XXII edición de los premios Goya 2008

Me voy a dejar llevar únicamente por el amor al cine, sin críticas ni peros a la Gala (a veces falta un poco de magia, de más amor, no a los participantes o premiados, sino al acto en sí –aunque sé que es misión harto complicada–…, pero siempre hay momentos emocionantes).

En mi particular análisis –confesando que no he visto todas las películas nominadas que ya voy a ir buscando en mi videoclub– me decía que no podía ser, totalmente, la noche de El orfanato. Yo, ya comenté, que me lo pasé bien viéndola. Que se ve una obra colectiva de gente ilusionada y que siente mucho amor por el cine…, pero tenía mis peros. Porque ya se sabe que cine no es sólo la capacidad de atraer a la taquilla y de un muy buen trabajo de promoción. Como ópera prima es una obra muy válida, dentro del género de terror-gótico-poético-estético también tiene sus valores pero pensándola mucho para mí no es un producto redondo sobre todo en la forma de contar la historia y en algunas fallas de guión. No me imagino cómo pasará el tiempo para El orfanato. Si tal vez caerá en el olvido.

Respecto, a la sorpresa de la noche, que también he podido disfrutar, La soledad, reconozco la valentía en sacar un producto semejante. Me quedo con el rostro y el trabajo de varios actores y reconozco que el uso de la técnica de polivisión sirve para expresar el sentimiento de aislamiento, incomunicación y soledad de los personajes. Me parece bueno defender este tipo de cine y defender otra manera de contar historias. Y, también, me gusta el amor que siente hacia este arte creativo-colectivo su director Jaime Rosales. Pero aunque hubo cosas que me entusiasmaron, me dejó bastante fría. El revoltijo de sentimientos que siento ante otras películas, que también considero difíciles, no me llegó con La soledad. Y, siempre pienso que el cine es expresión creativa pero, también, creo en su capacidad de recepción, de llegar al espectador (y me remito a algunas obras del filandés Kaurismaki, de José Luis Guerín, de John Cassavettes, de Michael Haneke, de los hermanos Dardenne…).

También, me alegré por los Goya que consiguió otra ópera prima, Bajo las estrellas de Félix Viscarret. A mí me encantó el personaje de Antonio San Juan. Y, me emocionaron  muchas escenas de esta historia intimista. Me gusta, ya he dicho, el reconocimiento de nuevos talentos que se lanzan a la aventura del cine y se nota que lo aman. Tampoco me pareció finalmente un producto redondo pero reconozco que en muchos momentos me trasladó a un viaje bajo las estrellas.

No he visto Las 13 rosas, quizá por miedo, aunque intuyo que quizá me guste. Hubo una época de mi vida que leí bastante sobre esta historia y fue un descubrimiento que me emocionó. Era un momento en que me interesé por el papel de la mujer en los distintos aspectos de la Guerra Civil Española y recuerdo que me quedé en mi cabeza con una frase de Conesa, que no haya olvido. No querían ser olvidadas. Y, quizá, la reconstrucción que tengo en mi cabeza no coincida con su traslado en la pantalla pero, no obstante, los Goya a Roque Baños (que me pareció entrañable) y a José Luis Alcaine (que demostró su respeto hacia las trece niñas que vieron truncadas sus vidas), me hicieron recapacitar y creo que me apetece verla. Porque intuí amor hacia esa historia.

Lo de Alfredo Landa me dejó en el sitio porque le pasó lo que yo creo que él nunca esperó que le pasase, y por eso lo vio positivo, y es que se quedó sin palabras. Supongo que pasaron miles de emociones, imágenes, recuerdos…, por su mente. Y sólo pudo articular al final, palabras de agradecimiento y pedir la compañía de la familia a la que ama. La emoción le cortó el discurso a un hombre que se ha mostrado siempre camaleónico. Quizá, su despedida del cine le está costando más de lo que esperaba…, y el maestro se quedó sin poder articular discurso coherente. Alfredo Landa cuenta un poco de la historia de nuestro cine. Muchas de sus películas son un documento sociológico de una España que ya no existe, ya lo dicen en todas partes, realizó un tipo de película que llevó su apellido, el landismo (y reconozco que ese tipo de cine no me transmite gran cosa pero forma parte de nuestra cinematografía y mirándolo desde un análisis histórico y sociológico puede aportar información valiosa). El cine de un país que empezaba a abrirse a otras fronteras, a otras maneras de ver la vida, un cine que narraba el desarrollismo bajo una dictadura, con todo lo bueno y todo lo malo. Detrás de Landa siempre estuvo el intérprete, y después y antes de este tipo de comedias, mostró su cara dramática o tragicómica en La vaquilla, Los Santos Inocentes, El crack…, y tantas otras.

Yo confieso que no he visto Siete mesas de billar francés pero sí reconozco el momento dorado que están viviendo Maribel Verdú (como siempre su naturalidad desarma) y Blanca Portillo. A las dos las he seguido –a una en cine y a la otra también en el teatro–. Me encantó la ternura de un Elias Querejeta y la seriedad, pero sé que sensible, de Gracia Querejeta. Tengo pendiente ver su película. Y, otro recuerdo para una actriz que siempre ha estado ahí, que lleva años de carrera, una Amparo Baró que, ahora triunfa en televisión y en cine, pero que siempre, desde joven estuvo ahí. Siendo lo que es, actriz.

Otro momento que me pareció importante fue la entrega del Goya al documental de Invisibles, todos los trabajos de este proyecto auspiciado por Javier Bardem y con la colaboración y el apoyo muy especial de la ong Médicos sin fronteras. Un recorrido por enfermedades y conflictos olvidados y, por tanto, invisibles. Todas las historias te llegan y recuerdas. Pero hago mención especial al trabajo documental de Fernando León Araona que da voz a los civiles, sobre todo niños y adolescentes, en la terrible guerra en Uganda en Buenas noches, Ouma. Me quedé con las palabras de algunos de los chicos, contaban cosas tremendas pero a la vez había poesía en la manera de transmitirlo, ¿parece imposible, verdad?

También, me gusta reivindicar esa forma de cine, que algunos llaman menor, y yo no lo creo. ¿A alguien se le ocurre decir que un buen cuento o relato breve es menos que una buena novela? Son los cortometrajes, que no sólo son una plataforma de lanzamiento sino también una forma de expresión, y necesitan ya de una buena distribución y exhibición…, porque nos estamos perdiendo mucho.

Ahí quedaron muchas otras películas en el camino –seguro que hay joyas ocultas– y tanto Ángeles González Sinde como Jaime Rosales hablaron con cariño del espectador del futuro, de los niños que son el público de mañana, la cantera de nuevos cinéfilos que hacen que este arte nunca muera. Pero para ello hay que seguir esforzándose, contando buenas historias, llegando al espectador, innovando en las formas de contar, revisitando géneros, creando otros nuevos…, y transmitiendo la importancia que siempre ha tenido que nos cuenten historias. Para pensar, para abrir puertas… 

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