El séptimo cielo (Seventh Heaven, 1927) de Frank Borzage

Mis queridos compañeros, ¿recuerdan que en enero de este año realicé un post sobre el remake de esta película en 1937 por parte de Henry King donde confesaba que no había podido ver la primera versión de 1927 de Frank Borzage?

Bien, pues el otro día aprovechando rebajas, me hice con la película muda de 1927 y aquí confieso que me ha encantado y en muchas cosas me ha llenado más que la de Henry King (que no obstante me parece un remake brillante).Y es que la emoción llega a lo sublime en este precioso cuento. Y vuelvo a repetirlo que hay que verlo como cuento intenso. Y, no sé, llega a lo más hondo. Celebro de nuevo mi encuentro con Diana, Chico y el cielo.

La pareja protagonista tiene mucha más química, es más hermosa (con permiso del gran James Stewart y la misteriosa Simone Simon), y presentan un mayor erotismo inocente. Fue la primera vez que se unieron en la pantalla Janet Gaynor y Charles Farrell y en vista del éxito obtenido no extraña que se convirtiera en una de las parejas románticas más populares de los años treinta.

Los dos muestran belleza, frescura, espontaneidad y con unas interpretaciones vitales y contenidas, nada comunes en el melodrama mudo. Son inolvidables sus escenas cotidianas en esa buhardilla que es su séptimo cielo particular. Farrell era un hombre apuesto y con casi un 1,90 de altura y la Gaynor era una mujer frágil y pequeña. Su combinación hace una pareja de cine, ¿cómo olvidar ese beso de Chico donde coge en brazos a una Diana que cuelga en sus brazos feliz y extasiada?

La representación de los bajos fondos parisinos es aquí más extrema así como la maldad de Nana, la hermana maltratadora de Diana. Una mujer castigada por la vida y alcohólica. También, es más evidente la enorme brecha entre ricos y pobres y la crítica evidente que realiza Frank Borzage, algo que desaparece en el remake de 1937. El juego de luces, la fotografía, las tomas y los decorados son sorprendentes. Ese ático maravilloso que hace vivir a Chico cerca de las estrellas es un escenario sorprendente así como las escaleras de acceso hasta él.

El amor que se profesan ambos es tal que hace irresistible esa escena de una Janet Gaynor vestida de blanco antes de que Chico parta a la Primera Guerra Mundial. Una intensidad que hizo a esta película amada por el movimiento surrealista que obvió el sentido religioso y espiritual de la obra y se quedó con el amor fou de los protagonistas.

Y ese sentido religioso y espiritual no estropea la película porque al final es el amor que se profesan ambos lo que les hace tocar el cielo. Me explico, en la película queda patente el ateismo inocente de Chico pero su amor a la vida, a enfrentarse sin miedo, a mirar siempre hacía arriba, a luchar por conseguir una vida mejor, a la vitalidad… Diana irrumpe en su vida sin ninguna esperanza, con miedo, con ganas de morir…pero recupera la ilusión, mira hacia arriba y desaparece el miedo por su relación y enamoramiento de Chico. Ambos, cuando les separa la guerra, se mantienen unidos, porque Chico le promete a Diana que siempre la visitará al séptimo cielo a las 11.00 de cada mañana.

Cuando todos quieren hacer creer a Diana que Chico a muerto durante la contienda. Ella no cree. Nunca Chico ha dejado de visitarla. Sólo duda cuando el cura le ofrece la medalla de Chico diciendo que éste se la dio antes de morir. Y entonces ella decide no creer porque se siente engañada al dudar de que su comunicación diaria —que era casi una oración— con Chico durante cuatro años ha sido ficticia. Pero Chico regresa, sin vista, pero con los ojos llenos de ella. Él sí que cree porque ha vuelto a ella. Creen por su loco amor… Nunca dejaron de visitarse y comunicarse. ¡Vaya historia!

Y todo filmado con una delicadeza extrema y hermosa y con una música de fondo inolvidable que también empleó Henry King. También, se ve la influencia de Murnau que en aquellos momentos estaba terminando Amanecer, también con la Gaynor, y que todos técnicos y directores estaban entusiasmados con su manera de narrar cinematográficamente.

De nuevo, me dejé arrastrar, sin remedio, por Diana, Chico y el cielo.

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