Dos en la carretera (1967) de Stanley Donen

Hoy estoy exageradamente romántica. De pronto, me ha venido a la cabeza una melodía. Y mi cabeza ha recordado Dos en la carretera. Una película atípica de un director plenamente relacionado con el cine musical, Stanley Donen, pero que a partir del definitivo desmantelamiento del sistema de estudios en los años sesenta realizó sus películas más personales y se alejó del género del que era buen artesano y creador.  

Dos en la carreta no es superproducción, no es ni made in Hollywood ni made in nuevas corrientes europeas. Dos en la carretera se detiene en el tiempo. Es atemporal. Algunos dicen que narra la desintegración de un matrimonio burgués, yo, sin embargo, siempre la he vivido como una gran historia de amor. Amor y el paso del tiempo. Unos ingredientes indispensables en esta bella road movie por carreteras francesas. 

Los espectadores nos volvemos testigos de la relación privada a lo largo de los años de Joanna (Audrey Hepburn, en una interpretación llena de matices, superlativa) y Mark (un Albert Finney que nos recuerda lo divertido que es estar al lado de alguien vital con una sonrisa hermosa y comportamientos de Peter Pan). 

Pasión, diversión, aburrimiento, egoísmos, desencantos, infidelidades, regreso, conversaciones, discusiones, anécdotas, aventuras, momentos bellos, momentos tristes, desengaños, perdones, regresos, idas y venidas… ¿quién no vive todas estas cosas al lado de las personas que más quiere? Para al final darnos cuenta de que a veces estamos inexplicablemente unidos a una persona a la que queremos tal y como es, con sus virtudes y defectos. Y aunque a veces querríamos estar lejos o dejarlas, sin mirar atrás, de pronto, siempre nos damos cuenta de que sería más insoportable una vida sin ella, sin esa persona a la que amamos. 

Mark y Joanna, con sus coches distintos y sus viajes en distintas épocas, en esta película puzzle –pero tan bien construida gracias al guión de Frederic Raphael– y siempre acompañados por la melodía de Henry Mancini, nos devuelven la radiografía de dos personas –en este caso, un hombre y una mujer– que se unen por lazos inexplicables.

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