Vivien Leigh

Vivien Leigh destinada a convertirse en estrella rutilante después de encarnar uno de los personajes más míticos de la pantalla, Escarlata O’Hara, siguió otros derroteros y su luz se fue apagando poco a poco.

Lo que el viento se llevó cimentó su leyenda pero Vivien no era Escarlata y mañana no fue otro día. Es una de esas estrellas trágicas que arrastraron una frágil salud mental y física que marcó su vida y sus papeles.

Hermosa como ninguna, su decadencia física y el dolor que acarreaba lo arrastró a la pantalla de cine. Y ahora queda como testimonio su triste destino. La hermosa, fuerte y vivaz Escarlata se convirtió en otra sombra sureña una Blanche Dubois extremadamente frágil y débil que conmueve y que arrastrada por el deseo trata de callar a fantasmas y miedos.

Se empeñó en ser actriz de prestigio, actriz de escenarios teatrales y ser comparable al que fue su pareja durante años, sir Laurence Olivier. Nunca estuvo del todo satisfecha con sus logros teatrales, ni algunas ocasiones los críticos tampoco, sin embargo, el público adoraba verlos juntos porque pensaban que lo suyo era un romance de película. Y fue de película pero con ribetes de melodrama triste.

En lo más algido de su amor, a finales de los años treinta, los dos amantes probaron suerte en Hollywood. Olivier triunfó como amante atormentado en Cumbres borrascosas o Rebeca pero Leigh se alzó como estrella prometedora y leyenda en la superproducción de todos los tiempos, Lo que el viento se llevó.

Ella ya tenía una carrera prometedora en Gran Bretaña con producciones populares como Un yanqui en Oxford que la emparejó con otro actor bonito Robert Taylor y ya había sido pareja cinematográfica de Olivier en Inglaterra en llamas.

¿Y después de Lo que el viento se llevó? Vuelve a los brazos de Robert Taylor y al blanco y negro en melodrama romántico bélico, El puente de Waterloo y apuesta por el teatro junto al amado Olivier. Así en pantalla de cine se prodiga poco. Sigue paseando su amor por Laurence (ahora ya son matrimonio) en películas que se recuerdan tan sólo porque ellos fueron los protagonistas 21 días juntos o Lady Hamilton. O se pone en la piel de Cleopatra en una adaptación cinematográfica de una obra de George Bernard Shaw, César y Cleopatra, junto a Claude Rains. O aparece bellísima y trágica como una Anne Karenine a lo Duvivier.

En 1951 otra llamada de Hollywood. Y Vivien ya no es Escarlata sino una mujer con salud frágil, cuya belleza poco a poco se va ajando, y los tiempos más felices junto Olivier son cada vez más lejanos…, a pesar de que se separarían nunca dejarían de preocuparse el uno por el otro pero juntos no pudieron continuar y ambos reconstruyeron sus vidas personales al lado de otras personas.

Vuelve al cine americano con otro papel de mujer sureña que la mostrará grande: es Blanche Dubois, la triste heroína que pierde la cabeza y trata de aferrarse a la vida y a la realidad a través del deseo en una adaptación cinematográfica de la obra de Williams, Un tranvía llamado deseo. Y Vivien vuelve a ser grande.

Pero cada vez vive más alejada de escenarios y películas por su frágil salud mental que la hace retirarse de escenarios y cámaras. Y deja dos tristes muestras de dos mujeres frágiles y solitarias en otra adaptación de Williams, La primavera romana de la señora Stone o tristes escenas junto a Marvin en El barco de los locos.

Murió de una enfermedad de dama antigua, tuberculosis. Y murió joven. Dejando escenarios y pantallas. Pero es inevitable acordarse de sus ojos verdes, vivos y expresivos…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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