Los rostros de Ingrid Bergman

Dos momentos de la carrera cinematográfica de Ingrid Bergman: su consagración como estrella mundial de cine con el remake americano de su éxito sueco, Intermezzo en 1939. Y uno de sus últimos papeles cinematográficos en su país de origen, Suecia, con el director de fama internacional, Ingmar Bergman, Sonata de Otoño en 1978. Entre medias cuatro décadas de una actriz que trabajó entre EEUU y Europa con uno de los rostros más inolvidables de la historia del cine. Rostro mítico. En ambos papeles, ella, Ingrid, es una concertista de piano. Y arrastra muchas historias y rostros que forman parte de esa otra historia inmortal que se sella en las pantallas de cine.

Bergman tiene una interesante carrera como intérprete. Una actriz que rompió moldes pues no tuvo miedo a ser actriz. El sistema de estudios, en el Hollywood dorado, la construyó un rostro y un prototipo de personaje que llevó a la perfección y le supuso muchos éxitos y la formación de un icono universal e irrepetible…, pero no tuvo miedo a experimentar y crecer como actriz y dio un giro a su carrera mostrando siempre sus múltiples rostros. Bergman fue musa de varios directores que marcaron su carrera. Nombraremos a tres que perfilaron su figura: el sueco Gustaf Molander fue quien construyó a la joven actriz en Suecia haciéndola protagonizar múltiples melodramas (casi todos desconocidos para Hildy) y convirtiéndola en una de las promesas más importantes del cine sueco. Su clímax llegó en 1936 con el melodrama sueco Intermezzo que permitió su salto al cine estadounidense con un remake americano por el olfato del productor David O’Selznick que intuyó encontrarse con un rostro que el objetivo de la cámara amaba.

También se convirtió en musa del maestro del suspense, Alfred Hitchcock y en un icono de modernidad para la filmografía europea cuando fue el rostro de un cine moderno que rompía moldes y que tenía su cuna en Italia, Roberto Rossellini (también su segundo marido). Su unión con Rossellini supuso la ruptura con el cine americano y de Hollywood. La meca del cine de los cincuenta condenó que una de sus estrellas más carimásticas se convirtiera en una actriz de arte y ensayo y además dejara de ser esposa modélica para vivir su amor con el director italiano. En la meca no perdonaron que se convirtiera en una nueva mujer, icono de un cine moderno que permitía explorar otras formas de narrar cinematográficamente y otro tipo de historias que todavía no tenían hueco en el Hollywood de los cincuenta.

Pero vayamos más despacio. La promesa del cine sueco, Ingrid Bergman, una joven de rostro hermoso, sin retoques, de una belleza etérea, natural y fresca, enamoró al mundo y al cine de Hollywood cuando su rostro volvió a protagonizar esa historia de amor triste con nombre de Intermezzo. Ahí se paró su proyección europea y empezó a construirse su mito hollywoodiense. Así aparece hermosísima en El extraño caso del Doctor Kelly (1941) de Victor Fleming donde borda un papel que la marcará posteriormente: mujer joven, espontánea y alegre que ve cómo va perdiendo su libertad y carácter convirtiéndose en mujer atormentada por las vejaciones que sufre por un mister Hyde que no la deja respiro. Este prototipo de personaje lo repetirá sucesivamente en obras cinematográficas grandes que construiran su rostro de mujer vulnerable, frágil y matratada que logra, con su fuerza interior, superar obstáculos ante hombres que tratan de minar su identidad.

Pero su leyenda y su hueco inmortal en el Olimpo de los actores llega con una película de 1942 en la que nadie creía. Una película del sistema de estudios, pequeña y sin pretensiones, que pretendía ser una película más en tiempos de guerra y que se ha convertido en un hito de lo que es un clásico de cine: Casablanca de Michael Curtiz. Servidora no se cansa de ver esta película y cada nuevo visionado —además de hacer que se aprenda prácticamente de memoria sus diálogos— descubre nuevos matices. Bergman es Ilsa, la mujer de rostro angelical, que se debate entre dos hombres a los que ama por diversos motivos. Ilsa logra plantear un triángulo amoroso intenso y da complejidad a su personaje poniéndonos en su piel y haciéndonos comprender que es posible amar a dos hombres y sentir la incertidumbre de no saber con quién partir o con quién compartir la vida.

Con este papel y éxito inesperado, Hollywood se pone a los pies de su nueva estrella y va construyendo una carrera en la que Bergman va dejando diferentes matices de personaje con una aparente fragilidad y dulzura, a veces mujer atormentada, pero que esconde una mujer fuerte que se sobrepone a las dificultades y sobre todo heroína romántica y mujer enamorada. La década de los años cuarenta regala sus papeles más recordados y su unión laboral maravillosa con Alfred Hitchcock. También además durante esta década llega a ser la expresión de la pureza y la alegría de un público católico (cinéfilo y muy influyente en las calificaciones de las películas, el cumplimiento del código Hays y en mantener a actores y actrices en altares o en hundirles y boicotearles si no cumplen con la imagen establecida en pantalla) que disfruta de sus interpretaciones, sobre todo en Las campanas de Santa María (1945), comedia de curas y monjas con el sello de calidad de Leo McCarey. Aunque no tuvo mucho éxito, también fue visto con gusto su transformación en Juana de Arco en 1948.

