Boys don’t cry (Boys don’t cry, 1999) de Kimberly Peirce

Me quedé con ganas cuando se estrenó en el cine y pasaban los años y seguía con ganas de verla…, hasta que hace poco la encontré en una tienda tirada de precio y me dije que ya había terminado la espera.

No estaba muy convencida de que me fuera a gustar. Los motivos eran varios sobre todo se me hacía sospechoso que sólo se hablase de la buena interpretación de la protagonista Hilary Swank y punto pelota. Otro asunto era esa coletilla de basada en hechos reales que siempre guarda cierto tufillo de película de sobremesa.

Sin embargo, la película aunque no pasará a los anales de la historia cinematográfica, sí me interesó y me convenció la manera y el punto de vista empleado para presentar la trágica historia de Teena Brandon o Brandon Teena. Me interesó totalmente el contenido. Es de esas películas en exceso duras y brutales pero creo que es totalmente intencionado y necesario para el enfoque que quiere aportar la directora. Así lo brutal se mezcla con escenas donde sí se habla de ternura y tolerancia. No sólo destaco la interpretación, efectivamente buena de Hilary Swank sino también el de su compañera de reparto Chlöe Sevigny, ambas logran hacer creíbles sus recreaciones y su relación en pantalla cinematográfica.

La historia de Teena Brandon es brutal. Una historia de América profunda que responde hacia ciertos temas con una violencia inusitada e irracional. Al diferente se le rechaza pero además de una manera brutal…, por miedo, por ignorancia, por desconocimiento, por rechazo en un mundo que excluye, por apatía e indiferencia…

La película cuenta la exclusión y crisis de identidad sexual de una joven al margen de la sociedad en una localidad americana, Lincoln, en Nebraska. Ella se siente hombre. Aunque no se ha operado decide transformarse con su forma de vestir y comportarse como un hombre. Esto provoca distintos problemas en su entorno, se siente atrapada y no sabe cómo afrontar sus cada vez más numerosos problemas (no tiene ni apoyo familiar ni institucional ni médico…). Por circunstancias de la vida se va a una localidad cercana donde desde un principio se identifica como hombre y entra en una pandilla que le acepta como tal. Allí encuentra un sitio donde se hace popular, se comporta como un chico y además conoce a un gran amor, Lena, una chica que está hastiada y aburrida de la vida y su entorno conflictivo pero que conecta con Brandon y se enamoran. Ella encuentra en Brandon motivos para ilusionarse por la vida, encuentra una salida, una puerta a nuevos proyectos…

Dentro de la nueva pandilla de Brandon, una pandilla que también que vive al borde de la exclusión social y del hastío, se encuentran dos chicos con un fuerte pasado delictivo y además con desequilibrios emocionales importantes.

La tragedia se va precipitando cuando cada uno de los miembros de la nueva pandilla (la madre de Lena incluida) va descubriendo la verdadera identidad de Brandon, el nuevo amigo. Este descubrimiento genera gran ternura y cariño en dos de los personajes femeninos (la propia Lena que trata a Brandon como hombre y le sigue amando como tal y otra chica del grupo que aunque se sorprende del descubrimiento no deja de acoger en su hogar a Brandon) pero, en parte de los demás personajes genera un odio y rechazo visceral, sobre todo en los dos ex convictos.

Con una crudeza total y absoluta, y un reflejo duro en la pantalla, la directora muestra el ataque que recibe Brandon de estos dos chicos que a través de una brutal violencia de género, la recuerdan lo que es físicamente, una mujer. Brandon sufre una paliza y una doble violación brutal. A partir de ahí la tragedia se desencadena en historia sin sentimentalismos…

Brandon, aunque recibe ternura de ciertos personajes (aparte de las chicas del grupo de la primera mujer que la atiende en un hospital tras la brutal agresión), no es tratada por las autoridades policiales como es debido. Que no juzgan su brutal agresión sino el comportamiento y manera de actuar de Brandon, no lo entienden, y con lo cual no son rápidos en actuar contra los agresores…, que tienen tiempo para precipitar aún más el final trágico a través de una violencia brutal e irracional.

Boys don’t cry denuncia de manera brutal ese rechazo que genera el que es o siente diferente. Esa violencia injustificada. Es una historia cruda y desnuda, de ambiente sórdido desde las primeras imáganes (que no hace fácil la visión de la película). Muestra la soledad del diferente en un mundo que le rechaza continuamente de manera irracional.

La dureza de la película es contrarrestado con la ternura que rezuma la relación entre Brandon y Lena (una chica no rechaza ni juzga a nadie). Con Lena me pasó algo curioso, es un personaje que crece y se transforma a lo largo de la película…, al principio no me cayó bien con ese aire de chica desencantada y aburrida de la vida…, pero ante mis ojos se fue transformando en el personaje más tolerante, delicado y humano de toda la película.

Casi al mismo tiempo que la película, dos directoras estrenaron un documental sobre el caso de Teena Brandon, al que no he podido acceder, relatando el brutal suceso y estudiando sus causas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

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