Diccionario cinematográfico (66)

Gesolmina: cada persona, cada objeto tiene una función en la tierra. Nada no vale nada, valga la redundancia. Hasta una pequeña piedra sirve para algo. Ya lo dice el loco equilibrista, el que sabe que va a morir pronto. El que se ríe de todo hasta de la vida. El que se enternece con Gesolmina, cara de alcachofa. El que le regala una melodía. La mujer payaso, la charlot femenina, enternece con su miradas y gestos. Logra hasta que el gran bruto Zampanó se humanice un poco. Gesolmina va cual principito con su capa, su falda y sus botas… y ese corte de pelo rubio. A Gesolmina le gusta ser artista. Aunque sea ambulante. Ella decide ser enfermizamente fiel al bruto…, quizá, piensa que sirve en el mundo para darle cariño, para quererle. Pero la pobre se hunde cuando Zampanó no sólo es bruto sino cruel y cobarde. Y ella ya no puede. Sólo le queda dar las gracias y tocar su melodía en trompreta desafinada. Gesolmina tiene cara y andares de poema. Y, sólo en el recuerdo, logra humanizar a Zampanó que tarde descubre que está solo… sin Gesolmina a su lado.

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