En la sala oscura,
una pantalla blanca,
un rostro,
una lágrima,
o, quizá, una risa.
Un pájaro se posa en la ventana.
Un papel va cayendo poco a poco al suelo.
Una melodía.
En la butaca,
un espectador o espectadora.
En su cabeza,
todo un mundo de neuronas viajeras.
Y una historia.
En sus ojos, miradas.
A veces, una lágrima,
o mejor una carcajada.
Otra película que pasa…
The end.
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