Repasemos sus títulos más exitosos de esta década: Por quién doblan las campanas (1943) donde es la campesina María que lucha en la Guerra Civil Española al lado de un miembro de las brigadas internacionales con rostro de Gary Cooper. Al año siguiente está magistral junto a un siniestro Charles Boyer, como la delicada esposa que cree estar volviéndose loca en la genial Luz que agoniza de George Cukor. En 1945 interpreta su primer papel para el maestro del suspense, Recuerda. Hitchcock se mete en un hospital psiquiátrico, nos hace interpretar sueños con sello Dali, y la Bergman es una doctora enamorada que indaga en el subconsciente y se convierte en investigadora ocasional de un Peck atormentado. El maestro cuenta con ella para una obra cumbre de su filmografía, la maravillosa (el adjetivo lo pongo yo porque soy una enamorada de esta obra) Encadenados donde Bergman nos regala un papel de doble espia atormentada y acosada que vive una complicada e intensa historia de amor con su compañero de trabajo Cary Grante (que además se convertiría en la vida real en un gran amigo de la actriz). Con Hitchcock trabajaría por última vez en 1949 en un film británico muy olvidado del director pero interesante donde el maestro lleva a la pantalla una obra gótica con gotas de Luz que agoniza y Rebeca. Se trata de Atormentada y esa atormentada no es otra que la Bergman de nuevo en papel de mujer vulnerable y enamorada, compleja y llena de miedos y conflictos por circunstancias externas, que poco a poco logra superarlos.

Pero llegaron los años cincuenta y Bergman da un giro radical a su carrera. Una de las actrices más mimadas y queridas de Hollywood, en pleno éxito, da un giro a su vida sentimental y profesional. Deja los grandes estudios y sus éxitos como estrella fulgurante, cabrea a Hollywood y a su público seguidor que había construido una imagen de ella de mujer amamantísima y purísima, y se convierte en intérprete de un cine nuevo y moderno europeo además de casarse con uno de los artífices de este nuevo cine: el italiano Roberto Rossellini. Se convierte en su musa y rompe con toda su vida anterior.

Su historia con Rossellini y su trayectoria como actriz en el cine italiano ocupa casi prácticamente la primera mitad de la década de los cincuenta. Y deja varios trabajos que también la inmortalizan. Y trabajos que la colocan en otros papeles de mujer compleja que vive distintos dramas atrapada en relaciones e historias difíciles contemporáneas a la historia europea. Así aparece una Ingrid diferente en obras de interesantes análisis como Stromboli, la compleja y brillante Europa 1951 o ese viaje al interior de un matrimonio en Te querré siempre. También estaría presente en Nosotras las mujeres, Ya no creo en el amor y Rossellini la grabaría en su trabajo en los escenarios de Juana de Arco. Ingrid va ampliando su trabajo como actriz en los escenarios teatrales y también se abriría pronto una puerta que la permitiría realizar trabajos también muy recordados en la televisión.

A la vez que se va rompiendo su historia de amor con Rossellini, Bergman que ya no deja su trayectoria cinematográfica europea, vuelve de nuevo a ser querida y admirada por un Hollywood que también ha evolucionado. Ingrid Bergman vuelve a ser otra vez acogida con fervor y sigue su estela como rostro universal. Su primer paso de acogida al cine americano fue en su encarnación de Anastasia en 1956, de producción británica. En este mismo año está absolutamente deliciosa en una película de esas que Jean Renoir hacía que los espectadores se reconciliaran con la alegría de vivir, Elena y los hombres. Stanley Donen vuelve a unirla con su gran amigo Cary Grant para protagonizar una elegante historia de amor tardío, Indiscreta, en 1958.

Así llegan los años 60 y 70 donde Ingrid vuelve a protagonizar un cine clásico en Hollywood, no abandona su carrera europea, y sube a los escenarios así como su rostro protagoniza importantes obras en la televisión. Así se la recuerda en los repartos de El albergue de la sexta felicidad a finales de los cincuenta, en el reparto coral de El rolls royce amarillo (1964) o en el de Asesinato en el Oriente Express (1974). Vuelve a estar encantadora en una comedia de corte clásico con aires de modernidad en Flor de cáctus (1969). O en melodramas como La visita del rencor o Secretos de una esposa junto a Anthony Quinn. Así como era inevitable que se unieran laboralmente el director sueco Bergman y ella como actriz en Sonata de Otoño en 1978 que supuso un paso importante para la carrera de ambos.

Así la Bergman que nos dejó un verano de 1982 sigue inmortal en la sala oscura. Siempre bella y natural como mujer compleja que ama hasta las últimas consecuencias y que nos lleva de la mano a historias de profundidad psicológica de mujeres de fuerte personalidad con una vulnerabilidad e identidad que nunca llegan a romperse…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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