Raquel, raquel (Rachel, rachel, 1968) de Paul Newman

Con la muerte del actor de ojos azules, se están editando varias de sus películas en dvd. Ya hablé en su momento de la labor de Paul Newman como director y de cómo su obra en este terreno no era fácil de encontrar ni era demasiado difundida. Ahora tenemos la oportunidad de disfrutar de su debú como director en una cinta intimista (tipo de cine muy en boga a finales de los años sesenta que preludiaba ya cambios en la cinematografía norteamericana y el advenimiento de una nueva etapa dorada).

No hay nada más que recordar películas como la que nos ocupa, las del director John Cassavettes (de aquel mismo año, Faces), Reflejos de un ojo dorado (1967) de John Huston o El nadador (1969) de Frank Perry. Por sólo nombrar algunos ejemplos.

Como ya escribí en un post en 2007 en la serie de Actores detrás de las cámaras: “Paul Newman empezó a dirigir en el año 1968 donde dio el papel protagonista a su esposa Joanne Woodward en Raquel, Raquel. Se puede entender que uno de los principales motivos por los que se puso tras la cámara fue por impulsar y dar buenos papeles a Joanne. Una buena actriz que ha sido muy desaprovechada por la industria. 

Raquel, Raquel tuvo en su momento un buen recibimiento y buenas críticas. Supuso un éxito profesional para la pareja que consiguieron el premio de la crítica de Nueva York a la mejor dirección y mejor actriz por esta película. Joanne consiguió una nominación a los oscar como mejor actriz. La película cuenta la historia de una maestra soltera que vive con su madre y que decide tomar las riendas de su vida. Es una película que está alejada de los circuitos de distribución. De momento, que yo sepa,  no se ha editado en dvd ni ha sido emitida desde hace tiempo en televisión”. 

Ahora, la tengo reciente en mi memoria, la película es la adaptación de una novela, Una burla de Dios de la escritora Margaret Laurence; el guión está escrito por el guionista Stewart Stern (que fue también autor de Rebelde sin causa), la dirección corre a cargo del actor de ojos azules y la actriz principal es su mujer, la olvidada y poco reivindicada Joan Woodward.

Raquel, raquel es la radiografía de una mujer. La protagonista queda desnuda ante los ojos del espectador. Sabemos todo lo que piensa y siente, lo que recuerda. Lo que imagina. Asistimos a su personalidad, a sus miedos, a su mirada y acciones. Una película donde se encierran todas las emociones de una mujer concreta, llena de matices, con una interpretación completa de una Joan Woodward que genera todo tipo de sentimientos.

Raquel es una maestra de escuela que esconde todos sus miedos. Su vida transcurre lenta en una pequeña localidad. Raquel nunca ha sido valiente en sus sentimientos, se ha encerrado en sí misma, siempre marcada desde pequeña por la muerte y el rechazo (su padre trabajaba en la funeraria de la localidad) y una madre dominante, siempre dependiente; Raquel es incapaz de disfrutar de la vida. De la alegría. De las pequeñas cosas hermosas que ofrece la vida. Es una mujer con un fuerte mundo interior pero incapaz de exteriorizarlo, incapaz de tirarse a la piscina de los sentimientos, de experimentar, de huir, de equivocarse, de amar…, por eso a sus treinta y cinco años jamás ha sido capaz de atreverse a iniciar una relación. Siente incapacidad de creer en la magia de los actos cotidianos. Se encierra en su mundo de maestra y en su relación enfermiza con su madre. Tan sólo tiene una amiga, otra maestra (otro personaje digno de análisis, una mujer más valiente pero también atrapada por sus miedos y por las presiones sociales. Sin palabras deja la escena de esa reunión de las dos amigas con una especie de falso y desagradable predicador que acentúa más la soledad en la que viven un montón de personajes y la incapacidad de relación y de amor).

Sin embargo, Raquel es consciente de que se está perdiendo cosas en su vida por su cobardía frente a sus sentimientos. Y quiere volar. Huir. Avanzar, dar un paso, ser capaz de equivocarse…Y la película nos cuenta de manera sencilla, melancólica y triste, el momento en que Raquel decide dar un paso en su vida, de abrirse ante sus miedos, de experimentar e incluso de tratar de dar un cambio a su vida. Y ese paso no es fácil, y es vacilante y lleno de miedos. Pero lo da. Se libera tan sólo un poco. Pero la protagonista lo logra.

Ese primer paso supone su primer acercamiento más allá de dos palabras a un hombre. Que no es el mejor de los hombres. Que no es el príncipe que rescata a la maestra y la abre los ojos a un mundo enorme. Que no es el hombre que la ama y la libera, que la arrastra. No, sólo es un hombre que en un momento se encuentra aburrido y solo y decide que va a compartir esa soledad de unos días con la tímida Raquel…, sin embargo, a ella esta anécdota la supone un montón de cambios. Supone que sus sentimientos sean un volcán en erupción. La permite dar un primer paso. Quizá no sea mucho, quizá siga con su hermética vida. Pero por primera vez ha sido capaz de sentir, con algo menos de miedo. Por primera vez ha sido capaz de hablar cara a cara con su madre y enfrentarse a su relación. Por primera vez ha sido capaz de ahondar más en su única amistad. Por primera vez empieza a tener claro que es lo que quiere, que no quiere perderse la experiencia de crear vida. Por primera vez ha sido capaz de que su vecino (el nuevo dueño de la funeraria) se convierta en persona cercana…, ha abierto una puerta.

Película intimista para disfrutar en soledad. Deja un halo de tristeza pero también de esperanza y de buenos deseos hacia una Raquel que quizá, no lo sabemos muy bien, consiga abrirse y darse una oportunidad de ser feliz.

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