La ciudad desnuda (The naked city, 1948) de Jules Dassin

A lo largo de este blog ya he presentado varios post donde hablaba de alguno de los integrantes de esta película: el productor Mark Hellinger y el director Jules Dassin. También, de distintas películas de cine negro y, por otra parte, varias explicaciones sobre un periodo marcado por la caza de brujas.

Otra de las películas señaladas por el comité de actividades antiamericanas fue La ciudad desnuda donde también se encuentra uno de los diez de Hollywood, el guionista Albert Maltz. Esta película sería la última que dirigiría Dassin en EEUU antes de su exilio y es anterior a esa obra maestra que rodaría en Londres (de la que también he hablado), Noche en la ciudad. Por otra parte, también supondría la última película producida por Mark Hellinger que murió antes de su estreno. Algunos estudios históricos dicen que tras la muerte de Hellinger se realizaron cambios en el montaje por parte del estudio que desvirtuan la propuesta original de Dassin y Hellinger y algunos de los contrastes que querían resaltar n la ciudad de Nueva York.

Esta película tiene muchos aspectos interesantes en los que fijarse aunque su historia no me ha emocionado tanto como la ya citada Noche en la ciudad o Brute Force (cercanas en fechas de la filmografía de Jules Dassin). Quizá por su intención que es crear una película de carácter semi-documental. Y ahí, sin embargo, se encuentra una de sus mayores virtudes y la originalidad de su propuesta.

El mayor protagonista de esta película es, sin duda, Nueva York. Como se explica una y otra vez está rodada en escenarios naturales y no en estudios. La ciudad desnuda presenta el alma de Nueva York en los cuarenta y eso le da un valor incalculable. El pulso de una urbe. ¡Y vaya si lo consigue! De las miles de historias que podría narrar o elegir, el objetivo se centra en la investigación policial de un asesinato: la de una bella modelo que aparece ahogada en una bañera en su apartamento.

Para advertir de que se va a ver una película distinta, realista, y mostrar una de las caras de Nueva York, nos encontramos una voz en off que nos va centrando la historia. La voz es la del propio productor Hellinger. Otro de los aciertos de esta sencilla trama, una investigación rutinaria de asesinato por parte de una comisaria de Nueva York, es la presentación de los policías a cargo del caso. No son los héroes habituales del cine negro, no son personajes que se mueven entre el mal y el bien, entre sombras, son dos hombres normales y corrientes que llevan a cabo su trabajo con profesionalidad y con los medios que poseen. Nos encontramos con un hombre que lleva años en Homicidios y que conoce bien su trabajo, un investigador de origen irlandes con la cara de Barry Fitzgerald y un joven detective inexperto pero despierto con el rostro de Don Taylor. Ya lo dice el veterano investigador en un momento de la trama, “no quiero héroes muertos”.

Para añadir más realismo a la trama ninguno de los actores es excesivamente conocido. Todos son intérpretes que tendrían largas carreras como actores de reparto. No son grandes estrellas. Son tan anónimos como cualquier habitante de una gran urbe. El más conocido es el ya mencionado Barry Fitzgeral que era uno de los secundarios imprescindibles en las películas de John Ford (Qué verde era mi valle o El hombre tranquilo figura entre alguno de sus trabajos). Pero por ahí aparecen también Howard Duff o Ted de Corsia, secundarios con amplias carreras, que aquí se convierten en un mentiroso compulsivo que despista una y otra vez a los investigadores y un ex boxeador que toca la armónica que es con el que se llegará a la escena culminante de la cinta, la persecución final. Que como no podía ser de otra manera termina en uno de los puentes de Brooklyn, el de Williamsburg.

Como digo, la película muestra el día a día de unos investigadores en una comisaria de Nueva York, con realismo y sin héroes valerosos que pululan por una ciudad llena de vida. Muestra de manera magistral distintos personajes que pueblan la urbe, los niños jugando en las calles, la anciana con problemas de salud mental que se presenta para dar la solución del caso o el joven tampoco en su sano juicio que se inculpa del asesinato; los dependientes de las tiendas o bares, la trágica aparición de los padres de la modelo —dos personas castigadas por la vida—, la asistenta y el portero del edifico donde se descubre a la modelo asesinada, viudas ricas, personas trabajadoras que día a día acuden en metro o autobús a sus puestos de trabajo, la joven esposa del detective inexperto preocupada por la educación de su pequeño, otros compañeros de los investigadores…

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