Grizzly man (Grizzly man, 2005) de Werner Herzog

El documental de Herzog me dejó mal cuerpo. Porque yo no vi a un hombre que amaba la Naturaleza. Porque no vi a ningún tipo de héroe contemporáneo. Porque no vi el sueño de todo ecologista, una comunicación total con la Naturaleza. Porque no vi a un hombre que amaba a los animales, entre ellos, a los osos. Porque no vi a un hombre valiente que lucha contra el sistema establecido…

Me dejó mal cuerpo porque vi el retrato de un enfermo mental. Un gris y triste retrato de un hombre con un trastorno mental que se obsesiona con el mundo de los osos porque huye de una civilización que le hace infeliz, porque huye de sí mismo. Me dejó mal cuerpo porque la mayoría (no todos) de los entrevistados me parecieron tan desequilibrados como el protagonista.

Grizzly man cuenta la historia de Timothy Treadwell, un hombre obsesionado con los osos y que convivió con ellos durante varios años (durante meses se aislaba del mundo). Y que quiso convertirse en un guerrero amable que se acercaba a las bestias y que las protegía de su posible extinción. Pero Timothy también estaba obsesionado con su persona así se convierte en explorador-observador y en su convivencia con los osos se grababa horas y horas donde además de mostrar la vida de los osos se desnudaba él mismo. Y este hombre que cantaba a los cuatro vientos su amor por las bestias, murió de la manera más terrible. Murió devorado por los seres a los que amaba… También se comieron y descuartizaron a la mujer que en ese momento le acompañaba en su aventura.

Así Herzog ofrece un retrato demoledor y brutal haciendo hincapié en el salvajismo y en la dureza del mundo natural… y mostrando así también el salvajismo y la dureza del ser humano. Por eso Herzog se deleita en exceso en la manera tremenda en la que falleció su protagonista. Así continuamente nos recuerda su muerte, cómo encontraron sus cuerpos, qué trozos encontraron esparcidos por el bosque, la existencia de una cinta de audio donde se recogen los gritos de Timothy y su novia durante el ataque…, un deleite que se vuelve macabro y desagradable.

Y ese mundo macabro que muestra Herzog nada tiene que ver con esa realidad que quería mostrar Treadwell, que obsesionado repite continuamente lo que ama a los animales y el mundo en el que se desenvuelven. Ama a los osos, ama a la abeja, ama a los zorros… El guerrero amable quiere demostrar al mundo que los osos y los zorros le aceptan, que se entienden. Es como si gritara: vosotros no me aceptáis, no me importa; ellos sí me entienden tal y como soy. Me entienden, aguantan mis monólogos sinsentido frente a la cámara, mis delirios, mis aires de grandeza, mis depresiones, mi tremenda hazaña, mis obsesiones, me mantienen alejado de mis dependencias, respetan mi pelo rubio de príncipe de Beukelaer, mis pañuelos y ropa de camuflaje…

Por esta paradoja se vuelve más duro el visionado. El mundo cándido de un hombre con poca salud mental y el pesimismo del realizador que también se desnuda y se convierte en narrador presente de su personaje objeto del documental.

No obstante a pesar de ser testigos de unos padres que no entendieron nunca qué le pasó a su hijo, a pesar del triste retrato de una mujer que quizá trato de comprenderle y terminó en las fauces de uso, a pesar de encontrarnos con dos de sus amigas con desequilibrios evidentes, a pesar de cruzarnos con un piloto solitario que no juzga o un forense que se deleita contando la muerte de los desafortunados o con unos ecologistas poco racionales… A pesar de cruzarnos con un amigo que reconoce que su amigo estaba pirado o con otras personas de distintas profesiones que confiesan que Treadwell poco hizo por los osos o que se estaba buscando lo que le ocurrió…Herzog a veces nos deja respirar.

Porque nos muestra el lado tierno de Treadwell. Es cierto. Que este hombre enfermo finalmente inspira ternura y es cierto que en las más de cien horas de grabaciones, Treadwell atrapó imágenes de gran belleza de esa naturaleza salvaje. Y emociona verle cómo se relacionó con varios zorros, que te dan ganas de llevártelos a casa. Y emociona verle tan cerca de los osos (pero ¡tiemblas por la imprudencia!), cómo los toca, cómo habla con ellos o cómo se mete en el río y se baña junto a ellos, cómo los mira. Emociona cuando muestra el paisaje, los osos luchando, los osos cazando, los osos jugando…, y todo a unos pocos metros de distancia. Y emociona sentir cómo él ahí entre osos se sentía quizá un hombre libre, un guerrero amable.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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