El ángel y el pistolero (Angel and the badman, 1947) de James Edward Grant

Érase una vez un vaquero duro que hacía películas, un duque del oeste, que se llamaba John Wayne. En los años 40 ya era un chico la mar de conocido y ya no estaba condenado a los westerns de bajo presupuesto pero todavía se sentía cómodo por esos mundos que fueron su escuela, además del duro de Pappy que le convirtió en estrella con su interpretación en La diligencia (1939).

Él poco a poco iba forjando su leyenda de hombre del oeste. A veces, era forajido, fuera de la ley y pistolero. Otras, ganadero. Otras se ponía la placa del sheriff…, siempre inconfundible con sus andares, su estatura enorme, su cara de chulo con fondo tierno, su escopeta, su sombrero, a caballo o a pie, daba el pego.

Poco a poco de actor inexperto, iba tomando conciencia de su estatus de leyenda y poder en la industria y decide hacer sus pinitos como productor. Para ello, toma película de bajo presupuesto, productora experta en cine del oeste y seriales como Republic Pictures, y coge de la mano a un buen guionista y le pone a cargo no sólo de la historia sino también de la dirección (James Edward Grant). Se rodea de buenos secundarios y surge una bella historia de amor en el Oeste lejano. Una historia de amor sencilla, linda, natural…, un Oeste amable e intimista. Una historia de amor que ha tenido ecos en películas posteriores (quizá la más recordada y hermosa sea Único testigo).

Una agradable sorpresa ha sido la que me he llevado viendo El ángel y el pistolero y encantada me he quedado con una química mágica entre el rudo y atractivo (sí, leen bien, Wayne atractivo) pistolero y la joven hermosa de ojos azules que es una granjera cuáquera y sólo entiende de buenos sentimientos, tolerancia y pacifismo (con el hermoso rostro de Gail Russell. Y es bello ser testigo del amor entre ambos y de la confusión que se produce dentro del cerebro del duro cowboy con corazón honesto.

La historia no puede ser más sencilla. Un forajido herido cae en manos de una familia de cuáqueros que le acogen y cuidan en su hogar. El forajido ante el trato recibido y sus conocimientos de la “extraña” filosofía de vida de sus salvadores va transformándose y dándose cuenta de que existe otra forma de vivir. No todo se soluciona con violencia. No sólo puede sentirse seguro con una pistola que empuñar. No siempre hay que huir. No todos los seres humanos son tan malos como parecen. No todo son malos sentimientos…También, influye en su cambio los ojos azules y la atracción que siente ante la joven hija de la familia que además le ofrece un amor absolutamente entregado y la posibilidad de otra manera de vivir y sentir.

Esta historia es la más hermosa de la película, las demás (la amenaza de los otros pistoleros y enemigos del protagonista) sólo apuntan la transformación del forajido en granjero pacifista. Y es tan sencilla y tan bonita la transformación que, magia del cine, te la quieres creer. Y te crees al rudo vaquero totalmente entregado a su cuáquera. Sus escenas y diálogos son de una ternura especial y una intimidad mágica.

También es especial la escena en que el pistolero trata de huir de su transformación y se va con un amigo al Saloon con sus prostitutas de cabellos dorados o morenos, viejas amigas de los forajidos; una de ellas, Lila, antigua compañera y cómplice de juego siente la transformación del fuera de la ley. Y ella se muestra triste porque sabe que ya no oirá su voz al oído. Para el vaquero, la visita al Saloon supone una despedida a la violencia y a la pelea, así que provoca la gran bronca como despedida y se lía a tortazos y destrozos del local en escena genial de viejo Oeste.

Por supuesto, no faltan aquellos secundarios carismáticos que también poblaban estas películas como Harry Carey o Bruce Cabot.

El ángel y el pistolero es otra del Oeste pero con un halo especial e íntimo. Genial también para tarde de verano melancólica que quiere terminar con una sonrisa.

                                                                                                                                                                        Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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