Chéri (Chéri, 2009) de Stephen Frears

La última escena es la esencia de Chéri. El rostro inmóvil frente al espejo de Michelle Pfeiffer como la cortesana Léa de Lonval. Una mujer que sabe que queda poco para ser una belleza ajada. Y es que Frears homenajea el bello momento de una mujer madura absolutamente hermosa. Para ello vuelve a trabajar con Pfeiffer que ya fue su particular Madame de Tourvel en su celebrada adaptación de Las amistades peligrosas. Así la película es testigo de toda la belleza que encierra una mujer madura y la Pfeiffer a sus cincuenta y… años se muestra en el clímax de su belleza sin tener nada que envidiar a las jóvenes nuevas promesas muchas décadas más jóvenes.

Confieso todo mi cariño hacia la carrera de Frears que siempre depara sorpresas incluso en sus películas más denostadas como es el caso de la que nos ocupa en este post. Porque Frears que siempre se abre a nuevas historias y géneros crea siempre universos de personajes que deambulan entre la comedia y la tragedia como la vida misma. Es difícil no ver un ápice de humor en sus películas más dramáticas o un ápice de drama en sus películas más cómicas luego las adereza de género de época, de cine negro, de terror barroco o de comedia costumbrista. El bueno de Frears siempre suele fascinarme hasta en sus fracasos más sonados. Por ejemplo, siempre valoro una de sus aventuras americanas y estrepitoso fracaso, Héroe por accidente, porque Frears se acerca y roza a ese cine de antaño lleno de inocencia y crítica social que tuvo como mayor representante a Frank Capra. Héroe por accidente es una revisitación moderna de Juan Nadie, que dicho sea de paso tampoco fue el mayor éxito del director italoamericano.

Para su penúltima obra cinematográfica Frears adapta una obra de Colette (que no he leído) con el mismo título, Chéri. Así el director británico atrapa de manera desenfadada la Belle Epoque antes de la primera guerra mundial. Pero se centra tan sólo en esas mujeres que dedicaron sus vidas a ser amantes y a sacar sus fortunas de hombres poderosos, las cortesanas. Así se centra en la historia de Léa, una cortesana ya cansada de serlo que ve cómo se le escapa el tiempo y la cual presume de que nunca se ha enamorado. De la manera más sencilla e inesperada empieza una relación con el joven hijo de su antigua contrincante y ahora extraña amiga (las cortesanas no son admitidas en una sociedad hipócrita y su círculo de relaciones es muy limitado) al que ella apoda cariñosamente, desde que era un niño, como Chéri. Él es joven y hermoso, casi femenino, y tiene todos los defectos y todas las virtudes de un joven ocioso que valora vivir bien. Ambos de forma natural se meten en una relación de seis años y construyen una bonita relación que salta por los aires por las convenciones sociales. Su madre prepara una buena boda a Chéri con la joven hija de otra madame para que ambos vivan ricos y felices y sobre todo la proporcionen nietos. Chéri y Léa sabían o esperaban que esto ocurriese y siempre lo habían sabido despreocupadamente… cuando llega el momento ambos sufren una catarsis porque no luchan por mantener su relación, ya estable, sino que siguen los acontecimientos. Y ambos destruyen su relación y se quedan un poco más solos.

Frears nos cuenta la historia como si fuera un relato simple, como un pequeño cuento frívolo, donde un narrador nos va dando más información de la que vemos en pantalla…, empleando de manera correcta algo muy difícil, la voz en off. Pero nos damos cuenta que tras la frivolidad, tras los hermosos trajes, las bellas casas, los bonitos paisajes, las diversas camas…, Colette y Frears nos está contando un drama. Una historia de infelicidad. Una historia sobre el duro paso del tiempo. Sobre un amor que acaba a la fuerza. Sobre un rostro que pronto estará ajado… bello pero ajado.

Así Frears tras una película de apariencia simple, sencilla y frívola que pivota entre la comedia y el drama nos ofrece una velada y hermosa tragedia. Para ello no cuenta sólo con una ambientación que nos devuelve la Belle Epoque donde hombres y mujeres parecían despreocupados, unos vestuarios increíbles o unas casas y jardines de ensueño sino que se rodea de unos intérpretes que cumplen a la perfección con su papel. Todo envuelto en una dirección clásica, sencilla y efectiva donde lo que importan son los rostros, los momentos y las miradas. Por supuesto, su foco capta la relación en todos sus estados de Léa y Chéri (Rupert Friend) descuidando quizá la psicología de algunos personajes secundarios, no obstante, se puede disfrutar de la composición de la cortesana ya matrona con cara de Kathy Bates.

Además, Frears nos regala momento inolvidable con ese rostro fijo de Léa de Lonval, una mujer a la que el tiempo y su paso la hiere en lo más profundo mientras una voz nos narra el destino trágico y triste de un joven despreocupado que una vez la amó.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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