El primer western de Burt Lancaster

Ya en más de una ocasión he confesado mi amor sin barreras (me gusta ponerme enfática y dramática) hacia Burt Lancaster que estás en los cielos y siempre presente en metros y metros de fotogramas para que yo, humilde espectadora, los admire.

Después de esta confesión poético patética, me digno a teclear que persigo la filmografía de este hombre y veo todo aquello que tuviera en los créditos su nombre. Uno de los géneros donde el querido Lancaster haría de las suyas poniendo fuerza y presencia sería el western. Y el primero que vino a su vera lo rodaría en el año 1951, El valle de la venganza. Una del Oeste del montón normalita, con guión (me niego a escribirlo sin acento) previsible, pero que se ve con gusto…, con mucho gusto. Porque ahí está el héroe Owen con rostro de Lancaster y acompañado de buenos secundarios. Western mil veces más entretenido que un puñado de malas películas del siglo XXI y mucho mejor interpretado y hecho. Del montón pero con Lancaster, que ya dejaba ver sus buenas maneras para posteriores películas del Oeste que le convertirían en rostro mítico del género.

Mi adorado Owen, un hombre honrado, un hombre duro pero cariñoso, buen amigo, agradecido, un poco atormentado y hombre enamorado (pero qué bien se enamora)… No se pueden tener mejores cualidades. Hijo adoptivo de un buen hombre, un ganadero que se sabe anciano. Hermano adoptivo del hijo de sangre, Lee. Un cabeza loca que fastidia la vida a todo aquel que le rodea. Al padre, al amigo leal que ha vivido siempre para protegerle, a la esposa honrada, a la amante de corazón de oro, a los trabajadores fieles…, vamos toda una pieza. Y todos se pasan la vida protegiéndole y él erre que erre. Nació para ser una mala pieza…

El valle de la venganza es una película de reparto brillante que merece ser recordado. Ahí está la heroína veterana en el viejo oeste, lo mismo trabajaba con Hawks que con Ford, era la chica dura y amada. Ahí está el bello rostro de Joanne Dru. La acompaña la chica que hace su rol de amante buena, Sally Forrest (que como curiosidad sería la actriz fetiche de Ida Lupino en su quehacer como directora). Para los malos malísimos, el hijo desagradecido cuenta con el desagradable rostro de Robert Walker que ese mismo año triunfaría con su rol más famoso en Extraños en un tren. Y el otro malo malísimo de la función tendría la cara de John Ireland, secundario imprescindible desde los años cuarenta, y también en esos momentos esposos de la actriz principal, Joanne Dru.

El primer western de Burt Lancaster te permite correr por praderas en Technicolor para vivir un drama familiar lleno de traiciones y pasiones…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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