Deborah Kerr

El otro día pude disfrutar al máximo un dvd que perseguía y al final conseguí: Suspense (The Innocents) de Jack Clayton.  Y, ahí estaba la magistral Deborah Kerr dejándome de nuevo con la boca abierta por una interpretación llena de matices. Ante su institutriz, sólo queda quitarse el sombrero. Suspense muestra en un magnífico blanco y negro, en un ambiente que se convierte en personaje (esa casa con vida propia, el lago, las canciones y poemas que llenan la cinta de significados), la opresión y confusión de la obra en la que se inspira: La otra vuelta de tuerca. No explica, seduce. Como la novela. Intuyes. ¿Son reales las apariciones?¿Los niños están siendo manipulados por sus anteriores tutores?¿La casa tiene vida? O por el contrario estamos asistiendo a la mente enferma de una mujer complicada y reprimida. No lo sabemos, no importa. La película impresiona. Y el final te deja sin palabras, magnífica y sensual Deborah Kerr. ¿Mujer salvadora o loca? 

Así recordé que Deborah había muerto hacía poco, ya le había escrito un pequeño post homenaje recordándola a ella y su esposo Peter Viertel. Y mi memoria se puso en marcha. A Kerr hay que recordarla porque dejó una filmografía exquisita llena de buenos papeles e interpretaciones. Su carrera se repartió entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Y dejó un bello recuerdo para los espectadores de la sala oscura. 

Porque Deborah no sólo fue la chica del aventurero, la mujer dulce. Tampoco se limitó a ser la princesa del cine romántico. Deborah fue ante todo intérprete y reina de los matices. Cuando quiso ser complicada, no tuvo reparo. Cuando se convertía en mujer sensual, nadie podía con ella. Ella y los matices. No olviden. 

Antes de su salto a América, dejó un papel complejo en una película extraña, exótica y mágica…, Narciso Negro (1947). Un grupo de monjas se dejan seducir por un paisaje y una casa aislada en el Himalaya que las despierta el recuerdo, la memoria y el deseo. La sensualidad y el pecado atormenta a mujeres con hábito.  

Su salto a Hollywood no aprovecha, sin embargo, este potencial de matices. No, lo que se llevan es a una nueva rubia, dulce y agradable. Una inglesita sin pecado concebida.  Y su rostro en calma se pasea por producciones de aventuras de los cincuenta. Pero Deborah siempre inolvidable deja su huella en Las minas del rey Salomón, Quo Vadis o El prisionero de Zenda. 

En 1953, la conservadora sociedad estadounidense pierde de vista a su rubita angelical y favorita y son devorados (seguro que con gusto) por la fuerza arrolladora y la sensualidad de Karen. Deborah Kerr demuestra que es una actriz de registros y deja para la memoria cinéfila una historia de adulterio y una escena en la playa, con beso apasionado, con un hermoso Burt Lancaster en la superproducción De aquí a la eternidad. Karen puso a Deborah en su sitio. En Hollywood se dieron cuenta que contaban con una actriz capaz de transformarse. 

Así que en los cincuenta no hay papel ni género que se le resista. Su vena británica le permite ser una esposa que sueña malos augurios para su esposo en la adaptación cinematográfica de una de las obras de Shakespeare, Julio Cesar (1953). Nos regala papel maravilloso de institutriz de época en país exótico bailando al lado de un calvo glorioso. Ella es una rareza en Siam. Kerr fue la gran pareja de Yul Brinner en la recordada El rey y yo. Un tema poco tratado, y en aquella época apenas intuido (la homosexualidad), regala a una mujer comprensiva, cercana, dulce y capaz de saltarse las convenciones sociales con tal de ser humana, el melodrama es Té y simpatía. 

Después, los románticos convierten en palacio y símbolo del encuentro al Empire State por el remake que interpretaron Kerr y Grant de un clásico de los treinta. Hablamos de Tú y yo. 

De nuevo, John Huston nos regala una interpretación exquisita, llena de matices de Deborah Kerr que vuelve a vestir el hábito y se queda sola en una isla con un hermoso Robert Mitchum. Hace mucho que no veo esta película pero se quedó grabada en mi retina ese amor intuido, no declarado, esas miradas. Ese querer tocar y no poder. Esa exaltación de un amor imposible por creencias. La isla es un paraíso para dos personas diferentes que terminan amándose en silencio. Sólo Dios lo sabe la recuerdo como un regalo lleno de sencillez. 

Y, sigue emocionando como esa mujer educada que no llega a entender, y por eso se rompe por dentro, los juegos entre un hombre hecho para el placer y una adolescente que no quiere que su padre deje de ser hedonista. Una adolescente Jean Serbeg se convierte en una inocente malvada que lleva a la perdición a una mujer con cara de Deborah a la que le rompe el corazón a pedazos. La maravillosa Serbeg crea una trampa alrededor del padre y su posible futura esposa…, y ahí tienen servida una interesante adaptación de la obra literaria Buenos días, tristeza. 

De los cincuenta todavía me quedan por ver tres dramas –y alguno más– que me apetece descubrir. Por una parte, la adaptación de una novela de Graham Greene que recientemente fue llevado al cine por los intérpretes Julianne Moore y Ralph Fiennes (maravillosa El fin del romance). La misma historia se representó años atrás con una Deborah Kerr al frente de esta historia de amor truncado por una promesa y un compromiso religioso, Vivir un gran amor. Tampoco me importaría escabullirme por las historias de los inquilinos de un hotel en Mesas separadas o sufrir con la historia de F. Scott Fitzgerald y Sheila Graham en Días sin vida.

 

En los sesenta, Deborah Kerr siguió dándonos papeles y matices. Como he reflejado al principio está magnífica en Suspense (1961), elegante y divertida en Página en blanco (1960). Y, de pronto, de nuevo Huston, la regala un papel tremendamente complicado una mujer soltera y pintora que viaja por el mundo con su abuelo (nonno), un viejo poeta. Kerr, maravillosa, es una de las mujeres que tranquiliza y aplaca el torbellino complejo de una mente en ebullición con cara de Richard Burton en la extraña y hermosa La noche de la iguana. Inolvidable Kerr cuando cuenta a un Burton atento sus dos peculiares y únicas experiencias amorosas. Después, su rostro sereno formó parte de superproducciones o películas intimistas que reflejaban la gran intérprete que siempre fue: Casino Royale, El compromiso o Los temerarios del aire. 

Más tarde, se retiró en silencio y discretamente…, dejando profunda huella en los amantes de la sala oscura que nunca se cansan de descubrir nuevas caras de una actriz con letras mayúsculas. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.