Harold y Maude (1971) de Hal Ashby

Toca el banjo, deja las apariencias, vive de verdad, haz realmente lo que quieres y sobre todo aprende a ser libre, a no tener miedo… Harold y Maude con paisajes de lápidas de cementerios, hermosos campos de margaritas, o en zonas de escombros nos descubren una atípica y preciosa historia de amor. 

Harold (Bud Cort) es un joven multimillonario con miedo a vivir y por eso se refugia día a día en la muerte sin sorprender ya a una madre que vive en otro planeta, preocupada por la apariencia y por las pequeñas excentricidades de su hijo que no sienta cabeza. Harold se muere cada día, con una soga, una pistola, en una piscina…, y acude a entierros en su coche fúnebre. 

Maude (Ruth Gordon), cerca ya de cumplir ochenta años, vive su vida con intensidad, disfrutando cada segundo, cada pequeño detalle. Mujer excéntrica, encantadora y honesta dentro de su inocencia hay mucho vivido y mucho que olvidar. Ella apuesta por la vida y su disfrute. Ya hace tiempo que perdió el miedo a la muerte y al propio miedo. Vive como quieras. Libre. Sin autoridades. Ella sabe que merece la pena. 

Harold y Maude se encuentran y todo es una explosión de sentimientos. Ambos han encontrado a la persona con la que pasar el tiempo y vivirlo a tope. Y de fondo la música y canciones de Cat Stevens. ¿Quién da más? 

Hal Ashby fue un director del nuevo cine americano que surgió con fuerza en los años setenta con poca filmografía pero llena de aciertos. Un director a reivindicar. Con películas como Harold y Maude, Shampoo, El último deber, Esta tierra es mi tierra, El regreso o Bienvenido Mr Chance. En Harold y Maude hace un canto a la vida, al amor sin prejuicios, en una historia sencilla pero rodada de forma muy bella. Es un placer ver a Ruth Gordon (que fue, junto a su marido, una guionista de prestigio en comedias como La costilla de Adán) en un papel que te hace pensar, demasiado, sobre todo cuando se conoce el secreto de su vitalidad.  

La película contiene escenas memorables y personajes secundarios increíbles como el tío de Harold, ese militar manco, pero que sigue saludando de manera militar a quien sea y que trata de inculcar sus valores a su extraño sobrino. Ese psiquiatra que le importa muy poco lo que le cuenta el paciente que le llena el bolsillo. Esas pretendientes que busca la madre de Harold para casar a su niño…, pero sobre todo quiénes nos dejan escenas inolvidables son ese joven con miedo a la vida pero que encuentra a esa persona con la que estar y esa abuela adorable que todos quisiéramos tener a nuestro lado.

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