Asesinos ambiguos

El otro día, cansada y harta, zapeaba en mi televisor para ver pasar frente a mi retina programas que me importaban un bledo pero, que a veces, te hacen desconectar y echar unas cabezadas de ensueño. Me topé con una película entretenida y un asesino ambiguo. Me refiero a Collateral de Michael Mann. Ahí, me encuentro con Tom Cruise –que no es santo de mi devoción– en un papel que me sorprende, el asesino a sueldo, Vicent. Tío bestia donde los haya pero con unos rasgos de personalidad que le hacen atrayente como personaje. 

Cuando hablo de ambiguo, me refiero a todos aquellos asesinos del celuloide que no muestran una única cara de malos malísimos sino un abanico de complejidades y de rasgos de su personalidad que hacen atractivos estos personajes. 

Y me voy a los años 30 y al cine estadounidense y salto al género de gángsters y a la preocupación que sintieron los ‘guardianes de la moral’  a la hora de elaborar sus códigos –léase censura pura y dura– por la simpatía que sentía el público en general hacia esos asesinos degenerados de la mafia. Descubrían preocupados como la gente se enamoraba locamente de los Paul Muni, James Cagney, Edward G. Robinson, Humphrey Bogart… 

Luego pasó lo mismo con el ambiente y los personajes ambiguos moralmente del cine negro. El público –yo misma– se siente fascinado por la suerte del ex boxeador de Forajidos o por el poli chulo y el crítico cínico de Laura.Y qué me dicen de ese otro género que es el cine del Oeste y los fuera de la ley, los pistoleros que van por los caminos. Los forajidos…,¿quién no siente algo por Shane, por Johnny o por el hombre que mató a Liberty Valance? 

Así poco a poco ha ido surgiendo una mitología del asesino ambiguo que fascina –ahora, otro gallo cantaría si nos encontráramos a estos personajes frente a frente–…, pero, de ¿dónde viene esa fascinación? ¿Por qué nos enganchan esos personajes? Yo creo que muy en el fondo es algo relacionado con la libertad de los forajidos, con que están fuera de la ley, con que funcionan con códigos propios, con que son fieles a sus sentimientos y a sus personas cercanas, con que son personas extremas aman cuando tienen que amar y odian cuando tienen que odiar, suelen ser enamorados platónicos, suelen ir detrás de otra vida que desean cuando dejen de matar…, tienen un sueño.  

Al final son perdedores y héroes trágicos, de alguna manera el espectador sabe que su forma de ser les va a costar caro, van a terminar con un disparo, y eso conmueve…, ¿hay alguien tan bestia y a la vez tan tierno como Sonny de la saga del Padrino, a quién no le conmueve su muerte?¿Cómo no llorar ante el destino desgraciado y la infancia dura de Noodles en Érase una vez en América –ni siquiera le dejan desaparecer de forma heroica o poética, de un disparo, él tiene que envejecer–?¿Cómo no sufrir ante la violenta muerte de Bonnie y Clyde? 

Y a la mente me vienen asesinos, que ambiguamente, te terminan enterneciendo. Mil veces ha salido ya en mi blog, Carlito Brigante (mi Al Pacino venerado) y su deseo de terminar en una isla paradisíaca con un disparo mortal. O un Clint Eastwood, envejecido y cansado ya de matar en el lejano Oeste, en la crepuscular Sin perdón. Butch Haynes (el único papel en el que Kevin Costner me gusta), ese asesino brutal y bastante mal de la cabeza con un pasado siempre triste, que conecta milagrosamente con un niño de seis años. O, en una película menor, A dúo, una road movie de unos personajes que van en busca de karaokes y algo más. En esta película se nos narra el encuentro entre un hombre agobiado y triste que busca su libertad (mi descubrimiento de Paul Giamatti) que se cruza en el camino de un asesino (Andre Braugher) que huye. La relación de ambos, sus canciones, así como la mirada y canción final del asesino que sabe que terminó el viaje…, sacan a relucir de nuevo la leyenda del perdedor en busca de un sueño truncado…Y, vuelo ahora a la ciencia ficción, y recuerdo al sanguinario asesino replicante de mi adorada Blade Runner y su amor a la vida. En realidad, lucha por sobrevivir. O el policía que mata replicantes y se enamora de una de ellas…, y el también es una maquina de matar y la cara de Harrison Ford se vuelve melancólica porque quiere salir de una ciudad de lluvia perpetúa…, tal vez, a una carretera y un mundo verde.  

Y toda esta divagación empezó por Collateral, y un Vicent, solitario y de sonrisa congelada, quizá de muerto, en el vagón de un tren. ¿No es triste?

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