Charlot sonríe a la violetera

Si me preguntaran con que película de Charlot me quedaría quizá respondería que con Luces de la ciudad (1931) y si tuviera que elegir la escena sería la última. Hace unos tres años volví a revisitar toda la filmografía de Chaplin por una guía que elaboré sobre personas sin hogar en el cine. Disfruté de nuevo muchísimo con Charlot y me enamoré, de nuevo, profundamente de esta obra cinematográfica.  

Me documenté y leí muchísimas anécdotas sobre el rodaje. Por ejemplo, Chaplin era un perfeccionista y en este rodaje puso de los nervios a varios de sus actores, que veían como pasaban los meses e incluso los años y la película no llegaba a su fin. 

El actor que en un principio encarnaba al personaje del millonario (Henry Clive) se hartó de repetir una escena y se rebeló contra el director-creador. Chaplin, sin contemplaciones, le echó y le sustituyó por el actor Harry Myers. 

La actriz principal Virginia Cherrill –para todos aquellos que les gusten las historias extracinematográficas os contaré que se convirtió en la futura esposa de Cary Grant– casi fue expulsada del rodaje. No se llevó bien con el perfeccionista de Charles Chaplin y éste en un momento de ira estuvo a punto de sustituirla por Georgia Hale (la protagonista de La Quimera de oro). En el dvd que tengo, en los extras, vienen las pruebas que realizó a la Hale como violetera. 

Otro de los motivos por los que la película sufrió un gran retraso fue a causa de la muerte de Hannah Chaplin, la madre del creador, que le afectó seriamente en 1928. Con su muerte quedaba atrás su pasado londinense como un niño que vivió en la miseria. 

Cuando empezó el rodaje, el cine hablado ya era una realidad. Pero el artista se negó a que Charlot hablara. Uno de los motivos de la desaparición del personaje fue que ya no pudiera actuar en silencio. El creador prefirió eliminarlo. Sólo le dejó cantar en un idioma extraño en Tiempos Modernos. Utilizó el sonido para esta obra de arte pero él como actor siguió empleando el arte de la pantomima. No se equivocó. La película fue un éxito. 

Como última curiosidad, la música que acompaña las apariciones de la joven florista ciega es una composición del maestro español José Padilla, La violetera. En la época, la cantó con mucho éxito la artista Raquel Meller en sus giras por EEUU. 

La secuencia: me gusta tanto que merece la pena describirla entera. Unos niños, vendedores de periódicos, se están metiendo con Charlot, que acaba de salir de prisión, y no se encuentra en su mejor momento. Charlot pasa por la floristería donde ahora trabaja su amada que ya ha recuperado la vista gracias al dinero que él consiguió. 

Una de las encargadas de la tienda está barriendo la acera y tira una violeta. Charlot la ve y se agacha a recogerla pero los niños siguen burlándose del pobre hombre. Desde la floristería, la encargada y la joven violetera ríen las travesuras de los muchachos. Ella está viéndole a través del cristal mientras trabaja. La violetera ve a un hombre desgraciado, un sin hogar del que se están riendo. En ningún momento pasa por su cabeza que ese hombre triste pueda ser su salvador –recordemos que ella siempre creyó que era un hombre millonario y Charlot siempre alimentó esa imagen en la joven ciega–. 

De pronto, a través del cristal, él, Charlot, ve a la violetera. Lleva la flor en la mano. El hombre se queda emocionado y sonríe. Ella no comprende la reacción del desconocido y ríe. Cree que él se ha enamorado a primera vista y comenta a sus compañeras que ha hecho una conquista. 

La joven ve que al hombre desconocido se le está rompiendo su pequeña flor y le ofrece otra. Quiere que entre a la tienda a por ella. El sin hogar no reacciona. Sólo sonríe. Es feliz porque se da cuenta de que ha hecho algo por ella. Ella ve gracias a él. 

La violetera decide salir con una moneda y una flor. Charlot reacciona y huye veloz. Pero ella le llama. Y él se para. Vuelve a sonreírla. Él finalmente toma la flor. Ella le acaricia y le toca la mano para darle confianza y ofrecerle la moneda. La joven violetera le reconoce por el tacto. Reconoce a su príncipe azul. A su salvador. Y se le rompe el corazón a pedazos. Entiende el sacrificio. Su salvador es un sin hogar. Él es la persona que le ha devuelto la vista. 

Ella le pregunta: “¿Eres tú?” y Charlot contesta: “Ahora ya ves”. El maravilloso sin hogar teme ser reconocido. Está muy nervioso pero no huye. Ella llora y le dice: “Si, ahora veo”. La violetera le mira con muchísima ternura. Sin rechazo alguno al príncipe encontrado. Él sonríe. Tímido y aliviado. Aceptado. 

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