida por cada uno de los directores que trabajó en ella se pueden ver características de ambos directores.

En el campo interpretativo llama la atención, sobre todo, por dos aspectos: la oportunidad de ver al actor secundario Edward Arnold (famoso y recordado sobre todo por sus papeles de frío y despiadado empresario o empresario tierno en distintas producciones de Frank Capra) en un papel protagonista y también disfrutar de la interpretación y belleza de otra protagonista de lujo, la malograda Frances Farmer (cuyo carácter independiente la hizo no compartir ni adaptarse al sistema de estudios y esto impidió que se convirtiera en estrella además de sus continuos problemas con el alcohol y problemas de salud mental). También está presente Joel McCrea, futuro actor que tan sólo se dedicaría a películas del Oeste pero que durante la década de los 30 y 40 fue galán indispensable y cómico fetiche de Preston Sturges. Tampoco faltan, entre otros, dos secundarios de lujo como Walter Brennan (le recordaréis como ese anciano cascarrabias de Río Bravo) y Mary Nash (uno de sus papeles más recordados es el de madre sufrida y surrealista en Historias de Philadelphia).

Así contamos con una novela que habla sobre cómo un hombre metido de lleno en la industria madereda se convierte en gran magnate y empresario. Su ambición le lleva a renunciar al amor de su vida. En la película, se muestra así un ejemplo de la libre empresa en EEUU que permite que hombres hagan sus negocios sin tener en cuenta aspectos tan importantes como la repoblación de las zonas de árboles talados (así en esta película de 1936 se ve ya una crítica a esa forma de explotación y se plasman preocupaciones ecológicas).

De Hawks, sobre todo en la primera parte, vemos varios temas importantes en su filmografía como la camadería entre hombres y trabajadores así como la descripción perfecta del funcionamiento de la industria madereda (en unas interesantes  imágenes casi documentales). Un aire de aventura con peleas incluidas, la presencia del juego y el alcohol y sobre todo una fuerte presencia femenina de igual a igual con el personaje protagonista masculino. Un canto a exteriores y a la naturaleza… amenazada. Edward Arnold es el enérgico hombre trabajador que quiere prosperar en los negocios y para ello prefiere elegir entre un matrimonio de conveniencia que le hará avanzar en estatus económico y social que casarse con el amor de su vida, una bella e independiente cantante de cabaret (Frances Farmer) que terminará rota y casada con un buen hombre, el mejor amigo de Arnold (un encantador Walter Brennan).

En la segunda parte es donde quizá, y sin saberlo a ciencia cierta, veo más características de Wyler. Más interiores y escenas intimistas, más melodrama y ritmo pausado. Los años han pasado, Arnold es un hombre rico con dos hijos y una mujer educada a la antigua usanza que le ama y respeta. Lleva su negocio pero le pesa la renuncia del amor. Por una carta, visita de nuevo a su antiguo amigo, el amor de su vida ya no está, sí, sin embargo, la joven hija con ganas de comerse el mundo (también interpretada por Farmer). Arnold vuelve a revivir su gran amor y la colma de detalles, regalos, la acoge en su seno pensando en recuperar lo no vivido con su madre. La hija, accede gustosa en un principio. Ingenua porque lo que ella quiere es estudiar, prosperar, conocer mundo, obtener posición social… Con lo que no cuenta el padre es que tiene un apuesto y joven hijo, con ideas diferentes a las suyas respecto como llevar la empresa, y que se convertirá además en un rival de su amor secreto hacia la joven. Aquí, en interiores y reuniones de los personajes, se ve la nostalgia, la esperanza, el nacimiento de un amor, la complicidad entre padre e hija y distintos matices interesantes como una triste reflexión sobre la vejez, algo que no había tenido en cuenta el protagonista…

El cambio de dirección fue debido a un tremendo enfado de Goldwyn que no vio con buenos ojos que Hawks metiera mano en el guión y en la forma de interpretar y llevar a cabo esta historia. El cabreo fue tal que le despidió del rodaje y exigió a Wyler que se pusiera manos a la obra. Bajo las amenazas del productor Wyler, el joven y prometedor director no pudo negarse y tomó la dirección —aunque nunca sintió esta película como suya—. A lo que Wyler se negó en redondo fue a aparecer en solitario en los títulos de crédito, exigiendo que apareciera también Hawks y en primer lugar.

Rivales es de esas historias entretenidas e intensas que cuentan la saga e historia de un hombre y familia a lo largo de los años. Y que saca los defectos y virtudes de todos sus miembros, que narra los fracasos y triunfos, los errores y aciertos, los amores y odios…, disfrutamos así de los matices que un Edward Arnold es capaz de ofrecer a su personaje que a través de un gesto, sonrisa o mirada expresa mil sentimientos. O de cómo surge el amor entre dos jóvenes que primero discuten y se pegan y luego se ayudan ante una catástrofe casera. O nos enternecemos ante un hombre bueno con cara de Walter Brennan. O disfrutamos de la pelea en un saloon donde las bandejas de los camareros sirven de efectiva arma arrojadiza…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

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