Nido de víboras (The snake pit, 1948) de Anatole Litvak

Nido de víboras es de esas películas aisladas y extrañas que merece la pena visionar. Aisladas y extrañas por la temática que tratan y por el tipo de películas que son. La historia que nos cuenta transcurre en los años 40 en un Centro Psiquíatrico Femenino en EEUU. Todo un documento sociológico interesante que además nos deja ver la buena interpretación de la actriz Olivia de Havilland ya alejada de su imagen de novia del héroe o de su papel dulce (que no cursi, a veces, los doblajes juegan esa mala pasada) de Melania en Lo que el viento se llevó.

Su director Anatole Litvak llevó a cabo una curiosa filmografía que ha caído en el olvido (Tovarich, Voces de muerte, Anastasia o Rojo atardecer) y en esta película ofrece un tema complejo: el estado y los métodos de trabajo de un Centro Psiquíatrico Femenino público a mediados del siglo XX a través de la mirada de una enferma mental (Olivia de Havilland).

Una mirada compleja porque por una parte denuncia una situación pero por otra habla sobre las virtudes de los tratamientos psiquiatricos. Habla de la dureza de estos centros, de la falta de recursos, del hacinamiento, de las duras reglas y de las condiciones que tenían que vivir las pacientes. Los doctores (sobre todo dos que son los más cercanos a la paciente protagonista) no salen mal parados de la crítica. Sobre todo el personaje del doctor Kik (Leo Genn) que trata a su paciente con los distintos métodos con los que cuenta (aunque muchos de ellos apenas se emplean ya o no de la misma manera), sabe que está enferma y nunca pierde la perspectiva de que puede conseguir que tenga una vida más digna o superar su problema mental. Pero sí salen mal paradas el colectivo de enfermeras que las someten a una disciplina férrea y a unas normas estrictas, con educación, pero con poca capacidad de cariño y relación con una frialdad que da a veces escalofríos.

El director cuenta su historia entre luces y sombras, con un aire de cine negro, y cuenta con imágenes llenas de interés y plantea situaciones y momentos inolvidables (como el baile entre internos, hombres y mujeres, y la canción final o la escena que hace alusión al Nido de víboras del título). Olivia de Havilland realiza una interpretación impecable donde se ve su evolución durante su enfermedad mental y su relación con el centro en el que vive (los distintos pabellones), la convivencia con las compañeras y con el equipo profesional que la rodea cada día. Quizá el motivo de su inestabilidad mental no sea muy brillante pero no importa porque la película recrea momentos en la institución mental muy buenas y realistas. Por citar algunas caras conocidas entre las pacientes se encuentran Betsy Blair o Celeste Holm. En su momento fue una película incómoda porque denunciaba la situación de estos centros de los que se hablaba muy poco porque eran instituciones cerradas y nadie sabía que pasaba de puertas para adentro.

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