Los actores detrás de la cámara (I)

Hoy me parece interesante empezar escribir sobre todos aquellos actores que alguna vez han sentido la llamada de la cámara. Aquellos que han querido contar historias y meterse de lleno en un proyecto cinematográfico tomando el mando en la dirección. 

El tema nunca deja de estar de actualidad pronto veremos el nuevo trabajo de Robert de Niro; Gael García Bernal también quiere probar suerte tras la cámara; Mel Gibson acaba de ofrecer su última obra en las pantallas de todo el mundo… 

Muchos casi han realizado una carrera paralela y son reconocidos como directores y actores. De otros, se conoce más su labor como intérprete que detrás de la cámara. Y, por último, hay una elevada lista de actores que quisieron y quieren probar lo que es dirigir una película al menos una o dos veces en su vida. 

Como soy mujer, me gustaría también recordar a las actrices que han realizado labores de dirección. Y lo voy a hacer por una cuestión de publicidad. Sus trabajos, sobre todo antes de los noventa, han sido menos publicitados que los de sus colegas masculinos. Y, como sabemos, también hay muy buenos trabajos pero con más problemas de distribución.   De algunas actrices directoras he leído bastante información pero también, para ser honesta, he de reconocer que la mayoría de sus trabajos no han llegado a mis manos o a mis ojos. De otras, sí he tenido el gusto de seguir su trayectoria y puedo hablar de su obra con la tranquilidad de que he sido testigo de su desarrollo. Desde su nacimiento, la dirección cinematográfica ha estado más unida al universo masculino. Pero las mujeres siempre estuvimos ahí. Sus obras son más difíciles de ver y por ello son más desconocidas. También, las pioneras en el cine mudo realizaron unas filmografías interesantes pero desgraciadamente mucho de su trabajo se perdió –pero eso es otra historia o queda pendiente para otro monográfico–. 

Después de esta pequeña introducción, empiezo a sumergirme en un mundo apasionante: los actores directores. No son todos los que son pero sí facilitaré una lista que más o menos dará una idea de esta interesante área. 

Carreras paralelas

Los casos más conocidos y estudiados son los de Charles Chaplin, Orson Welles y Woody Allen –que sigue cada año ofreciéndonos sorpresas– En ellos no voy a extenderme porque de cada uno podría escribirse un libro –y porque sin duda aparecerán de una manera u otra en este blog–. Sin embargo, hay otros casos ilustres de actores que han tomado gusto por la dirección y han dejado o están dejando una filmografía muy interesante. Me centraré, de momento, en aquellos que han realizado cuatro o más películas. Ahí os dejo el primer perfil de la serie. 

Warren Beatty

Warren Beatty apareció como actor en los años sesenta. Un actor de rostro bello. Un galán de los de siempre. El joven dejó su rostro fresco en grandes películas y fue haciéndose un nombre. Alcanzó la cima en los setenta como uno de los representantes del nuevo cine americano. Y ahí mostró su inteligencia y su saber hacer. Sabía moverse en el mundo de la producción. Conocía el negocio.   Atrás quedaba su imagen de niño guapo, hermano de Shirley McLaine, para pasar a ser un joven airado con mucho que decir. Warren Beatty manejaba mucho el mundo de la imagen y la publicidad. Su inconformismo y sus amoríos con grandes estrellas del momento, alimentaban el mito. No sólo quería tener los hilos de aquellas películas en las que participaba –ejerció como productor en varios de sus triunfos personales– sino que pronto sintió la llamada de la dirección. 

De su primera etapa le recordamos en su debut en una película sobre la fugacidad del amor. Una película-poesía del gran Elia Kazan. Beatty era un joven adolescente, antes de la Depresión americana, enamorado de Natalie Wood. La sociedad y la doble moral impiden su relación cambiando la vida de ambos… dejando un pasado doloroso. Se trata de Esplendor en la hierba (1961). El joven continuó su carrera en producciones minoritarias con directores de calidad como La primavera romana de la señorita Stone (1961) de José Quintero o en Lilith (1964) de Robert Rossen. 

