La caja de música (Music Box, 1989) de Constantin Costa Gavras

La visión de El lector hizo que me acordara de una película que me impresionó muchísimo en el momento de su estreno: La caja de música. Su director Costa Gavras suele impactar con las historias que cuenta y las temáticas que toca: Z, Estado de sitio, Missing o El sendero de la traición son sólo un ejemplo.

Aquí nos empieza contando una historia familiar, de amor de padres, hijos y nietos. Un hombre, inmigrante húngaro, que dejó la vieja Europa después de la Segunda Guerra Mundial y se instaló en EEUU con sus dos hijos que se crían como ciudadanos americanos. Su hija (magnífica Jessica Lange) es una buena abogada criminalista.

La historia irá transformándose poco a poco en una historia de horror donde el abuelo y padre querido, el anciano contestario contra el régimen comunista de su antiguo país (y que ha críado solo a sus dos hijos) se convierte en sujeto sospechoso de crímenes de guerra durante la Segunda Guerra Mundial como un sádico oficial nazi capaz de los asesinatos más terribles.

Su hija, obviamente, cree que todo se debe a un error de identidades e incluso llega a pensar que es una maniobra del gobierno húngaro porque su padre es un conocido militante anticomunista.

Y ella actuará con todas sus armas (equivocándose a veces al ser demasiado agresiva) para demostrar la inocencia de su padre. Sin embargo, poco a poco, según va oyendo declaraciones, según va investigando la historia de su padre, ahora ese gran desconocido, y según se va relacionando con el fiscal del caso —una relación siempre tirante— empieza a dudar de la inocencia del padre.

Su viaje a Hungria para entrevistar a un testigo moribundo, su visita a los lugares que han descrito las víctimas y su conversación con la hermana de un amigo ya muerto de su padre (éste le daba cada mes una cantidad de dinero) hará que una hija con todo el dolor de su corazón empiece a abrir los ojos y a descubrir la cara oculta del padre.

En esa visita realiza un descubrimiento fatal y además regresa a su país con una tarjeta de una casa de préstamos para recoger algo que dejó el fallecido amigo. El juicio ya ha terminado y ha conseguido que el padre sea declarado inocente por falta de pruebas contundentes que demuestren su culpabilidad en los hechos tremendos del pasado. Sin embargo, ella acaba el juicio con la duda de la actuación en el pasado de ese padre que cada vez reconoce menos.

Cuando va a la casa de préstamos, lo que le dan a cambio es una caja de música. Una caja, inocente, antigua, hermosa…, ella respira tranquila y escucha la música y se maravilla del mecanismo cuando de repente…, aparecen, en escena tremenda, las pruebas irrefutables del pasado horrible del padre.

Y aquí esa hija, que descubre que su afable padre fue capaz de las cosas más horribles, tiene que tomar una decisión dolorosa. Más si cabe cuando trata de hablar con el padre al que ama pero del que ha descubierto el peor de los pasados (un padre monstruo e insensible) y éste no la escucha, no quiere escucharla, ni quiere reconocer un pasado que ha borrado.

Con escenas de un intimismo trágico y con interpretaciones que hacen temblar de una intensa Jessica Lange y un impresionante Armin Mueller-Stahl es una película que merece la pena volver a revisitar. Aunque nos lleve a un viaje pesadilla y a reflexiones dolorosas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.