Silkwood (Silkwood, 1983) de Mike Nichols

Agradable sorpresa me llevé ayer al ver Silkwood, una película del niño terrible de los sesenta, Nichols, que empezó su carrera con joyas impactantes como ¿Quién teme a Virginia Woolf?, El graduado o Trampa 22. El director siguió con esta película la estela de inestimables producciones de los años setenta que apostaban por un cine realista, protesta y crítico con la realidad estadounidense.

Esta vez se enfrenta a un hecho real de una trabajadora en una planta nuclear cuya muerte en un supuesto accidente de coche en 1974 nunca quedó aclarada y que curiosamente fue antes de que concediera una entrevista a un periodista del New York Times donde iba a denunciar a su empresa de saltarse importantes normas de seguridad para los trabajadores y concernientes a la salud de los empleados.

Me encantó la forma en que estaba narrada, montada, la fotografía, el guión, la banda sonora y la labor de sus intérpretes. Una superlativa Meryl Streep, una magnífica Cher y un sorprendente Kurt Russell (que en esta película deja su rol de héroe de acción o de comedia y sorprende como un trabajador y hombre sensible).

Silkwood se mete de lleno en la vida cotidiana de los protagonistas y en la progresiva toma de conciencia de Karen así como sus continuos estados emocionales y los de las personas más cercanas a ella. Narra sus relaciones con sus compañeros de trabajo, con su amante, con su amiga lesbiana (Cher), su vida como madre separada (cuyos hijos están con su ex marido)…

Es una película realista y no cae en sentimentalismo o escenas grandilocuentes donde la heroína se luce en cada escena o donde hay malos malísimos. Es una película de emoción intensa pero reposada, tranquila, como la vida misma. Llena de bellas imágenes y escenas memorables que trata un tema aún hoy vigente como es la seguridad de los trabajadores en las empresas de trabajo.

Silkwood toma partido por la trabajadora Karen y se decanta e interpreta que su muerte no fue accidental sino posiblemente provocada porque no convenía que Karen siguiera hablando apoyada por el sindicato de trabajadores (relativamente, claro está, porque el tema que va descubriendo es espinoso y va sufriendo el rechazo de sus compañeros por miedo al paro y las represalias). Pero todo de manera pausada y real, sin estridencias. Y Meryl está fantástica como una Karen con subidas y bajadas emocionales como un tobogán, que ama, se decepciona, lucha, se hunde, se levanta, llora, ríe, se asusta, se siente sola, a veces fuerte otras débil pero nunca deja de luchar.

La última y trágica secuencia es todo un alarde de narración cinematográfica (para mí). Me entusiasmó cómo cuenta los últimos momentos de Karen con la voz de Joan Baez de fondo. Impresionante.

Nichols, los intérpretes, las guionistas Nora Ephron y Alice Arlen, el director de fotografía (Miroslav Ondricek, habitual de las películas de Forman como Hair, Amadeus o Valmont) así como el compositor Georges Delerue (que compuso tantas y tantas bandas sonoras de películas de Truffaut) dejan una obra que merece la pena pero…triste, triste, triste…

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