Un rayo de luz (No way out,1950) de Joseph L. Mankiewicz

Me encanta sorprenderme una y otra vez con películas que van cayendo en mis manos. Y eso ha sucedido con una joya llamada Un rayo de luz. Una película del primer año de la década de los cincuenta cargada de contenido, maravillosamente interpretada y con una sólida historia. Una película que toca un tema candente en el momento con una mirada hacia el progreso y hacia la eliminación de la discriminación racial. 

Esta película fue una nueva apuesta del productor Darryl F. Zanuck que siempre apoyó películas que tocaban, con realismo, problemas sociales del momento o buenas historias que llegaban al público (El séptimo cielo –la versión de los años 30–, Las uvas de la ira, ¡Qué verde era mi valle!, La barrera invisible, Pinky, la película que nos ocupa, esa obra maestra que se llama Eva al desnudo, ¡Viva Zapata! o Confidencias de mujer). 

El director y coguionista es el gran Joseph L. Mankiewicz, un artesano y creador que ponía su creatividad al servicio de películas redondas. No se le resistía género alguno y casi siempre daba en el clavo a la hora de rodar, escribir y crear. Una revisión de su obra nos muestra un Mankiewicz, maestro en la narración clásica cinematográfica y un director de riesgo cuando la historia que iba a contar lo requería. Sólo un vistazo a su obra, nos pide a gritos un estudio en profundidad: siempre mágica El fantasma y la señora Muir, una joya Eva al desnudo, un acierto shakesperiano Julio Cesar, cine dentro del cine en La condesa descalza, un musical original Ellos y Ellas, un Tennesse Williams en toda su crudeza De repente el último verano o dos divertimentos maestros y juegos cinematográficos Mujeres en Venecia y La huella. 

En el terreno de la interpretación Un rayo de luz es un drama lleno de sorpresas. Es la primera vez que aparece en pantalla un jovencísimo Sydney Poitier, con 22 años, y ya tiene una presencia y una fuerza difícil de olvidar. Richard Widmark vuelve a sorprender con su versatilidad como intérprete en un papel magnífico como un malo malísimo, un delincuente de barrios bajos con un racismo rozando lo patológico, que finalmente logra presentarse como víctima y que de alguna manera se entienda su carácter. Otra agradable sorpresa es una Linda Darnell como una mujer que también ha llevado una vida dura y en barrio deprimido –pero que trata de huir de sus orígenes y sobrevivir a toda costa–, aparece y se comporta como mujer fatal y dura de corazón, pero se va transformando y toma conciencia. 

El argumento narra cómo dos delincuentes hermanos, tras una persecución policial, son ingresados en un hospital heridos de disparos, y son atendidos por un doctor negro (Sydney Poitier). Cuando el doctor está cuidando y tratando a uno de los hermanos, que está muy grave, éste muere. El otro hermano –Richard Widmark– que muestra desde el principio una actitud racista enfermiza le culpa de asesinato. Aquí se presenta el drama y el conflicto. 

Un rayo de luz no pierde en ningún momento su ritmo. Y, además, lo que me sedujo y me llenó absolutamente fue la presentación de la discriminación racial y el retrato de los personajes de la comunidad negra. Normalmente, en Hollywood era raro, y muchas veces hoy en día cuando se tocan películas que narran acontecimientos históricos del pasado, mostrar a personajes negros sin salirse de estereotipos marcados y dados por puntos de vista de población blanca (los ejemplos son interminables desde Lo que el viento se llevó a El color púrpura, Tomates verdes fritos o La milla verde). Aquí en esta película se adelanta en el tiempo y a la lucha contra la discriminación racial que llegaría a su punto álgido durante los años sesenta. Los personajes afroamericanos, conscientes de vivir una situación injusta y de discriminación, tratan de luchar para salir de esa situación, reaccionan a las injusticias, se defienden y tratan de encontrar su hueco en una sociedad que les rechaza aspirando a puestos de trabajo profesionales o exigiendo un trato de igualdad y poseer los mismos derechos y deberes. Sidney Poitier pone los cimientos para la representación cinematográfica del afroamericano de una manera más progresista y real. 

Un rayo de luz cuenta con un buen guión, una buena fotografía en blanco y negro, una música que llena la historia y secuencias de interés que hacen avanzar la historia y a la vez nos muestra la evolución de los distintos personajes en el drama. Imágenes inolvidables como el diálogo entre la cocinera afroamericana del doctor jefe (Stephen McNally, personaje mediador y quizá el menos rico en matices) y una confundida Linda Darnell; las escenas en la casa familiar de Sidney Portier; el enfrentamiento entre afroamericanos y la población blanca en un garaje de desguace de un barrio deprimido; todas las escenas que protagoniza Richard Widmarck, un delincuente sin escrúpulos pero que va mostrando un pasado miserable que explica su comportamiento y sus enraizadas y odiosas actitudes racistas hasta convertirse en una víctima enferma (impresionante cómo el doctor negro antepone su profesión médica y no cede al odio ante tal personaje) y muchas escenas más que hacen que la visión de esta película sea emocionante además de un documento visual para el debate y la reflexión.

2 comentarios en “Un rayo de luz (No way out,1950) de Joseph L. Mankiewicz

  1. Me ha encantado este comentario.
    Coincido plenamente con ese comentarista y me corrobora mis percepciones al completo.
    Me siento muy satisfecha de haberpodido encontrar esta crítica tan acertada.

  2. Bienvienida, Ana Isabel
    Disculpa la tardanza en contestarte.
    No me había dado cuenta de que me habías escrito.
    Me alegra que te haya gustado lo que expresé hace tantos años por Un rayo de luz.
    Qué película más buena. Y qué oportunidad para ver a Sidney Poitier y a Richard Widmarck en una película realmente potente.

    Beso
    Hildy

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