El luchador

Ésta es la historia de un perdedor, de qué lejos está el sueño americano para la mayoría —no es más que mito o leyenda—, de lo bello en lo feo y cotidiano, de un rostro golpeado por la vida, de la soledad del ser humano, de la caída sin posibilidad de retorno, de lo duro que es envejecer y sentirse vencido y frustrado… 

Ésta es la historia de un trozo carne viejo, cansado y desgastado con un alma buena pero con un cerebro que juega malas pasadas. Un cuerpo que ha consumido de todo y mil veces ha caído al suelo y ha sido golpeado, de un cuerpo que hace de su vida teatro y espectáculo, la lucha debe continuar y también el juego. De un cuerpo que se niega a la soledad y desea amar y ser amado. De un cuerpo con un cerebro bueno que de vez en cuando se le cruzan los cables. De un cuerpo que tiene miedo a la decadencia, a la derrota, al retiro, a la soledad absoluta. 

Ésta es la historia de unos ojos tristes al borde de la lágrima pero siempre con una palabra amable o una posibilidad de sonrisa. Es la historia de un cuerpo lleno de músculos pero con un corazón que se rompe en pedazos, cansado. De vez en cuando sigue creyendo en el latido. Es la historia de un hombre que se sube al cuadrilátero, y se siente grande, se siente héroe…, da espectáculo. Es la historia de un hombre que cuando baja del escenario la vida le golpea una y otra vez y esos golpes le destrozan más, le minan más. Aunque siempre trata de tener una mirada dulce, una palabra amable, una sonrisa preparada. Se sabe un desastre pero trata de llevarlo con cierta filosofía. 

Ésta es la historia de un hombre que trata de reconciliarse con una hija a la que sabe que ha hecho daño. Su vida-espectáculo le ha hecho renunciar a demasiadas cosas, a una vida real en la que se siente indefenso y golpeado. Ésta es la historia de una vieja gloria que acaba con el cuerpo destrozado, el corazón roto, el rostro marcado y adicto a mil pastillas para mantener un cuerpo y una fuerza-espectáculo. Ésta es la historia de un empleado de charcutería que no se siente en su sitio aunque lo intenta. Su vida está en el ring. Ésta es la historia de un hombre que siente ternura por una streeper que ve que también se marchita y se siente insegura y sola. Ambos se necesitan pero la vida les golpea y se dan cuenta demasiado tarde de que quizá hay una pequeña luz… 

El luchador tiene cara de un Mickey Rourke que enternece con su cara deformada, su enorme cuerpo, sus ojos llorosos y su sonrisa a punto de surgir. Con su voz profunda. Con su andar cansado. Con esa melena rubia en coleta, moño o suelto…, y esas manos grandes y a la vez destrozadas y frágiles… esas uñas que muestran la perra vida. Con esas cicatrices… Trata de aferrarse y salir de la soledad y del miedo ante el corazón roto de la mano de una streeper (Marisa Tomei) con cara hermosa pero cansada y triste, quizá asustada ante un futuro incierto y una adolescente desencantada (Evan Rachel Wood) que por un momento vuelve a creer… 

Mickey Rourke logra emocionarme casi tanto como otro perdedor que me hizo temblar (Jeff Bridges en Corazón roto) y muestra a Darren Aronofsky en otro camino-registro que domina con maestría. Capaz de regalarnos secuencias llenas de sordidez y hermosura. Darren Aronofsky está siguiendo el camino de otros directores de su generación que empezaron con un cine experimental o de fórmulas nuevas y modernas y ahora están sorprendiendo con un cine que bebe de los clásicos (véase Pozos de ambición de Paul Thomas Anderson o El curioso caso de Benjamin Button de David Fincher).

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