Diccionario cinematográfico (134)

Vampiro: Dice la RAE que un vampiro es un “espectro o cadáver que, según cree el vulgo de ciertos países, va por las noches a chupar poco a poco la sangre de los vivos hasta matarlos”.

¿Qué tiene el mundo de los vampiros que después de siglos y siglos y mucha literatura derramada sigue teniendo un atractivo y una atracción por parte de mucha gente?

Un vampiro es un no muerto, un ser casi eterno que vaga por el mundo sembrando nuestros miedos más profundos. Nos succiona nuestra savia, la sangre. Y juega con el atractivo del mundo nocturno que también lo relaciona con el sexo. Alrededor del mundo vampírico hay toda una mitología de rituales, vestuarios, ambientes…

Y desde casi el nacimiento del cine, los vampiros han estado presentes en el celuloide logrando esa inmortalidad real y ocupando las pesadillas de un montón de espectadores.

Es sorprendente cómo todavía la temática vampírica da para crear fenómenos realmente curiosos. Los últimos tienen que ver con una ‘humanización’ de los vampiros que primero han ocupado páginas y páginas de libros y ahora invanden las salas. Unos vampiros que van al instituto y se enamoran como cualquier adolescente u otros que viven en una población del sur de los EEUU y comparten el mundo con los humanos gracias a que ahora pueden consumir sangre sintética. Así nos encontramos con la saga Crepúsculo (todo un arte en el mundo del marketing y desgraciadamente poco cine…) o la serie televisiva TrueBlood que lleva a la pantalla pequeña las fantasías de Charlaine Harris y su serie de libros sobre Sookie Stackhouse que se debate en un mundo donde las criaturas sobrenaturales quieren su protagonismo (no sólo vampiros sino también licántropos u otros cambiantes, brujas, hadas, duendes…).

Nunca ha habido una década sin sus vampiros o vampiras que cobran vida en el celuloide y nuestros miedos más profundos y una mitología especial sigue poblando miles de interesantes historias. Tengo pendiente la película sueca Déjame entrar que es otra obra que indaga de otra manera en el universo de los vampiros.

Algunos actores es nombrarlos y sólo nos viene a la cabeza un Conde Drácula temible. Estos actores forman parte de la memoria colectiva donde el vampiro es un ser elegante vestido de negro con capa incluida que tras su sonrisa deja asomar sus dientes. Son mitología cinematográfica pura. Por un lado, Bela Lugosi y su carrera allá en los años treinta como el vampiro de los estudios Universal. Por otro, ya en los sesenta y en los estudios británicos de la Hammer surge el vampiro con cara de Christopher Lee.

No puedo olvidar un homenaje al mundo vampírico de Lugosi, con permiso de su director Tod Browning, y es esa obra maravillosa de Tim Burton que recuerda a un Lugosi decrépito y vampiro de por vida al que admira el peor director del mundo, Ed Wood. Como anécdota contar que durante el rodaje de la primer Drácula de Lugosi, se rodaba otro en versión castellana (todavía no se había descubierto el mundo doblaje o subtítulo) donde dicen aquellos que han podido verla que el actor Carlos Villarias no lo hace nada mal y que incluso está mejor que el legendario Lugosi.

Algunas encarnaciones de vampiros se han convertido en inolvidables así como los intérpretes que se transformaban en ellos. Así siempre se ha especulado con el misterioso actor que dio vida al Nosferatu de Murnau, toda una joya del cine silente. Qué fue de Max Schreck. Cuánta leyenda hay en su vida. William Dafoe le dio vida en la desconocida para mí La sombra del vampiro. Nosferatu también fue llevada a la pantalla por el alemán Herzog en una de sus ‘intesas’ colaboraciones que el actor Klaus Kinski.

Muchas veces se ha querido investir al vampiro de un espíritu romántico. En realidad son almas errantes que sufren su inmortalidad y se enamoran apasionadamente sin poder culminar ese amor. Ese amor ideal no impide que tengan a otras víctimas femeninas a las que terminan succionando su sangre. En esta idea, del vampiro romántico y el vampiro que sufre, podríamos nombrar dos producciones cinematográficas. La adaptación que realizó Coppola de la famosísima novela de Bram Stoker que rezuma romanticismo exacerbado en cada uno de sus fotogramas o también la adaptación de la obra de Ann Rice, Entrevista con el vampiro de Neil Jordan. Uno de los actores del Drácula de Coppola, Keanu Reeves también hace años que tiene que aguantar teorías sobre si es un vampiro o no, por lo bien que se conserva.

O también el vampiro simboliza un tipo de vida. Un hombre o mujer que absorbe, que vampiriza, que mata, que se consume, que representa todos los miedos de la vida moderna. Así tenemos curiosas películas vampíricas donde el mundo nocturno y oscuro se apodera de vampiros y víctimas. De este tipo de películas podríamos hablar del poder vampirizador de ciertas personas, de la fuerza vampírica de una cámara, y de la vida de los años ochenta espolvoreadas con todo tipo de drogas en un Madrid muy movido en Arrebato de Zulueta. O también entrar en el mundo nocturno de los ochenta de la mano de unos vampiros muy cools con cara de Catherine Denueve o de David Bowie en El ansia. O por último ese extraño producto, bastante desagradable, de un ejecutivo que pierde la cabeza y se transforma en vampiro temible con la cara de un Nicolas Cage perdido en Besos de vampiro.

Por supuesto, el mundo vampírico ha pasado por distintos géneros. Y la ciencia ficción nos ha dejado temibles ejemplos como las de Blade (que no tengo el gusto de conocer ni me apetece) o ese clásico (que ha sufrido remake, como no, Soy leyenda) El último hombre vivo. O también hay vampiros en el mundo de la comedia: podemos recordar ese clásico de Polanski, El baile de los vampiros.

Está claro que todos tenemos en mente un vampiro o vampira en nuestras vidas y las nuevas generaciones continuan interesándose por las criaturas de la noche…, si es que siempre hay que buscar lo irracional del miedo que crea criaturas mágicas que encienden nuestra imaginación y llenan páginas y páginas y metros y metros de celuloide.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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