El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice, 1946) de Tay Garnett

Siempre había leído de esta película y siempre había querido verla. Y aunque no es de difícil acceso nunca había podido conseguir la cinta en vhs, en dvd o verla en alguna filmoteca o pase televisivo (aunque cada vez en las cadenas que vemos todos es más difícil que se programe cine clásico).

Sólo había visto la versión de Bob Rafelson en 1981, película de éxito y que siempre será recordada por la erótica escena en la cocina entre Jessica Lange (que se convertía en el icono sensual de los ochenta) y Jack Nicholson. Que si os digo la verdad, hace bastante que la vi, no me impresionó en exceso y me gustó pero creo que al final llegó a aburrirme.

Tampoco he podido ver nunca la versión anterior a ésta que hoy hablamos, la mítica Ossesione de Visconti que la llevó a la pantalla en 1942 y muchos historiadores reconocen como el principio de la corriente neorrealista en el cine italiano. Pero sé que la veré.

El cartero siempre llama dos veces es la adaptación de una novela corta de J. M. Cain (que publicó en 1934) y una de las películas que se suele nombrar cuando se habla de cine negro y mujeres fatales.

Pero amados lectores, Hildy quiere señalar que Cora no es una mujer fatal al uso. Es una mujer víctima de los tiempos, la Gran Depresión, y con sueños de llegar a ser alguien o de por lo menos lograr ser feliz.

Nos encontramos con una película que refleja la Gran Depresión en los personajes de Frank Chambers, un vagamundo, hombre sin rumbo que de vez en cuando para en algún lugar para trabajar durante algún tiempo; Cora, una esposa infeliz e insatisfecha que ve pasar la vida en una cafetería de carretera sin futuro; y en el tacaño pero tierno Nick, un hombre mayor que regenta el negocio y que se casó con una mujer joven y hermosa. Un triángulo que el destino golpea siempre dos veces.

También, es una película de amor, de ambición, de odio y poderes corruptos. Ni un personaje secundario, con los que se relacionan la pareja protagonista, sale bien parado. Y eso que dos de ellos son directos representantes de la ley (el fiscal del distrito y el abogado defensor). Y, también, una película sobre la confianza que en cada momento salta por los aires. Una pareja que se destruye y se rompe poco a poco por la mentira, los intereses, la traición, los malentendidos…, y sin embargo, Frank y Cora sobre todas las cosas intentan seguir amándose y dándose una y otra vez una oportunidad. Pero el destino nunca les deja tranquilos…, y el cartero siempre llama dos veces.

El irregular Tay Garnett ofrece una película solida en la que cuenta con una pareja protagonista con química y además mítica: una impresionante Lana Turner como Cora y un atractivo y, actualmente olvidado, John Garfield. Además, muy bien acompañados por buenos actores secundarios (nunca se les hace la suficiente justicia) como Cecil Kellaway como Nick (ese hombre al que odias  –lo vemos con los ojos de Cora y Frank al que en un momento dado sólo le vemos defectos– pero también da pena en su papel de pobre hombre tacaño, algo alcohólico, machista, ingenuo y no con muchas luces…, es una víctima a la que nadie importa). O los rostros cínicos y personajes desagradables que llevan a cabo con maestría Hume Cronyn (que hace poco le vi en el papel impresionante de policía malo en Brute force) o Leon Ames.

Tay Garnett cuenta no sólo con buenos actores sino con un buen guión de Harry Ruskin y Niven Busch, una buena fotografía en blanco y negro y una música envolvente. De esta manera nos queda en la retina un montón de momentos cinéfilos: ya había visto varias veces la aparición de Cora de blanco impoluto y sensualidad a flor de piel. Las escenas de la playa. Los dos momentos en que los protagonistas tratan de asesinar a Nick, el que ellos creen, equivocadamente, que les impide cumplir sus sueños. Todas las escenas en que los protagonistas luchan por combatir las dudas que tienen sobre el otro…, en fin, a qué esperan para sentarse y disfrutar de una historia de destino y amor fatal.

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