El fantasma de la ópera (Andrew Lloyd Webber’s The Phantom of the Opera, 2004) de Joel Schumacher

¡¡¡Abstenerse aquellos que odian los musicales!!!¡¡¡Contraindicado a los que les sale urticaria ante producto-espectáculo-barroco-con toques kitsch!!! Una vez hechos estos avisos, El fantasma de la ópera, que traslada el famoso musical de Webber a pantalla cinematográfica, puede ser un espectáculo entretenido para una mañana en la que Hildy se encontraba con una flojera física y psíquica estimable. La verdad es que sirvió de medicina hundirse en un melodrama romántico hasta extremos indecentes. Con damita bella, caballerito efebo —no muy del gusto de la que tenía que ser curada, o sea, yo misma— y un fantasma de la ópera que deja esconder e intuir su belleza tras su deformidad…, todo regado con escenografía a lo teatro barroco o rococó y unas canciones a voz en cuello con letras extremadamente románticas sobre Ángeles de la música, amores eternos y demás.

Y es que la novela de Gaston Leroux ha sido muchas veces llevada a la pantalla de cine o a los escenarios de teatro. Si nos ponemos a recordar podemos irnos al año 1925 en el que Lon Chaney, el hombre de las mil caras, protagonizaba película de inocente terror. En la década de los 40 le tocó a Claude Rains transformarse en desgraciado fantasma-violinista con rostro deforme y si seguimos viajando llegamos a los 70 donde Brian de Palma se saca de la manga una Ópera rock inspirada en la obra de Leroux, pero esta vez el fantasma es del Paraíso. Así hasta llegar a un Webber que basándose además en otro musical de la obra, crea su propia versión del fantasma a finales de los ochenta. Este espectáculo triunfa allá donde se monta…, y en 2004 una versión de este musical espectacular salta a las pantallas bajo la batuta del  director Joel Schumacher (que sabe de proyectos taquilleros).

Así un espectador, postrado en su butaca o en el salón de su casa, viaja de 1919 a 1870 porque un anciano aristócrata reconstruye la trágica historia de sus amores con una corista a la que conocía desde su más tierna infancia y a la que se vuelve a encontrar en el teatro de la Ópera de París donde se ha convertido en nuevo propietario…, pero entre artistas, productores patosos, tenebrosos técnicos de teatro, bailarinas, coristas, profesoras de ballet, actores, actrices, divas de ópera popular y cantantes de pacotilla, se encuentra también un fantasma dueño del teatro que aterroriza a todos con sus cartas y mandamientos…, es el fantasma de la ópera. La profesora de ballet, Madame Giry (como siempre una inquietante y correcta Miranda Richardson) es la única que parece conoce todos sus secretos.

El fantasma de la ópera tiene además gustos musicales, es un genio de la música, y odia y le exaspera los destrozos que a su parecer hace en cada obra la diva Carlotta (una divertida Minnie Driver) y, sin embargo, queda cautivado por la voz de su alumna predilecta, la bella y joven corista Christine, a la que admira por su arte y ama desesperadamente volviéndose cruel porque se siente odiado por su deformidad por eso siempre se oculta tras su máscara y por ello es también hombre despiadado y violento. Por el dolor que le produce el rechazo, por el odio que siempre ha sentido…

Con Christine hace una excepción, no sólo porque la ama, sino porque siempre la ha hecho creer que es un Ángel de la Música enviado por el padre ausente de la joven. Sin embargo, cuando ésta triunfa en los escenarios tras la “ausencia” de la diva por un infortunado accidente, se descubre, le enseña su hogar bajo los escenarios…

Pero el fantasma de la ópera no cuenta con que la joven se enamorará perdidamente del nuevo propietario, el aristócrata, y amor de la infancia. Y que éste la corresponderá totalmente. La furia se desata en el fantasma y sólo logra que la joven Christine albergue dudas y miedos aunque se siente atraída por la voz del maestro y por su sabiduría musical.

Así toda la película, en escenarios barrocos, y con sonoras canciones de amor, nos envuelve en una versión triste de la bella y la bestia (la primera vez que la lleva a sus aposentos, la película trata de emular la magia de una bella y bestia a lo Cocteau) con toda la estridencia de un espectáculo o cuento rococó sobre amores desgraciados.

La bestia sigue siendo bestia aunque sólo logra calmar su furia una hermosa Christine que le besa con ternura y le dice que no le teme. Una Christine que por amor a su joven amante al borde de la muerte decide entregarse al fantasma por salvarle…, y claro, al fantasma se le enternece por un momento el corazón y decide dejar que su amada sea feliz al lado de otro. No soportaría su odio. Y decide desaparecer de nuevo para todos. Sin embargo, sabemos por esas rosas rojas con lazo negro… que sobrevivirá a su amada y seguirá amándola con la misma intensidad.

En esta versión entendemos el espíritu de un hombre deforme que era espectáculo de feria y que sólo logró la compasión de una niña, que luego se convertirá en Madame Giry y que le ocultará en los sótanos del teatro para que no siga sufriendo el maltrato. Pero la soledad hace dos cosas: que se convierta en un amante de la música y que cultive más su odio hacia la humanidad hasta prácticamente rozar la locura.

El reparto está lleno de caras conocidas aunque no estrellas que, sin embargo, cumplen con sus roles. A Miranda Richardson se une un secundario cómico habitual británico, Simon Callow (recordado por películas de Ivory y sobre todo por su papel de homosexual maduro en Cuatro bodas y un funeral), el cada vez más en alza Gerald Butler (como fantasma de ópera que tras su deformidad ofrece a un fantasma elegante, apuesto y fiero), una Emmy Rossum que cumple su papel de bella, pura, angelical Christine y un apuesto caballero, aristócrata y efebo con cara de Patrick Wilson.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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