Topol baila y nos dice a todos lo que haría si fuese rico…, ¡Tradición!

El rostro de Chaim Topol llena la pantalla de El violinista en el tejado (Fiddler on the roof, 1971) de Norman Jewison.

La película llevaba a las pantallas un musical de Broadway de éxito que en Estados Unidos fue protagonizado por Zero Mostel. Pero Jewison decidió que el papel era para el actor israelí Chaim Topol que también estaba representando la obra en Londres. La historia era una adaptación de varias obras del escritor ruso y judío Sholem Aleijem.

La metáfora de la película es un violinista en un tejado, ¡difícil no!, que contó con la interpretación de Isaac Stern, uno de los mejores concertistas en este instrumento del siglo XX.

La historia transcurre en una aldea ucraniana, Anatevka, en el año 1905, una comunidad en la que conviven judíos y ortodoxos de manera más o menos cordial. Es un periodo de cambios. Cambio de tradiciones, de ideologías, de costumbres…, un momento de crisis. Ya los rusos se plantean otra Rusia que no sea bajo los mandatos del Zar. Los tiempos anteriores a la Revolución. Pero hay otros cambios familiares que van transformando las tradiciones en este caso judías y de una familia humilde. El padre de familia, el lechero Tevye, fuerte, poderoso, protector, travieso… tiene cinco hijas que casar, sobre todo a las tres mayores, pero ellas se revelan a las tradiciones. Aman al padre pero le hacen ver que los tiempos cambian y avanzan. Y él que es buen hombre va asumiendo esos cambios. Pero también cambia el país, las creencias y sobre todo viven en su propia piel los problemas del pueblo judío bajo los mandatos del zar que les hace abandonar sus tierras y fijar el rumbo a otros mundos o países distintos. Nuestros protagonistas terminarán dirigiéndose a Nueva York.

El violinista en el tejado es un musical de los de siempre que salió adelante en un momento de pánico en los estudios de Hollywood que estaban en crisis porque el sistema en el que se había sustentado caía en picado. Una superproducción que bajo la batuta de Jewison llegó a buen puerto con mil y una penurias para ajustar presupuestos.

El director cuenta con una filmografía variada y a tener en cuenta de las que yo destacaría En el calor de la noche, El caso de Thomas Crown (la primera versión con Stevie McQueen y Faye Dunawy), Jesucristo Superstar,  Agnes de Dios o Hechizo de Luna.Y como musical, que además es un hermoso documento de un momento de cambio, y también de cómo eran las costumbres de la comunidad judía a principios del siglo XX, está plagado de secuencias inolvidables.

La secuencia: como pasa habitualmente son muchos los momentos a destacar. Pero Topol me entusiasma porque tiene un rostro que dice mucho y un cuerpo que expresa más. Con ese movimiento de brazos, me enloquece con sus firmes canciones de Tradición y Si yo fuera ricoTopol es ideal como buen hombre, fuerte, y amante de lo único que posee, sus cinco hijas y su señora esposa. Es protector pero también divertido. Y él imprime fuerza.

Sus tres hijas hacen que se caigan sus convicciones pero como buen padre sólo quiere la felicidad de sus niñas…, y aunque siempre le cuesta, asume. Porque él sabe, aunque le cueste reconocerlo, que los tiempos cambian.

Así cede a que Tzeitel se case con el amigo de la infancia, el tímido sastre Motel, en vez de con el viejo y rico carnicero del pueblo con el que había sellado el compromiso. La escena de la boda es emocionante y hermosa.

Y cede también separarse y dar su bendición (que no su permiso porque ni siquiera se lo piden) a su adorada Hodel que se enamora del protegido del padre, un chico con ideas comunistas que cree en una Rusia Libre pero por ello es detenido. Y Hodel decide irse a Siberia a estar junto al amado y deja a un padre desolado y preocupado en las vías de un tren. El padre no sabe si volverá a verla. Pero la entiende, a ella también la duele pero está enamorada.

Y, finalmente, aunque le cuesta, acepta la decisión de la dulce Chava. La más joven y valiente. Porque cree que judíos y ortodoxos pueden convivir y mezclarse. Y para demostrarlo se une a un joven ortodoxo que la ama.

También, querría lanzar lo inolvidables que son todos los personajes secundarios que pueblan esta historia: la madre, la casamentera, el rico carnicero, el delicioso rabino, el ortodoxo soldado que cumple órdenes aunque sabe que no son justas…

¿Quieren más momentos inolvidables?

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