El molino y la cruz (Mlyn I Krzyz, 2011) de Lech Majewski

Para mi madre, claro. En Luna nueva no sale pero es la mar de maja.

La primera vez que oi hablar de esta película polaca fue hace bastantes meses que se anunciaba su estreno en el Museo del Prado con la presencia de su director. La madre de la que escribe se pasa horas y horas en dicho museo (sus hijos bromeamos cuando no sabemos dónde está: “seguro que se encuentra en su segunda casa”) así que ahí estaba. Y salió fascinada. Con la película y con el director. A ella la apasionan las historias que hay detrás de los cuadros y a mí las que me cuentan en el cine… Y a ambas la simbiosis entre cine y pintura, pintura y cine. Así que estaba deseando que fuera a verla. Y ahí que fui, cumplidora.

Más que una película, me pareció un ensayo de arte. No hay narración y sí reflexión. Si te acercas a ella sin saber que trata sobre un cuadro que de pronto resucita ante nuestros ojos quizá se entienda muy poco. Quizá el espectador se quede frío. Me recordó a los videoartes de Bill Viola. Por eso es importante antes de meterse en el cine empaparse del cuadro de Brueghel el Viejo, Camino al calvario. Quedarse con su composición. Observar el paisaje y los personajes que lo pueblan. Y que alguien (o el espectador mismo  a través de la lectura) te sitúe en la época que fue pintado. Países Bajos, Flandes, dominación española. Catolicismo férreo frente a la Reforma protestante. Y entonces el espectáculo visual (y los increíbles efectos digitales que hacen que el espectador ‘viva’ inmediatamente el cuadro) que está asegurado desde la primera imagen puede significar algo más.

Apenas hay diálogos sólo hay tres personajes que hablan (de una manera simbólica) y son precisamente los que tienen rostros de actores internacionales. Por una parte el propio pintor Brueghel el Viejo (con el rostro de Rutger Hauer), su mecenas Nicolas Jonghelinck (al cual da vida Michael York) y una campesina mayor que sufre, una mujer llamada María (con la cara hermosa de Charlotte Rampling). El pintor conversa con su mecenas y le descubre los motivos de su cuadro, los secretos, el porqué de la composición, los símbolos, los detalles, las metáforas, los significados. Sus cuadros eran alegorias religiosas o de mitología complejas. El mecenas charla con su esposa, siempre silenciosa, y sitúa al espectador en el periodo histórico. Y, María es el personaje simbólico. Una mujer del siglo XVI que sufre por su hijo que ha sido detenido y condenado a muerte… y con su historia y sus reflexiones vivimos un calvario igual que el de Jesucristo. Un calvario universal que muestra como en todas las etapas de la historia el calvario puede repetirse una y otra vez.

El polifacético director Lech Majewski (primera vez que me acerco a su trayectoria cinematográfica) apunta más al cerebro que al corazón. El molino y la cruz es un ejercicio intelectual que no busca la emoción sino la comprensión de cómo pudo ser el proceso de creación de un cuadro. Un análisis de lo que quizá quiso plasmar el creador, el pintor. Pero además Majewski recrea escenas que cobran vida y reflejan cómo podía ser la vida cotidiana en el momento en que el pintor creó su obra pictórica. Son escenas que transcurren durante un corto periodo temporal en el cual también se vive ‘el calvario’. Estas escenas cotidianas son perturbadas por los mercenarios vestidos de rojo y a caballo al servicio de los españoles que se dedican a sembrar el terror entre los ciudadanos y a llevar a cabo torturas terribles. También se refleja la dureza del catolicismo sobre aquellos que no siguen la doctrina…, ellos se convierten precisamente en los instigadores de otro ‘calvario’ cruel.

Así vemos cómo la plácida vida de una joven pareja de campesinos es truncada por estos mercenarios cuando someten al joven a una tortura horrible atándole en una rueda que elevan hasta el cielo (y que se convierte en un elemento simbólico del cuadro del pintor). O asistimos al despertar en un enorme e impresionante molino (el diseño de producción y arte es impresionante, el molino se encuentra en lo alto de una roca y es testigo de toda la escena y parte fundamental del cuadro) del molinero, su esposa y el ayudante. Un molino que tiene vida propia y que es una metáfora del que todo lo observa… También conocemos la cotidianeidad de una familia, la del propio pintor, que tiene una bella mujer (que también es modelo de sus cuadros) y un montón de hijos que nos deleitan con sus juegos.

