El caballo de hierro (The iron horse, 1924) de John Ford

Es lo que me gusta a mí del mundo del cine, que nunca pierdo la capacidad de sorprenderme. Hacía mucho tiempo que me había comprado el DVD de El caballo de hierro, una de las películas silentes más populares de John Ford pero todavía no había encontrado una tarde tranquila para contemplarla. Ayer se me presentó la ocasión y no saben lo que disfruté de ella.

Leyendo por la red y en libros de consulta distintos artículos y párrafos sobre esta obra, me sorprendió apreciar que todos coinciden en las genialidades de este largometraje en el que ya se intuye la grandeza de Ford pero también que muchos señalan que es un película demasiado larga y a ratos, actualmente, puede resultar aburrida. Todos alaban, sin embargo, su valor histórico y documental. Pappy contó con testimonios de primera mano, entre ellos el de un tío suyo, sobre hombres que realizaron esa obra de ingeniera de carácter epopéyico y símbolo del progreso que fueron las vías del tren en ese Oeste que se construía día a día y adquiría personalidad propia. Ford logró encontrar un tono realista y en algunas ocasiones, efectivamente, parece que el espectador está disfrutando de un documental de época.

Si digo que me sorprendió es porque a Hildy, a pesar de que dura más de dos horas, el visionado de El caballo de hierro la entretuvo en todo momento. La disfruté plenamente. Reí, lloré, me emocioné, pasé momentos de tensión, me resultó muy interesante y aprendí muchas cosas mientras las imágenes silentes pasaban por mis ojos. No bostecé ni un segundo.

Una de las cosas que me fascinó es el conocimiento de John Ford del ser humano. Ya creaba personajes con personalidad propia. También, me encantó como Ford ya dejaba ver elementos inconfundibles de sus trabajos posteriores: esa mezcla magnífica de épica, realismo, aventura grandiosa, tragedia shakesperiana todo regado de momentos intimistas y de un sentido del humor envidiable, por supuesto, de origen irlandés. También, algo que conseguía siempre, como el director Howard Hawks, era reflejar de manera hermosa la camaradería y amistad entre grupos de hombres pioneros.

El caballo de hierro muestra todas las claves del buen cine del Oeste. Hermosas escenas sobre vías ferroviarias y el tren, las duras condiciones de vida de los colonos, las luchas y persecuciones con los indios, las nuevas ciudades que se iban formando, ciudades pioneras donde no faltaba el saloon y sus chicas, las peleas y los disparos…, personajes secundarios riquísimos en matices, los ganados de bisontes, las estampidas…, todo indica una nueva era, una época de cambio.

Además, todos estos elementos están contados con un gran verismo, es decir, se nota que tampoco había transcurrido tanto tiempo de lo que narraba la película con lo que todos, a través de recuerdos y familiares, tenían los acontecimientos muy recientes. Un elemento en el que hace hincapié es cómo esta epopeya, la construcción del ferrocarril, fue realizada por hombres y mujeres duros, por inmigrantes de todas las nacionalidades, unidos por una causa común así trabajadores chinos se unen a italianos e irlandeses. Otro elemento interesante es cómo también desaparecen las diferencias de un país que acababa de vivir una cruenta Guerra Civil pero al final ex soldados de uno y otro bando contribuyeron a la construcción del ferrocarril. También, Ford presenta a los indios y a las distintas tribus como valientes y honrados que ven este progreso del hombre blanco como una amenaza para su modo de vida y por ello atacan y persiguen al caballo de hierro. Sin embargo, el malo malísimo es un hombre blanco que manipula a todo el que le rodea incluso a los indios para que la obra no se lleve a cabo tal y como intenta el ingeniero protagonista sino como él quiere —un proceso más largo— para beneficiarse económicamente. Ya surge un mundo corrupto y de especulaciones de las tierras. También, Ford recrea a personajes históricos como Abraham Lincoln que fue el presidente que emitió la ley que hizo posible la construcción de las vías de tren o el personaje épico de Buffalo Bill. Por otra parte, es un largometraje rico en mostrar los modos de vida de estos colonos, hombres y mujeres fuertes, la formación de las primeras ciudades, el tipo de negocios que iban aflorando, cómo se iban organizando nuevas comunidades con unas duras condiciones de vida, los nuevos descubrimientos como la fotografía, la escena final, cuando se unen las dos vías es inmortalizada por un fotógrafo…

En diversas escenas se muestra la capacidad que tenía Ford en detectar la humanidad de sus personajes. Momentos emocionantes como el perro que se queda junto a su dueño indio muerto en la batalla. O las tumbas solitarias que quedan en una ciudad fantasma donde todos sus habitantes se trasladan a otro lado, donde pasará la vía del tren. Momentos íntimos como los juegos infantiles de los dos protagonistas cuando son sólo unos niños o el héroe solitario paseando por unas vías que están a punto de conseguir el sueño de su padre asesinado, o la muerte de uno de los hombres y la reacción de sus compañeros de batalla.

Otra sorpresa agradable y sin límites es George O’Brien como héroe fordiano y hombre de una belleza increíble. Alcanzaría la inmortalidad por ser el protagonista elegido por Murnau para su Amanecer, sin duda, le atrajo la naturalidad del actor ante la cámara. Es curioso el tema de las modas de belleza, en este caso masculinas, en la época silente destacaban más actores tipo John Gilbert, Douglas Fairbanks o Rodolfo Valentino…, que vistos ahora no tienen la modernidad, naturalidad y cuerpo maravilloso de un O’Brien moderno y contemporáneo. Contenido. Cuentan que fue famosa la escena de la película, e hizo suspirar a varios desde las plateas, cuando el actor en una de las violentas peleas que protagoniza —la última en concreto, la que se enfrenta al asesino de su padre— aparece con el torso desnudo y en estupenda forma física. No ocurre así con su compañera que sí que sigue los cánones de belleza de la época, típica heroína de Griffith, Magda Bellamy que además no fue del gusto del director que se enfadó cuando tuvo que incluir varios primeros planos de la actriz. Magda sí que es personaje por el que han pasado los años y que simboliza la imagen ideal de chica del héroe con virtudes como la humildad, la belleza, la delicadeza, la inocencia… Sin embargo, contrarresta esta imagen de mujer con otro personaje femenino más humano y real, con más carácter, se trata de Ruby (la chica del Saloon, no podía ser de otra manera) encarnada por la actriz Gladys Hulette.

Por supuesto, como no podía ser de otra manera, Ford acompaña su largometraje de unos secundarios de oro que dan riqueza de matices a la historia. Y por destacar alguno de la larga galería me quedó con el contrapunto cómico de la obra y también protagonistas de escenas emotivas y de gran camaradería, el trío de trabajadores del ferrocarril, amigos del protagonista, que se hacen llamar Los tres mosqueteros, con los peculiares rostros de Francis Powers, J. Farrell MacDonald y Jim Welch.

Sin duda son varios los factores que han hecho que el visionado de esta película sea una experiencia recomendable aparte de todo lo mencionado anteriormente: primero, la buena calidad de la obra cinematográfica fruto de una restauración concienciada y bien realizada, la calidad del dvd es innegable —sin ser una experta en aspectos técnicos pero si teniendo bastante intuición— y, por otra parte, la magnífica banda sonora realizada para esta restauración por el compositor Christopher Caliendo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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