El desfile del amor (The love parade, 1929) de Ernst Lubitsch

El desfile del amor es de esas películas cargadas de sorpresas y secretos. Cargadas de historia. El desfile del amor es buen cine. Y representa el paso de una época. La época del cine silente al cine sonoro. El elegante estudio de Paramount con sus producciones sofisticadas tenía a Lubitsch bajo su techo —empezó a rodar en América desde el año 1923 donde continuó su carrera de cine silente con películas tan valiosas como Los peligros del flirt o El abanico de lady Windemerer— que deleitó con sus primeros trabajos sonoros cinematográficos. Especializándose en un género genuinamente americano que recopiló grandes éxitos, el musical. El desfile del amor es uno de esos grandes primeros musicales, toda una opereta llena de picardía y vodevil pero con un uso del lenguaje cinematográfico portentoso. Lubitsch sabía lo que era el cine. Su trayectoria europea y americana durante el periodo silente le proporcionó todos los secretos.

El desfile del amor es cine de evasión. Se inspira en una obra de teatro y la adorna con unas cuantas canciones. De grandes escenarios y también ironías. De grandes palacios, salones y llamativos vestidos. De muchas puertas cerradas y virtuosidad en la forma de contar, en el uso de la elipsis. De ese toque Lubitsch que permitía contar lo que no se podía. Es película frívola pero con elegancia, opereta sofisticada, que supuso el principio de un dúo cinematográfico hoy caído en olvido pero que merece la pena que sean rescatados: Maurice Chevalier y Jeannette MacDonald (esta película fue el debú cinematográfico de la dama). Ella es una reina de un país imaginario llamado Sylvania y el un conde libertino que no ha parado de seducir y escandalizar con su conducta en París. Ambos unen sus destinos… y terminan casándose. Pero él es tan sólo el príncipe consorte, no tiene ni voz ni voto, sólo ser marido de la reina y con mucho tiempo libre por delante. Ésa es su única función. Y ella es mujer de Estado que tiene que llevar todos los asuntos políticos que conciernen a su país, que apenas tiene tiempo, que llega tarde a casa, que ordena… Así se nos propone un cambio de roles y una especie de La fierecilla domada pero al revés (no sabemos si la MacDonald terminará domando a su príncipe consorte o… jugarán infinitamente al juego de yo te castigo pero tú me dices cómo). Al final es una película de ‘guerra de sexos’.

La MacDonald se muestra pícara, con sus trajes transparentes, dejando ver sus formas, sus piernas, y bañándose claramente desnuda en una bañera mientras cuenta un sueño picante. Se muestra picarona aunque cante opereta. Así la muestra siempre Lubitsch en el futuro demostrando que es buena comediante. Sin embargo luego su carrera irá por otros derroteros que nos darán otra imagen de la dama. Frente al travieso Chevalier formará pareja con galán serio, Nelson Eddy, donde la picardía y el punto fresco y frívolo desaparecía… Chevalier hombre de escenarios y vodevil consiguió popularidad en el cine americano de los años 30 como galán divertido, rey del gesto y mago todavía de la pantomima y la canción ligera. Era el hombre francés, el europeo por excelencia. Después a finales de los cincuenta, viviría su segunda etapa de oro en el cine, ya más anciano sería el acompañante mayor imprescindible en películas como Ariane, Gigi o Fanny.

Y esta pareja está acompañada por una serie de secundarios impagables, reyes también de los escenarios. La ‘otra pareja’ son los plebeyos…, los que forman parte del servicio y nos hacen mirar desde otra perspectiva la relación de la reina y el conde. Lupino Lane, de una familia de artistas, cuyos números musicales en la película son los mejores o los que más captaron mi atención como tales. Lupino es familiar de la posteriormente famosa Ida Lupino. Y su acompañante es otra mujer de vida fascinante, y artista, Lillian Roth. Después como ministro de guerra y con un par de intervenciones divertidas tenemos a uno de los futuros imprescindibles secundarios: Eugene Pallette (uno de sus papeles más recordados es el de peculiar ‘religioso’ en la película de Robin Hood de Errol Flynn).

Película de éxito arrollador en el momento de su estreno cuenta con escenas magistrales por la manera de contar de Lubitsch. Muchas puertas cerradas que dejan volar la imaginación del público. Elipsis inteligentes y no vanas. Hay una muestra magistral de su forma de rodar y es la primera vez que quedan a cenar la reina y el conde… no vemos esa cita, sólo la imaginamos a través de la mirada de otros y lo que nos cuentan con sus palabras: de las damas de compañías que miran por la cerradura de la puerta, de los ministros que están en el jardín y observan lo que pueden vislumbrar a través de la ventana y la pareja de servicio que está subida a un árbol… ¿Genial, no?

De nuevo Lubitsch nos da una lección de cine y además nos hace pasarlo bien con película frívola, opereta, música, pantomima, picardía y salones fastuosos. Hoy también hace que hagamos volar la imaginación y se nos escape más de una sonrisa.

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4 comentarios en “El desfile del amor (The love parade, 1929) de Ernst Lubitsch

  1. Seguimos en «conexión Lubitsch». Recientemente he visto «Un ladrón en la alcoba» y «La viuda alegre», pero ésta me falta. No te creas, estas películas -en este caso debo sumar mi aversión casi completa al género musical-, aparte de diálogos y situaciones puntuales que son realmente magistrales, propios del «toque Lubitsch», no terminan de convencerme, principalmente por el hábito de situarlas en ambientes aristocráticos, que sí, que dan mucho juego para la crítica mordaz, pero que en lo emocional son más bien frívolos.
    Besos

  2. Atención, atención, código h, conexión Lubitsch, contacto.
    Como verás la palabra frívolo se repite por doquier en el texto. Tienes razón… pero a la vez son divertimentos maravillosos. Tienen su punto de ironía… y sobre todo Lubitsch nos enseña cine. Yo no he visto LA VIUDA ALEGRE, y también me apetece. Palacios, salones y otras sofisticaciones… que dejaría para siempre más tarde Lubitsch que se iría a sitios tan modestos y maravillosos como EL BAZAR DE LAS SORPRESAS.
    Besos
    Hildy

  3. Todo lo que he visto de Lubitsch me ha encantado. TODO. Pero no he visto mucho. Voy a tratar de conseguir esta, porque siempre que escribes de algo me entran ganas tremendas de verlo.

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