Gary Cooper

El hombre del rostro bello. Perfecto. Uno de los jóvenes y hombres maduros más hermosos y carismáticos. Un actor con presencia. Un rostro que representó al héroe americano ya en película del Oeste, bélica o de aventuras. Más versátil de lo que se piensa. Con sombras tras esa belleza porque no era un icono sino como todos un ser humano con virtudes y defectos. A pesar de su leyenda de hombre recto, virtuoso y americano —de los conservadores, conservadores—, no pudo nunca quitarse de encima ese erotismo por encima de sus personajes que, aunque se ocultó muy bien, escondía uno de los hombres más seductores de Hollywood que vivió relaciones tempestuosas con Clara Bow, Lupe Vélez o Patricia Neal. El naturalismo en su interpretación fue su sello. Naturalidad, siempre naturalidad.

Ya en el cine mudo hizo su aparición y se mostró en dos de los géneros que le harían favorito de generaciones de cinéfilos: el bélico y el western. En el bélico aún era un secundario que ya mostraba sus artes en ese monumento a la aviación del momento Alas y ya se convirtió en héroe mítico del Oeste con su reencarnación de El virginiano.

Pero también se explotó su erotismo brutal de hombre demasiado bello y así sigue destilando sensualidad y sexualidad en dos películas de los años treinta donde el caballero era un legionario o soldado con cara de chulo-ángel capaz de derretir a las damas. Imposible olvidarle en Marruecos o en la primera y mejor versión de Adiós a las armas.

Y fueron los años treinta los que le mostraron versátil. Encantador seductor en comedias de los más grandes, aventurero infatigable, héroe mítico y romántico, trabajando siempre con los grandes directores y tan sólo un sonado fracaso (Las aventuras de Marco Polo).

Así de la mano de Lubitsch se mostró divertido y encantador en la pícara Una mujer para dos o extremadamente divertido en La octava mujer de Barba Azul. Capra lo vio ideal para su héroe idealista en El secreto de vivir. Henry Hathaway y William A. Wellman le convirtieron en icono popular con las aventuras que vivían sus personajes en Tres lanceros bengalíes y Beau Geste. Y el héroe del Oeste nunca lo abandona ya sea en manos de Cecil B. DeMille (Bufalo Bill, La policía Montada de Canadá), H. C. Potter (El vaquero y la dama) o incluso William Wyler en uno de los primeros western con escenas intimistas y con calado psicológico (El forastero).

Los años cuarenta siguieron mostrándole con una inocencia que desarma en diversas comedias de Capra y Hawks y siendo el modelo ideal del héroe americano. Culmina la década con dos películas de la mano de la actriz Patricia Neal que además introdujo en su vida inmaculada —como querían los departamentos publicitarios de los estudios— una mancha de escándalo. Vivieron un apasionado romance pero Cooper que sólo se casó una vez cedió al catolicismo de su esposa y al suyo propio y no acudió a los tribulanes para divorciarse.

Cooper es maravilloso como el tímido profesor universitario enamorado de la cabaretera en Bola de fuego o entrañable como ese sin hogar que representa a todos los Juan Nadie en una comedia amarga sobre los peligros del fascismo. Son los años de propaganda americana de sus valores frente a la guerra y el nazismo y Cooper es el héroe que se convierte en El sargento York o en El orgullo de los yanquis. Fue incluso un miembro de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española en esa adaptación de novela de Hemingway Por quién doblan las campanas. Como aventurero popular está absolutamente delicioso en la entretenida epopeya de DeMille, Los inconquistables.

Sus películas con Neal fueron la controvertida versión de la novela de Ayn Rand, El manantial, película de King Vidor donde rezuma una sensualidad explícita y un melodrama olvidado de Curtiz, El rey del tabaco.

Durante la última etapa de su carrera durante los años cincuenta se refugió en los western pero fueron películas del Oeste inolvidables y algunas marcaron una evolución del género como Solo ante el peligro. Sin embargo, es imposible olvidar su participación en Tambores lejanos,  Veracruz, El hombre del Oeste o esa joya que es El árbol del ahorcado. Y siguió mostrando su arte como galán y comediante en la delicada Ariane de Billy Wilder. Son muchos los que dicen que el broche final de su carrera no fue lo que se merecía en Sombras de sospecha que rodó ya gravemente enfermo donde interpreta a un presunto asesino…, ¿éste es el final del héroe romántico, divertido y popular de los años 30 y 40? Un papel con sombras…

Me quedo con su rostro pícaro y chuleta… tremendamente hermoso, en Marruecos, divertido y aventurero en Los inconquistable o infinitamente tierno y humano en Juan Nadie. Gary Cooper que estás en los cielos, como decía Pilar Miró, tan natural y extremadamente bello que casi era irreal…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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