Diccionario cinematográfico (73)

Periodistas (1ª parte): Yo, Hildy Johnson en mi luna nueva colgada de mi ex esposo que además es mi jefe y me sienta en máquina de escribir y hace que un día y otro sí me sienta cansada y apasionada, apasionada o cansada… 

O Ann Mitchell (Barbara Stanwyck) que buscando a un Juan Nadie que se ha inventado para recuperar un trabajo encuentra un Gary Cooper con cara de inocente que vaga por la Depresión que le deja sin futuro y que se enamora de sus ojos y se cree el discurso de opinión de su reina que se inspira en el padre ausente.

O Nick Condon pegando brincos con cara de James Cagney, editor de periódico y periodista en Japón que revela un plan de conquista de los japoneses que son muy malos porque estamos en la segunda guerra mundial y nos entretiene con sus brincos y aventuras y sus besos a la angelical Sylvia Sydney. 

O, quizá, una Jean Arthur cínica y divertida que ridiculiza a un nuevo rico con cara otra vez  de Gary Cooper en cada uno de sus artículos pero termina rendida a sus pies cuando descubre que hay detrás un hombre bueno (El secreto de vivir).

O, esos periodistas del corazón, del de antes, que persiguen a hijas rebeldes de millonarios pero terminan enamorándose de ellas y derrumbando el muro de jericó (Sucedió una noche, atractivo Clark Gable); o aquel que enseña a un princesa Roma en moto y terminan viviendo un amor imposible porque ella debe cumplir un protocolo que la encanta saltarse sobre todo con un periodista con cara de Gregory Peck (Vacaciones en Roma); o aquel escritor fracasado que trata de ganar dinero en el corazón y tiene que hacer una entrevista a familia de millonarios excéntricos que desprecia y se encuentra deslumbrado por hija con complejo de estatua de piedra y terminan los dos bajo la luna borrachos como cubas (Historias de Filadelfia).

O, aquel cronista del corazón, italiano, con problemas existenciales que tiene que seguir a una exuberante rubia por la Fontana de Trevi. Que está más perdido que los corazones a los que sigue. Pero que vive la Dolce Vita cada segundo de una existencia vacía.

O, tal vez, aquel periodista que quiere ser grande y va tras la gran noticia y como no le llega, la crea. Una noticia para grandes titulares. Y no lo importa nada de lo que tiene que hacer para conseguir la gloria de la prensa escrita. Llega hasta poner en peligro la vida de un ser humano. Y cuando se da cuenta ya es demasiado tarde. Y Kirk Douglas te hace temblar (El gran carnaval).

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