Yo, Fatty de Jerry Stahl (Anagrama. Panorama de narrativas, 2008)

No saben lo que he disfrutado con la lectura de la novela de Jerry Stahl. Yo, Fatty recrea y documenta uno de los casos que llenaron páginas y páginas de los periódicos de los años 20. El escándalo de Fatty, acusado de violar y asesinar en una fiesta orgiástica en un hotel de San Francisco a la aspirante a starlet, Virginia Rappe que alcanzó la popularidad con su muerte. 

La primera vez que leí el caso Fatty fue en uno de los volúmenes de Hollywood Babilonia de Keneth Anger. Roscoe Arbuckle, Fatty, era un popular cómico de cine mudo que empezó en la factoría de Mack Sennett. Se convirtió en uno de los actores más famosos antes que Charlie Chaplin o que su gran amigo (hasta el final de su calvario), Buster Keaton —que empezó a hacer cine de la mano y como pareja cómica de Fatty—. 

Tras el escándalo, a pesar de salir inocente en el juicio de todos los cargos, Fatty cayó en el olvido más absoluto. Trabajó más tras las cámaras en mediocres comedias y tuvo varios intentos de volver a las pantallas pero jamás volvió a brillar como en el cine mudo. Siguió una vida de adicciones y murió a los 46 años (1933) en el más absoluto de los olvidos. 

Así como los cortos de Charlie Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd son continuamente reeditados, los trabajos de Fatty son muy difíciles de ver. Aparece en los libros mucho más por el escándalo y por lo que supuso para la implantación del Código Hays que por su trabajo. Sin embargo, un día encontré un pack de dvds en oferta donde había cortos cómicos de cine mudo de distintos actores y entre ellos, curiosamente, varios trabajos de Fatty con Buster Keaton. 

Stahl documenta toda su vida desde una infancia desgraciada y marcada por su físico hasta su subida a la fama y el éxito entre sus complejos físicos y sexuales (era impotente) y su adicción al alcohol, la heroína y la morfina. Básicamente, Stahl le presenta como cabeza de turco en un momento en que las grandes productoras cinematográficas veían peligrar el negocio por la imagen de vida disoluta de sus estrellas y los distintos escándalos que protagonizaban, de fiscales que buscaban el poder, de compañeros metidos en asuntos turbios y que aprovechando el caso Fatty quisieron tapar sus trapos sucios, de la hipocresía y el interés por guardar la moral de distintos grupos y de medios de comunicación que vendían noticias con titulares escandalosos (véase Hearts). 

El narrador es el mismo Fatty que en diferentes secuencias, como de cine mudo, va contando las anécdotas de su vida pasando por su dura infancia, su andadura como actor de varietes o teatro popular y su llegada a las pantallas cinematográficas y el éxito. Y va tejiendo toda la trama hasta llegar al episodio de la fiesta en el hotel de San Francisco, sus juicios, y su conversión del inocente y divertido gordo del que todo el mundo se reía y quería a ser el máximo pervertido sexual de la historia. 

Stahl trata de acercarse —supongo, porque eso parece, que documentándose al máximo— a lo que realmente ocurrió en el hotel y también trata de acercarse y entender la figura trágica de Fatty. Lo que es cierto es que nunca se reunieron las suficientes pruebas que le inculpasen, se vieron distintas tramas, intereses y confusos relatos de los testigos. Y él, Fatty, nunca se declaró culpable.  

El libro además es una maravillosa fuente de información sobre aquellos años del cine mudo que van de 1908 hasta 1921 (fecha en que ocurrió el escándalo) y años posteriores (los años del declive). Y radiografía a personajes de la época como la famosa cómica Mabel Normand (gran personalidad y también muy amiga de Fatty), Mack Sennett, Zukor, el director Henry Lehrman, Charlie Chaplin, Buster Keaton, Joseph Schenk…, y también aporta informaciones también sobre la trágica figura de Virginia Rappe (a la que Stahl a través de Fatty describe con crudeza y dureza pero que refleja una triste historia de una joven que desde pequeña, como Fatty, sufrió toda una vida de vejaciones). 

También son retratadas de manera magistral sus tres esposas, sobre todo la primera, Minta Durfee, un personaje inolvidable. Leyendo la novela me han entrado unas ganas enormes de una adaptación cinematográfica por parte de Tim Burton (¿recuerdan lo que hizo con Ed Wood y ese increíble Bela Lugosi?). 

Gracias a la contraportada del libro he descubierto otra novela sobre Hollywood que me interesa muchísimo y que por supuesto me he comprado y ya estoy devorando para poder hablaros de ella, El día de la langosta de Nathanael West (gran amigo de Fitzgerald). Os cuento pronto. 

Si os interesa la época de cine mudo y saber mil y un secretos de ese Hollywood antes de la censura y adentraros en otra época de la mano de uno de los cómicos más trágicos, éste es el libro.

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