Cosas que perdimos en el fuego (Things we lost in the fire, 2007) de Sussane Bier

Curiosamente en unos años que no dejaba de ir a Donostia querida (para Hildy sin duda una de las ciudades más bellas) durante las fechas del festival internacional de cine fue cuando conocí parte de la obra cinematográfica de la danesa Sussane Bier que se ubica dentro del movimiento Dogma 95. Después, otra de sus películas pude verla en un festival madrileño. Así esta danesa dirige y escribe películas sobre los sentimientos humanos y sobre cómo golpea la muerte, la enfermedad o la ausencia del otro en las personas queridas. Y también sobre el dolor y la felicidad que causa el amor o el querer a una persona. Como ese dolor y esa felicidad es capaz de transformar una vida rota. Sus películas se acercan totalmente al alma de sus personajes, los actores se desnudan, y la cámara nos ofrece hasta la última lágrima o sonrisa del personaje en unos primeros planos inmensos. La cámara se mueve. Los diálogos los justos. Y las películas son secas e intensas a la vez hasta que explotan y llegan. Sussane Bier tiene una forma de contar. Y ese universo propio de sentimientos desnudos y su forma de abordarlos y filmarlos…, puede llegar muy hondo…, o no. Como interpretación personal, para mí Bier reinterpreta y explora los secretos del melodrama como género y trata de llegar hasta la médula del espectador a golpe de sentimiento.

Como digo hasta ahora me había acercado a Te quiero para siempre (2002), Hermanos (2004) y Después de la boda (2006). Sin embargo, no me había sumergido en su debú americano con Cosas que perdimos en el fuego con guión de Allan Loeb. Y curiosamente en ese debú americano, Susanne Bier ofrece una película del universo de Susanne Bier. Y digamos que excepto unos personajes secundarios que claman ser más desarrollados (diréis que soy plasta con este asunto pero me muero de pena cuando se desaprovecha un personaje secundario con posible potencial y ahí está casi de adorno o para dar, simplemente, continuidad a la trama) Cosas que perdimos en el fuego es una explosión de sentimientos espléndidamente interpretada por Halle Berry y Benicio del Toro.

La historia no puede ser más sencilla y su desarrollo es duro y tierno a la vez. Una reciente y acomodada viuda con dos hijos pequeños no encaja la inesperada pérdida de un marido al que ama. No puede creer que haya muerto y que eso le esté pasando. La joven y bella viuda entra en un shock emocional que la hace parecer que domina la situación, no llora, no siente, no recuerda o, de pronto, sin motivo, estalla. De todo su círculo, al que extiende la mano para que la ayude a salir de esa situación, aunque por supuesto sin pedírselo, es al mejor amigo de su marido, un heroinómano al que mientras vivía su amor no le podía ni ver. Lo primero que dice al verle, rota por el dolor, es “yo te odiaba pero…”. Y él sólo la dice que lo siente, que no importa, y sonríe.

Porque de alguna manera ella sabe que sólo él puede entender lo que siente por perder lo que más quería. Y también siente que sólo a él puede decirle cosas duras. Y reconoce que tal vez sólo él conocía realmente al esposo que ella amaba. Y así es. También el amigo está roto por la pérdida y por la dependencia y también está dispuesto a extender su mano a la viuda y a los niños de su amigo a los que conoce perfectamente a través de las charlas que tenía con su colega.

Y, de pronto, dos almas rotas se unen, se ayudan, se hacen daño, se comprenden, caen y se levantan una y otra vez. Y van superando la pérdida de un ser querido, ahuyentan a los miedos y, quizá, recuperan la esperanza.

“Acepta lo bueno”.

Así Susanna Bier se acerca totalmente al dolor de la viuda (intensa Berry) y del amigo (bendito Del Toro)…, se acerca a sus ojos, a sus lágrimas, a las sonrisas…, y deja escenas, que por lo menos a mí, me emocionan. Como su primer encuentro, o aquel otro en que ella no puede dormir y se lleva al amigo para que la abrace y la toque la oreja como hacía su marido para tranquilizarla, o esa otra en que ella le echa en cara que está viviendo momentos que no le corresponden a él sino al desaparecido…, o aquella, en la que finalmente la viuda logra estallar y vomitar todo su dolor.

Antes ha contado como una vez la casa se incendió y perdieron muchas cosas. Y ella se mostraba triste y nerviosa por haberlas perdido y preguntaba al marido que por qué no estaba más desesperado. Y él, un hombre bueno, le decía que estaba tranquilo porque sólo eran cosas. Que carecían de importancia. Que lo importante es que se tenían el uno al otro. Y entonces ella encuentra esa lista de cosas que perdieron en el fuego…

Y Del Toro se come la pantalla a bocados. Mientras enciende el cigarro. Mientras mira. Mientras es lo más dulce que se puede ser con unos niños. Mientras vuelve a caer una y otra vez en la droga. Y otras veces se levanta. Mientras mira a esa mujer rota y la dice que es la más bella…

Otra pequeña sorpresa es ver en lindo papel a David Duchovny (el de Expediente X). Él es el ausente. El marido, padre y amigo. El ausente tan sólo aparece en pinceladas maestras al principio de la película y es ausente idealizado por la imagen que tenían de él una mujer enamorada, un amigo del alma y unos niños que le querían. El marido que un día se fue a por unos helados y no regresó. El héroe trágico que rompe e inestabiliza vidas con su inesperada muerte.

Y pueden pensar, Dios, esto es puro melodrama lacrimógeno. Ahí, amigos, está la magia del cine de Bier que es puro melodrama que nos llega seco y directo al corazón.

 

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

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