A partir de 1967 comienza su segunda etapa, la más conocida, en que el actor ante la caída del sistema de estudios toma las riendas de su carrera. Se convierte en protagonista de una película de culto. Warren Beatty se transforma en el productor y el actor principal de la primera película, que muchos toman como punto de partida para explicar el nuevo cine americano. Se trata de Bonnie and Clyde (1967) de Arthun Penn. La juventud se identificó con la pareja de jóvenes asaltadores de bancos de los años treinta. Supuso la consagración de Warren Beatty y el nacimiento de una nueva estrella, Faye Dunaway. Todo el mundo se puso de parte de dos asesinos-niños-alocados que toman como bandera el inconformismo y la huida de una vida aburrida y convencional. Su violenta muerte final dejó a los espectadores con un triste y nostálgico sabor de boca.  Eleva su imagen como icono de los setenta. A ello contribuyeron, entre otras películas, Shampoo (1975) de Hal Ashby en la que Beatty ejercía de productor, co-guionista y protagonista y su primera película como director, la comedia El cielo puede esperar (1978). En esta película, el cartel le presentaba con un chándal gris y unas enormes alas. La prenda en cuestión se puso a la última moda. En la primera película, recrea a un peluquero hippie que quiere prosperar en Beverly Hills y narra sus relaciones con las mujeres así como la forma de vida en este barrio. La película, finalmente, aunque pueda parecer en un primer momento comedia, narra la tristeza de unos personajes perdidos, insatisfechos, vacíos e infelices. Para el recuerdo, el rostro melancólico de Julie Christie. Una musa de aquellos tiempos y un gran amor del actor. En El cielo puede esperar, Beatty vuelve a mostrar su olfato para el éxito y crea un remake de una película de 1941, actualmente olvidada –yo os confieso que no la he visto– El difunto protesta de Alexander Hall. Al consultar distintas fuentes, me entero de que Beatty no realizó muchos cambios respecto el original –cambió la profesión de boxeador del remake por un jugador de fútbol americano en su versión–. La historia trata sobre un deportista que sufre un accidente y cuando va al cielo descubre que ha habido un error y que él no tendría que estar muerto. Al regresar a la tierra, su cuerpo ha sido incinerado y tiene que meterse en el cuerpo de un millonario… Repite protagonismo con Julie Christie y en su momento funcionó muy bien. Aunque es de esas películas en las que el tiempo ha hecho mella. En su primer trabajo como director, Beatty jugó seguro. 

Aclamado como gran director da comienzo su tercera etapa. Warren Beatty se atreve con Rojos (1981) –actualmente ha salido una edición especial en dvd–. Y digo se atreve porque demostró contando la historia del comunista norteamericano John Reed que quedaba para la memoria y la historia la Caza de Brujas en Hollywood (también aparecerá varias veces en el blog porque es un periodo duro y apasionante de la historia del cine). El actor y director puso en marcha una buena historia sobre la izquierda norteamericana recreando la historia del periodista John Reed y su compañera Louise Bryant (Diane Keaton). No sólo recibió buenas críticas sino que una gala tan conservadora, o mejor dicho tan políticamente correcta, como los Oscar otorgó el premio al mejor director a Warren Beatty. Cuando subió a recoger el premio pusieron como música de fondo…¡¡¡La Internacional!!! 

Su estrella fue decayendo entre triunfos y fracasos. El soltero de oro dejó de serlo y formó familia con una buena actriz de los noventa, Annette Bening. Se convirtió en su nueva pareja en varias películas. Warren Beatty siguió su labor tras las cámaras en una de las primeras películas que llevó el mundo del cómic hasta sus últimas consecuencias en Dick Tracy (1990). Tuvo más repercusión la campaña publicitaria que posteriormente la propia película que recreaba un mundo de viñetas. 

Su último trabajo en la dirección fue una sátira política que funcionó en círculos minoritarios, Bulworth (1998). Vuelve a alejarse de lo políticamente correcto y cuenta la historia de un senador demócrata que no está atravesando su mejor momento. Desencantado con su profesión y su vida personal decide organizar su suicidio –contrata a un asesino a sueldo–. Sin presiones, empieza a expresar en sus apariciones públicas lo que realmente piensa y…Warren Beatty vuelve a alimentar su leyenda de inconformista y rebelde.

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