La conversación (The conversation, 1974) de Francis Ford Coppola

Coppola, de aquella generación de los setenta donde el cine americano vivió su segunda época dorada. Director que ya subía peldaños de gloria con El padrino e iba camino de Apocalipsis Now, despunta con un thriller que no es más que un retrato pausado sobre la soledad y la obsesión con rostro de detective, especialista en escuchas, con el nombre de Harry Caul. Un hombre con la cara de Gene Hackman nos invita a un triste viaje a los infiernos a través de los sonidos, a través de una anodina conversación entre lo que parecen dos jóvenes amantes.

Gene Hackman, gris, con su gabardina transparente, y mucho sentimiento de culpa. Católico, tímido, incapaz de abrirse a los demás, de parecer un hombre relajado, de amar a otro, desconfiado…, nos lleva de la mano a su obsesivo mundo. Una investigación, en principio intrascendente, le hace descender a sus miedos más profundos.

Coppola ya se muestra rey en la creación de poderosas imágenes cinematográficas y en su exploración hacia el lenguaje cinematográfico. Película de ritmo pausado e inquietante deja un poso de melancolía y disecciona un alma solitaria.

El director no sólo cuenta con Hackman, poderoso icono de los setenta, sino que deja al descubierto jóvenes promesas que se hundirían en esos años por distintos motivos o que se convertirían en las estrellas de los ochenta. Sorprende un inquietante y joven Harrison Ford, en papel ambiguo, casi fantasma que aparece y desaparece, en papel de intermediario. Todos sabemos cómo brillaría en los ochenta. También, nos encontramos con dos intérpretes en roles secundarios, habituales en los setenta pero que caerían en olvido, y además serían los protagonistas de uno de los mayores fracasos del director (Corazonada): Teri Garr y Frederic Forrest. Otro papel para una de las promesas truncadas de los setenta que moriría joven antes del estreno de El cazador, John Cazale. Y, por último, una aparición fugaz de otro habitual en rodajes de Coppola y otras películas míticas de la década, el veterano Robert Duvall.

La conversación cuenta con una interesante banda sonora —Harry Caul nos deja indagar en su personalidad haciéndonos saber que es un amante del jazz y del saxo)— y cuida todo lo relacionado con los sonidos —no olvidemos que es un experto en escuchas y la parte central de la trama es su investigación sobre una conversación intrascendente que vuelve a poner de manifiesto que nada es tan sencillo como parece ni todo significa lo que creemos—.

Coppola sabe y ama el cine. En esta película parte de una trama similar a Blow Up de Antonioni (película que siento por sus amantes a mí me resulta bastante antipática y difícil de aguantar aunque la premisa principal me gusta). En vez de que todo el misterio sea a través de una imagen intrascendente, en La conversación es un diálogo entre dos personas al principio de la película. Y si nos vamos a la actualidad encontramos reminiscencias en esa maravilla alemana que se llama La vida de los otros.

Otro aspecto que cuida Coppola son los ambientes en los que se mueve el protagonista. Su estudio, la gran empresa (su cliente), la convención de sistemas de escuchas, la casa del detective, la casa de su amante, la habitación de hotel…, todo en su sitio para contar una historia.

La obsesión y soledad de Harry Caul, duele. Su sentimiento de culpa y su miedo a que alguien haga con él lo que él hace todos los días para sobrevivir, ser espiado. La conversación es película extraña e inquietante, de ritmo pausado y bellas imágenes dentro de su sordidez.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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