Les confieso que siento un amor apasionado por Johnny Depp, no les voy a mentir. Desde hace tiempo cada vez que mi divo sale en pantalla cinematográfica hago visita obligada a sala de cine. Les confieso que me hacía ilusión que esta vez no se distorsionara el rostro o se disfrazara de arriba abajo y me dejara disfrutar de su cara, al natural. Les confieso que me hacía ilusión verle en película de viejos tiempos, película de gánsters, tipo años 30. Les confieso que tenía toda la intención de disfrutar de Enemigos públicos y por último les digo que me entretuvo dicha producción. Pero también les vuelvo a confesar que la película de Michael Mann se quedó en el intento de crear un clásico. Y es una pena porque tenía todos los ingredientes para ello.
Me quedo con escenas y momentos. ¡¡¡Pero lástima de guión!!! Fracasa estrepitosamente en la estructura de la película y en la creación de personajes secundarios (y mira que contaban con los intérpretes idóneos). Es película de usar y tirar. Disfrutamos lo que dura la película, y después…, el olvido. De mejor factura que los habituales blockbusters veraniegos, me dejó con la miel en los labios. Lástima de galería de personajes mal aprovechados que no llegan a emocionarnos, ni siquiera la muerte anunciada del hermoso Depp nos deja sin respiración (no desvelo nada pues Dillinger es personaje histórico y ya se sabe cómo terminó). Se queda su rostro en leyenda a medio camino…
Lástima porque no sentimos la complicidad entre los miembros de esta cuadrilla de ladrones de bancos. Ni tampoco vemos claro los motivos del cerebral equipo policial encabezado por un todopoderoso de rostro frío, agente Purvis (oh, qué pena Christian Bale que se encuentra solitario en su cometido). No hay tensión en la persecución y lucha entre ambos. La historia de amor no llega a punto elevado y eso que hay diálogos y escenas hermosas y una Cotillard con química con un Depp hermoso. Pero el romanticismo no llega, ni los suspiros, ni los sueños…
Y mira que Michael Mann homenajea por activa y por pasiva aquel buen cine clásico que contaba buenas historias y buenos personajes. Aquel cine que narraba peripecias y que creaba héroes con los que el público se identificaba y estremecía. Así la película de Enemigos públicos cuenta con bellas escenas en sala de cine. Y gracias a ese amor al cine clásico y a las leyendas cinematográficas vivimos los hermosos últimos momentos de un Dillinger que disfruta viendo una buena película y Mann recupera bellas escenas de El enemigo público número 1 (Melodrama Manhattan, 1934) con William Powell, Myrna Loy y Clark Gable de chico malo. O esa escena, donde los hombres de Dillinger y él mismo planean una de sus fechorías mientras en noticiario ponen la foto del hombre perseguido, del ladrón de bancos, y pide a los espectadores que miren a derecha o a izquierda porque Dillinger puede estar sentado a su lado. Qué lástima porque Depp no logra convertirse en la leyenda que todos esperamos, ni Bale en su antagonista esperado. Disfrutar sí, disfrutamos. Pero es película olvido, me la paso bien, y no la guardo en memoria.
Ahhhh, por cierto, me ocurrió algo curioso. Enemigos públicos era digna película de estrellas. De estrellas del pasado y con un mejor guión, no digo yo que no se hubiera convertido en clásico recordable, y de pronto viendo a la Cotillard, su personaje, su look, su peinado, su manera de moverse en pantalla, me recordó a una diva y me hizo pensar en qué bien hubiera estado con este personaje bien desarrollado, me hizo pensar en una Natalie Wood como chica del gánster. Curioso, ¿no?
Lástima de Enemigos públicos porque había actores, de los buenos, para haber acometido una buena película de gánsters en su fórmula clásica y habernos recordado viejos tiempos no sólo por una ambientación perfecta sino por unos personajes que nos llegaran al fondo del corazón porque tenían alma y no sólo una metralleta que disparar o unos cuantos bancos que robar. Las fugas carcelarias, que si amas a los personajes, son emocionantes y llenas de tensión, aquí simplemente no están mal rodadas al igual que los tiroteos.
Lástima porque me hubiera gustado enamorarme de una leyenda, de un bandido a lo Dillinger-Depp, héroe romántico y malvado a la vez de la época de la Depresión, y tal vez haber echado una lagrimilla con su desaparición y su trágica historia de amor. Me quedé inmutable, diciéndome, qué entretenida, sin más. Qué lástima.
Y tantos actores como Crudrup, Bale, Dorff, Russo, Graham…, como si no estuvieran, como un suspiro mal acabado.
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