Diccionario cinematográfico (101)

París: Siempre nos quedará París, se susurran los amantes.

¿Cuántas escaleras tiene la torre Effiel?, pregunta la camarada Ninotchka.

¿Te crees una torre Effiel llena de fuegos artificiales?, quizá alrededor bailen Satine y el escritor bohemio.

Por la periferia me encuentro a tres amigos a los que el odio no deja vivir, ni salir de los límites del barrio.

 En el río Sena se encuentran de nuevo dos treintañeros, antes del atardecer, recordando viejos tiempos, hablando de sueños rotos.

Se cruzan con enorme barca y música tierna, donde Audrey y Grant se enamoran con muchos años de diferencia y una vida llena de intrigas.

Al final de la escapada, una joven rubia de pelo corto vende periódicos en los Campos Elíseos.

Por las calles corre un muchacho que quizá un día alcance el mar y deje de huir, son demasiados cuatrocientos golpes.

Frank y April creen que quizá la realización de sus sueños, la solución a su vida monótona y gris, se encuentren en un París lejano. Nunca llegarán…

Tampoco alcanzan el París soñado Katie y Hubbell, ellos tal como eran, se aman pero no se encuentran.

El último tango siempre suena en París. Amores rotos, hechos pedazos.

Un día volveré, dos músicos norteamericanos aman el jazz y viven en los garitos de París, sintiendo la música… que les hace felices, que les hace desgraciados. Que llevan la música en las venas.

Un americano viaja a París para empaparse de pintura impresionista. Y baila sin parar y encuentra, naturalmente, a la chica de sus sueños, a la musa, entre pasos de baile.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.