Majewski cuida el detalle hasta la obsesión. El vestuario es exquisito y logra totalmente los tonos del cuadro (y es que el proceso fue laborioso para conseguir ese resultado en pantalla). Y cuida esos fondos creados digitalmente creando unas imágenes increíbles. El interior del molino es una joya arquitectónica… ese mecanismo que empieza a funcionar desde la mañana temprano, esa escalera interminable, las astas que empiezan a dar vueltas y es como si comenzara la vida. Se detienen en un momento y es cuando el tiempo se para y observamos el momento justo que captó el pintor. Brueghel creaba las alegorías de tal manera que lo más importante del cuadro queda oculto, no es lo más importante de la composición… Y por eso sus cuadros son tan especiales y característicos llenos de símbolos y metáforas que descubrir.

Al final el director nos saca del cuadro justo en el momento en que se celebra un círculo donde varios personajes danzan al son de la música, danza de vida, danza de muerte… Y nos muestra cómo el cuadro tiene vida propia. Está colgado en una pared de un museo de Viena. Pero como todos los cuadros, habla… y nos cuenta algo tal y como ha querido reflejar, de manera especial, Lech Majewski.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 

6 comentarios en “El molino y la cruz (Mlyn I Krzyz, 2011) de Lech Majewski

  1. Interesante, aunque no sé si es mi tipo. Seguramente no tiene nada que ver, pero a mí experimentos como «Goya en Burdeos», de Saura, sí me interesaron bastante. Esta creo que puede dejarme un poquito frío. Ya sabes, me gusta mucho la pintura, pero más de dos botes me empalaga…
    Besos

  2. … ja, ja, ja tus imágenes son geniales… «más de dos botes me empalaga»… Me parto. Pues tengo que decirte que no vi Goya en Burdeos en su momento pero por las imágenes que he visto de ella y el tráiler sí que te digo que nada tiene que ver con El molino y la cruz… Sí, si se va a verla a la sala de cine recomiendo saber muy bien a lo que se va e ir despejado, sin sueño alguno. Asombrar, asombra… y mucho.
    Besos
    Hildy

  3. ¡Que contenta debe sentirse la «madre de la que escribe» de tu dedicatoria que encabeza el post y de la simpática anecdota que cuentas de ella…¡Con hijas así que bella es la vida!!
    Pues yo también estuve en el Prado, en mi condición de «Amigal del…» y también me fascinó la película…pero, fijate, la he sacado más «jugo» leyendo ahora tu comentario…¡¡tienes un sexto sentido para captar toda la belleza del cine y de los cuadros que a veces le inspiran!!

  4. … Gracias Maria Rosa por tus bonitas palabras. Mi madre también va en condición de Amiga del Prado… Espectadores que aman los cuadros como vosotros y aquellos especialistas en este cuadro en concreto seguro que sería un gustazo oiros en un debate sobre la película… ¡Me gustaría no perdérmelo!
    Besos
    Hildy

  5. Tu madre sí que sabe. Que buen lugar para refugiarse y pasear la mirada. Ahora los directores de cine aprenden el oficio haciendo publicidad y video clips. Creo que todos saldríamos ganando si leyesen un poco más y buscasen inspiración en cualquier museo. Es una fuente inagotable sobre composición, textura, fotografía…
    No he visto la película, pero Rutger Hauer haciendo de Brueghel el viejo…mmm mmm, interesante. Un abrazo

  6. Tú lo has dicho, Victor, es su refugio ‘sagrado’. Los cuadros cuentan historias y también muestran cómo mostrarlas. Cómo contar. Qué punto de vista elegir. Cuál es el escenario adecuado… Sí, son una buena fuente de inspiración, como tan bien dices. Yo siempre pienso que la pintura es un precedente del cine. De las ganas de captar el momento, el movimiento, la luz, de las ganas de contar historias, de mostrar, de reflejar la realidad, de imaginar otros mundos…

    … Rutger Hauer de Brueghel…
    … Michael York de mecenas…
    … Charlotte Rampling de María…

    Es una película que presenta una propuesta interesante pero cuesta llegar a ella. Es más un ensayo… Pero lo que no cabe duda es que sus imágenes sí que llaman la atención… impactan.

    Besos enmarcados y listos para verlos en el museo
    Hildy

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