Los inútiles (I Vitelloni, 1953) de Federico Fellini

Aprovecho película de Fellini para recordar la buena exposición que se encuentra ahora mismo en Caixa forum Madrid hasta diciembre sobre el director. Alrededor de la exposición también se articularán tanto proyecciones de películas como conferencias.

De su primera etapa, cercana al costumbrismo y a los supuestos del neorrealismo aunque ya con su toque personal, me quedan todavía por ver alguna de sus películas y una de ellas era Los inútiles. Ya he subsanado esta falta.

Y a pesar de polémicas varias que rodearon esta primera etapa yo me enternezco y me seduce en La Strada o Las noches de Cabiria. A mí me gusta Fellini, su mundo y su evolución. Lo veo sin polémica alguna. Y lo disfruto tanto cuando era algo más realista con sus propios toques personales ya reflejando parte de su mundo como la etapa a partir de La dolce vita (que a mí personalmente me entusiasma) en la cual Fellini reconstruye su mundo, sus recuerdos, sus sueños, sus memorias y obsesiones. Ese mundo de Cinecitta que crea continuamente ilusiones.

Los inútiles es un retrato duro y tierno a la vez de un grupo de amigos (Leopoldo, Ricardo, Alberto, Fausto y Moraldo) en una pequeña ciudad de provincias italiana durante los años cincuenta. Todos rozan o han sobrepasado la treintena. Sus familias económicamente más o menos se mantienen y ellos perecen por dentro en una ciudad que les encierra, les vuelve conformistas y se come sus sueños…, sus vidas se consumen en una cotidianeidad repetitiva donde ellos no toman responsabilidades de ningún tipo. Les mantienen sus familias y ellos no tienen ninguna gana de formar una. Tampoco trabajan ni luchan por conseguir sus sueños o por salir de la localidad sino que viven la vida en las esquinas de las calles, en sus bares, jugando al billar o apostando a los caballos…y ligando con una u otra mujer, divirtiéndose y burlándose de aquellos que tienen que trabajar. El espectador sabe cómo van a ser sus vidas. Sin sorpresa alguna o sobresalto. Con las penas y alegrías de todo ser humano y ellos siendo eternos niños grandes que no abren los ojos a un mundo más grande lleno de acontecimientos.

La historia comienza por un suceso que rompe la armonía del grupo. Fausto deja embarazada a la hermana de Moraldo, la dulce y bella Sandrina y tiene que casarse con ella y conseguir un trabajo (en una tienda de artículos religiosos). Sin embargo, a Fausto le cuesta asumir esas nuevas responsabilidades. Este hecho hace ver al grupo su forma de vida, a algunos de manera consciente, a otros en una borrachera y a otros cuando están a punto de conseguir su sueño…, y a Moraldo le provoca una crisis personal que le hace observar su vida y la de sus amigos de otra manera. Moraldo llega a sentirse plenamente consciente de que es protagonista de una vida futura que no desea ni quiere. Él sabe que el tren puede ser la vía de escape.

Fellini en un impecable blanco y negro con la música de su inseparable Nino Rota y creando ambientes como sólo él sabía hacerlo nos muestra la triste vida de este grupo de inútiles que viven su prisión y conformismo con alegría. Así nos regala escenarios como la gran fiesta de carnaval o esa increíble tienda de artículos religiosos. Nos habla también de su pasión por el cine en esa escena maravillosa de Sandrina y Fausto en la sala de cine como espectadores. Donde Sandra se deja llevar por la película que está viendo y Fausto trata de ligar con la bella espectadora que tiene al lado. Por otra parte, nos regala un final bellísimo. Ese final en que hay un personaje que despierta, por fin, y decide traspasar las cuatro paredes de la pequeña ciudad que les aprisiona. Moraldo coge el tren…, para vivir realmente. Y vamos pasando, como si fueramos en el tren con Moraldo, por los dormitorios de todos sus amigos que verán como sus vidas se consumen en un abrir y cerrar de ojos sin haber hecho nada… O nos quedamos con la sonrisa de ese niño trabajador en la estación que crea una amistad con Moraldo y que le ve partir hacia otra vida…, y le admira.

Y Fellini nos presenta una película sencilla, cotidiana, costumbrista pero con una triste carga porque además hace que nos encariñemos con estos inútiles y suframos con sus ‘previsibles’ aventuras. Narra de manera clásica pero dejando ya imágenes que definirían su posterior estilo: como esa escena donde el tonto de la localidad queda encargado de guardar la estatua de un ángel en una playa desierta… Además emplea una voz en off para enmarcar los hechos de los protagonistas. Una vez donde nunca queda claro quién es realmente. Se podría pensar que es Moraldo pero no, puede ser la voz del mismísimo director-creador que pudo conocer a su particular grupo de inútiles y recrear sus vidas.

Sobre todo lo que Fellini consigue en Los inútiles es emocionar… No quiero terminar sin recordar que tres años después en España, Juan Antonio Bardem rodaría la estupenda Calle Mayor donde también realizaría un retrato maravilloso sobre un particular grupo de inútiles en una pequeña ciudad de provincias española. La diferencia con Fellini es que Bardem no los retrata con ternura sino con más mala baba y crudeza.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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