Marilyn Monroe de Donald Spoto (Anagrama Compactos)

Tinta y más tinta cuando estaba viva y también ríos y ríos de tinta cuando dejó a sus treinta y seis años un bello cadáver en un mes de agosto de 1962. Figura, mito, estrella, actriz, modelo, cantante, sex symbol, mujer de carne y hueso diseccionada y analizada una y otra vez. La Monroe seguro que nunca fue consciente que aún hoy sigue siendo un icono y sobre todo que, tristemente, como vio en vida, su imagen sigue siendo explotada y generando ingresos. 

Donald Spoto, de profesión biógrafo, analiza al mito rubio y con una cuidada investigación nos ofrece su vida, tira mitos y reinterpreta su vida. 

Así la venus rubia y desgraciada recobra de nuevo vida. Monroe dejó un breve legado cinematográfico, legado icónico y dulce. Apariciones breves que retoman importancia por la figura en la que se convirtió. Otros papeles de los que quería alejarse. Interpretaciones donde exalta una rubia de ojos tristes muy divertida. Pivota entre el drama y la comedia. Y en algunos momentos su fuerza en la pantalla es mágica. Donald Spoto deja al descubierto una Monroe que nunca llegó a estar satisfecha con los papeles que le tocó interpretar. La Monroe fue una de las actrices que luchó y peleó contra los fuertes contratos del sistema de estudios. Ella fue la rubia de la Fox que les salió más rentable y rebelde. El icono del Hollywood glamuroso quiso huir del país de los sueños rotos. 

Ahí nos encontramos con sus breves apariciones en Clash by night de Fritz Lang, La jungla de asfalto de John Huston, Eva al desnudo de Joseph L. Mankiewicz, su brevísima y explotada posteriormente intervención en Amor en conserva (con Groucho Marx) o en esa joya tan divertida que es Me siento rejuvenecer de Howard Hawks. Después, vinieron los protagonistas. El primero su papel más alejado del prototipo futuro, la Monroe se convierte en niñera psicópata y no la sale nada mal en Niebla en el alma. Después llegarían los papeles que la elevarían al altar de la rubia sex symbol con voz de terciopelo más si cantaba: Niagara, Los caballeros las prefieren rubias o Cómo casarse con un millonario. 

Uno de los directores que supo lidiar con el potencial de una de las actrices más inseguras y complicadas fue Billy Wilder. Él supo ver que la Monroe no sólo era divertida sino la mujer de los sueños. Y le ofrece dos papeles bombón. La vecina de arriba, el sueño erótico de todo hombre, en La tentación vive arriba. Y la hermosa, triste y divertida a la vez cantante Sugar que busca el amor y que nunca pierde su inocencia en Con faldas y a lo loco. 

También, la rubia llega al máximo esplendor en belleza y magia creativa en su aventura independiente (junto al fotógrafo Milton Greene, dos espíritus atormentados y una aventura que terminó mal para los dos). No sólo fue magníficamente fotografiada por Milton sino que además realizó sus interpretaciones más tiernas en esas pequeñas pero entrañables películas que son Bus Stop y El príncipe y la corista. Su última película completa fue tormentosa, un rodaje duro, que significaba también el fin de su tercer matrimonio…, pero es una película que tiene algo triste de explicar. Una película sobre la decadencia pero con las dosis de ternura que da Marilyn a un triste personaje: Vida rebeldes de John Huston. Y, por último, las imágenes mágicas que dejó con serena y madura hermosura de una rubia entre melancólica y divertida con una sensualidad a flor de piel en Something got to give. 

Uno de los aspectos que señala Spoto en su biografía es el paralelismo de esta rubia con otro mito sexual de los años treinta. Paralelismos en sus vidas, en sus relaciones con los estudios, con los hombres; paralelismos como sex symbols, en sus caracteres, en sus físicos, en sus formas de vivir la vida y el sexo… El mito de los años treinta ha caído en olvido pero en su momento fue toda una estrella y una figura tan influyente como Marilyn en el imaginario cinéfilo. Se trata de Jean Harlow (actriz que voy descubriendo poco a poco y de la que hablaré algún día). 

Marilyn y los hombres. Nunca llegó a establecer una relación estable. Y no tuvo muy buena suerte ni con sus tres maridos ni con otras relaciones. Me sorprende que quizá la más tranquila y la que menos la dolió fue la relación que estableció y vivió junto al director Elia Kazan. Su primer matrimonio con Jim Dougherty se realizó por conveniencia, los dos eran demasiado jóvenes y no construyeron nada. Con su segundo marido, Joe DiMaggio, el deportista, héroe y leyenda del béisbol, tuvo una primera parte tormentosa de celos y dolor…, pero después siempre fueron buenos amigos, Joe la cuidó hasta el final, e incluso quizá se hubieran casado por segunda vez. Y el que peor sale parado, según el biógrafo Spoto, es Arthur Miller del que, a mi gusto, realiza un desagradable retrato. Otra historia que no recordaba es que fue una de las mujeres que enamoró a Frank Sinatra. 

Spoto desmitifica y echa por tierra la relación de Marilyn Monroe con los hermanos Kennedy. Según su investigación, puede que con el presidente John viviera una noche íntima (pero que no significó nada para ninguno de los dos) y asegura que jamás salió o tuvo relaciones con Bobby con lo cual deja claro que todas las teorías que especularon sobre la relación de su muerte y la Casablanca son maliciosos rumores que no se sostienen por ninguna parte y que sólo sirvieron para que ciertas personas ganaran dinero a costa de disparates. 

Otro triste episodio es el daño que hizo a la actriz su relación con el psicoanálisis y la mala suerte que tuvo al topar con ciertos profesionales de psiquiatría que la hicieron más daño que otra cosa tanto por el tipo de terapias así como por los medicamentos a los que se sometió durante años. Para mí ha sido una especie de novela de terror la descripción de dos personajes que estuvieron a su lado al final de su vida: el doctor Ralph Greenson y el ama de llaves, Eunice Murray. Sólo estas personas, si hubiesen hablado claramente, podrían haber aclarado qué fue realmente lo que le ocurrió a la actriz en las últimas horas que estuvo con vida. 

Y seguimos desgranando la figura la Monroe, la niña de infancia triste e inestable, la que tuvo una madre Gladys, que tampoco recibió la atención médica adecuada que la alejó para siempre del mundo real y de Marilyn (que siempre la cuidó pero en la distancia), la de padre desconocido, la que dependía de profesores y profesoras de interpretación por inseguridad y que éstos aprovecharon al máximo la cercanía con la estrella que daba dividendos. Vivieron bien, económicamente, a su lado; establecieron relaciones que se volvieron dañinas con el paso del tiempo.  

La Monroe que sólo se sentía segura y feliz bajo el objetivo de una cámara fotográfica, la que nunca encontró felicidad o algo de estabilidad, la rubia compleja, la insegura que quería ser actriz e hizo todo lo que estaba de su mano, la que no quería que se aprovecharan de su imagen e incluso después de muerta se siguen aprovechando, la que sabía que era un producto y jugaba a ello pero a veces se cansaba, sabía que Marilyn Monroe era una creación propia, y se dirigía a ella en tercera persona, la que nunca se encontró con Norma Jean aunque lo intentó hasta el final… el icono melancólico que tantas veces fue capaz y es capaz de hacernos sonreír…, quizá ahora, se encuentre en el Olimpo representando los papeles que tanto deseó, quizá alguna heroína de algún dramaturgo o novelista ruso que tanto la gustaba…

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