Seguimos con crónica triste, triste, triste, como decía una Martha alcohólica al describir su historia con George en Quién teme a Virginia Woolf.
Hubo en el universo cinéfilo lo que llamaríamos en lenguaje coloquial cabras locas que iban de flor en flor y nunca encontraron ni felicidad ni estabilidad emocional. Por ejemplo, la rubia pomposa Lana Turner que tuvo relaciones tempestuosas e incluso asesinato. Esta tentación rubia vivió junto a un violento Johnny Stompanato, un gánster, que parece ser la maltrataba hasta tal punto que su hija adolescente Cheryl acabó con la vida del gánster y ambas protagonizaron un juicio mediático que terminó con la libertad para ambas.
En versión masculina un cabra loca sería sin duda Errol Flynn, el espadachín aventurero que envejeció demasiado pronto por loca vida. Flynn fue de cama en cama, una de sus esposa fue la temperamental Lili Damita, que parece ser fue la causa de que Olivia de Havilland nunca dejara de ser el amor platónico de Flynn.
Si seguimos con las damas otra coleccionista de amantes, libre como un pájaro, fue el animal más bello del mundo como cantaban los departamentos de publicidad a esa belleza morena de ojos claros con nombre de estrella, Ava Gadner que protagonizó tórrida historia que nunca terminó con el celoso Frank Sinatra. Ni contigo ni sin ti. Ambos se amaban pero no podían convivir.
Otro caso recientemente recordado por macabro aniversario fue la truncada historia entre la promesa cinematográfica Sharon Tate y el director de cine Roman Polanski. Ambos eran la pareja de moda que fue rota por el brutal asesinato de Tate por los miembros de una secta de psicópatas.
Y seguimos con escándalos, otra de las amantes eternas fue la famosa y olvidada actriz de cine mudo, Marion Davies (por cierto, una mujer cómica a tener en cuenta). Su vida se cruzó con el multimillonario y conservador magnate de la prensa William Randolph Hearst y hasta la muerte de este hombre, mantuvieron su barroca historia de amor salpicada de dificultades. Tras la muerte de Hearst, Davies ya estaba en olvido. Otra amante con hijo incluido fue la fría rubia con rostro de Catherine Deneuve que estuvo cuatro años con el maravilloso actor italiano Marcello Mastroianni.
Si me dirijo a Europa también hay todo un recetario de tristes historias de amor. Como una Simone Signoret que vivió con dignidad los cuernos de su señor esposo (con el que vivió hasta que ella tan dama, murió), Yves Montand, con una destrozada Marilyn Monroe.
Otra actriz de origen europeo vivió amores desgraciados junto a Warren Beatty. Si ayer contamos como él fue rechazado por la rubia británica, Julie Christie. Beatty rompió el corazón de una francesita con cara de niña buena y buena bailarina. Hablo ni más ni menos que de Leslie Caron.
También hubo historias bárbaras entre directores y actrices. Historias tristes. Bette Davis se dejó arrastrar por la pasión ante un director que le dio maravillosos melodramas, William Wyler, pero ambos tenía temperamentos tan fuertes que no continuaron su romance. El elegante Vicente Minnelli se enamoró de la niña-mujer de corazón roto y dependiente de todo tipo de fármacos, no logró darla la seguridad que requería y vivieron triste historia de amor que terminó en divorcio. Judy Garland continuó su particular autodestrucción. Ahora el atormentado es él, un sensible y complicado Nicholas Ray que no tuvo feliz historia con una de sus musas, Gloria Grahame, que vueltas del destino, ella terminó casándose años después con uno de los hijos de Ray. Otro director que se enamoró perdidamente de su actriz fue el mismísimo John Ford que bebió los vientos por una independiente Katherine Hepburn que no dio continuidad a la historia con Pappy.
También hubo amores entre los actores mientras rodaban películas. También tristes. Así parece que un bello y atormentado William Holden suspiró enamorado de Audrey Hepburn y que ésta le correspondió…, pero la historia no tuvo final feliz, la cortó la actriz, parece ser que por la imposibilidad de Holden de ser padre. La actriz de cuello de cisne tampoco encontró felicidad junto a otro ser hermoso, Mel Ferrer, ambos se casaron y fueron infelices y no comieron jamás perdices. De nuevo, Bette Davis es protagonista cuando en rodaje de una de sus mejores películas, Eva al desnudo, cayó en los brazos de actor joven y amor en ficción, Gary Merrill. Su matrimonio acabó fatal, tirándose trastos a la cabeza.
Hay otras historias más desconocidas pero no por ello menos tristes. Kirk Douglas, el hijo del trapero y cabra loca en juventud, bebió los vientos también por la italiana frágil, una Pier Angeli despreocupada que fue rompiendo corazones y a ella misma se lo fueron destrozando a pedazos. O, por ejemplo, un hombre con fama de serio como Henry Fonda, explican que quizá nunca pudo superar el amor de juventud que sintió por una olvidada y atormentada actriz llamada Margaret O’Sullivan (quizá todos recordemos su rostro en esa joya maravillosa que se titula El bazar de las sorpresas). También estuvo detrás de ella uno de sus mejores amigos, James Stewart.
En esta crónica de amores tristes hay dos hombres que la industria se ocupó de tapar escrupulosamente sus, quizá, tristes o alegres historias de amor. Ambos vivieron vidas atormentadas por tener que ocultar a todas horas su verdadera sexualidad. A uno de ellos esta situación le llevó a un vida llena de desgracias. El otro lo supo llevar bastante mejor y finalmente confesó públicamente su sexualidad al ser uno de los primeros personajes públicos que murió de SIDA. En aquellos años la homosexualidad no podía ser explícita (ahora tampoco os creais que tanto) y menos en dos galanes que enamoraban a millones de mujeres y eran admirados por la misma cantidad de hombres. ¿Quiénes ocuparon su corazón?¿A quiénes amaron? ¿Quiénes les rompieron el corazón? Asuntos difíciles de indagar. Ellos son Montgomery Clift y Rock Hudson.
Hasta aquí llega mi crónica. Seguiremos con futuros capítulo…, porque siempre habrá historias de amor y desengaño.
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