La sal de la tierra (Salt of the Earth, 1954) de Herbert J. Biberman

Hoy es 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, y podría hablar de muchas películas o muchos temas sobre mujer y cine, pero hoy va mi homenaje a las mujeres informando y recomendando una película americana de los años cincuenta: La sal de la tierra de Herbert J. Biberman. Así continuo con la pequeña serie que he comenzado en esta sección del viejo baúl comentando películas que pueden hacer entender algo más el periodo de Caza de brujas en Hollywood (no olvidemos que esta caza de brujas se dio en más sectores de trabajadores, pero el gobierno sabía que si se metían en la meca del cine sus acciones iban a tener mucha repercusión pública). 

Lo primero que te llama la atención de esta película es que cincuenta años después no ha perdido vigencia ni fuerza. La historia es de una honestidad que desarma: trata sobre lo injusto de que exista cualquier tipo de discriminación. En el trabajo, en este caso todos los mineros –tanto los mexicanos como los anglos– piden más condiciones de seguridad en su labor (tema todavía vigente como los otros planteados), a su vez los trabajadores mexicanos piden igual trato que el que tienen los trabajadores anglos.  

Ambas facciones se unen en la huelga para presionar a la compañía y lograr mejoras que beneficien a los trabajadores. Pero lo hermosísimo y bien contado en esta película es las reivindicaciones de derechos y deberes de las mujeres mexicanas y anglos de los mineros. De las amas de casa, madres y abuelas, que hacen abrir los ojos a los hombres en esta lucha contra la compañía. Las mujeres solicitan poder votar en el sindicato, logran –ante una trampa judicial tendida por la compañía a los trabajadores– formar piquetes de mujeres, igual de efectivos que los de sus maridos, piden organizarse y que sus maridos se den cuenta de que juntos pueden conseguir los objetivos de la huelga. 

Las mujeres se alzan con los mismos derechos y deberes a la hora de encarar la huelga, hacen que sus maridos traten de dejar su machismo a un lado y colaboren por igual en las tareas domésticas, tengan en cuenta sus derechos sexuales y no empleen la violencia doméstica porque en el hogar no tiene que haber liderazgo sino compañeros que comparten la lucha, las tareas, la vida… Caminan juntos. Aunque esta lucha de las mujeres les cuesta su trabajo (al igual que el conseguir que la compañía acceda a negociar), muchos hombres no entienden la iniciativa de sus mujeres. La protagonista le dice a su marido: “¿Por qué quieres que yo también me sienta inferior aquí en casa?” 

Lo segundo, de esta película emocionante y sencilla, es que Biberman empleó actores profesionales y no profesionales, se puso a contar un acontecimiento real –sobre una huelga de mineros del zinc en Nuevo México a principios de la década de los cincuenta– y consigue un tono realista y documental a la vez que ofrece puro cine.  

Sus imágenes y el guión son tan fuertes que te tienen pegados a la pantalla. Aquí Biberman emplea muchas técnicas y formas de contar las películas que años más tarde han empleado directores, por ejemplo, del cine británico (Ken Loach) o francés (B. Tavernier). En su montaje y uso de la fotografía podemos ver influencias de neorrealismo y del cine ruso de los años veinte y treinta. La sal de la tierra es una película humana, muy humana, y no cae en lo panfletario sino que trata temas de importancia universal para hombres y mujeres. 

Lo tercero, su rodaje y estreno fue toda una odisea pero al final el producto cinematográfico salió adelante. Todos los responsables de la película estaban siendo perseguidos, y algunos habían sido privados de libertad, por el Comité de Actividades Antiamericanas. Sufrieron todo tipo de presiones e impedimentos para que la película no se llevara a cabo. Desde una persecución atroz en la prensa estadounidense (sin saber realmente de qué iba la película –todo fruto de ambiente paranoico–) hasta todo tipo de problemas de producción que hacían imposible la consecución final del producto. Llegaron incluso a detener a una de las actrices profesionales y además protagonista de la película, la actriz mexicana Rosario Revueltas, la deportaron a México sin dejársela acabar (además en México tampoco encontró jamás trabajo como actriz y tuvo que emigrar a Europa donde hizo carrera en teatro en Alemania). Pero, una vez allí ella siguió dentro del proyecto, y lograron terminar el producto y lo que faltaba de su trabajo en su país de origen. Rosario Revueltas con su rostro transmite el paso de una mujer sumisa y decaída a una mujer que lucha por sus derechos y los de los demás con plena seguridad en sí misma. 

Por supuesto, no pudo tener un estreno y una distribución normal y fueron muy pocas salas las que exhibieron La sal de la tierra. A pesar de todas las dificultades, se terminó La sal de la tierra, un producto que destila magia y libertad creativa. Tanto el director Herbert J. Biberman y su esposa la actriz Gale Sondergaard, como el guionista Michael Wilson, como uno de sus productores Paul Jarrico (todos afectados por la Caza de Brujas) como los actores no profesionales –algunos de ellos mineros y sus esposas–, actores profesionales y todos los demás participantes de la película lucharon para que el producto llegará a su final, sin importarles las consecuencias que tendría para su vida futura. Desde la búsqueda de presupuesto (la película fue producida también por el sindicato internacional de mineros y trabajadores del metal) hasta el revelado de la película, todo eran obstáculos y dificultades que fueron salvando poco a poco.  

Hoy La sal de la tierra tiene un valor histórico, cultural, documental y social que le aseguran su permanencia en la memoria cinéfila.

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