Propiedad condenada (This property is condemned, 1996) de Sydney Pollack

Propiedad condenada es de esas películas que quedaron incompletas o al borde de algo grande. Contaba con todo los elementos para funcionar y, sin embargo, el logro queda diluido a lo largo del metraje que termina de manera abrupta y triste. Por ello su contemplación deja un poso de tristeza porque intuyes toda la fuerza de la historia. Todo el carisma. Deseas llegar a la culminación de la emoción y te deja al borde del abismo.

Melodrama con ambiente sureño que refleja los ambientes sentimentalmente agobiantes de un dramaturgo que me priva, Tennessee Williams. Intérpretes principales y secundarios con fuerza: unos bellísimos y especiales Natalie Wood (¡qué rostro con ángel!) y un jovencísimo y con sonrisa sin rival Robert Redford. Un Charles Bronson bruto y sexual, lástima que su personaje esté mal desarrollado en el guión (o quizá en el montaje). Un papel excelente es el de la madre lleno de fuerza, una mujer egoísta y desagradable capaz de destrozar la vida de sus dos hijas jóvenes en beneficio propio, ¡¡¡qué papel!!!, en manos de una eficaz y desconocida Kate Reid. Y la gran sorpresa, en papel lleno de posibilidades —de nuevo el guión no aprovecha al máximo las características del personaje—, una adolescente sensible —narradora nostálgica de esta triste historia— borda su difícil papel: Mary Badham, que también estuvo increíble como la niña de Matar a un ruiseñor.

Director que se iría construyendo a golpe de película y producción, aquí en una obra cinematográfica al principio de su carrera. Sydney Pollack, que además de entrar en contacto por primera vez con uno de sus actores fetiches: Robert Redford, ya va mostrando alguna de sus características como director como imprimir cierto aire de nostalgia a sus historias y ser capaz de crear buenas historias de amor.

La ambientación, el vestuario, la música… la fotografía siempre interesante de James Wong Howe… como digo todo acompañaba a melodrama de éxito. Pero quizá lo menos acertado es lo que más afecta a la historia y es su guión (firmado entre otros por el futuro gran realizador Francis Ford Coppola). Un guión con algunos aciertos pero que no logra culminar la historia, la termina de manera cortante y deja el futuro de algunos personajes sin saber cuál es su resolución. No sé si los problemas vienen además del guión, de los cortes y del montaje.

Sin embargo, no por ello es una película que desmerece. Tiene varios aciertos y varias escenas hermosas. El personaje de Natalie Wood está desarrollado dentro de toda su fragilidad y dureza, esa adolescente-mujer sensual atrapada en un pueblo ferroviario que es utilizada por su madre como reclamo sexual para su negocio (una desartalada pensión). Una mujer atrapada pero que deja volar siempre que puede su imaginación y no deja jamás de soñar. La adolescente-mujer encuentra una posible salida con la llegada de un joven forastero, Robert Redford.

El actor tiene un difícil personaje, que tampoco está del todo bien desarrollado, un forastero que llega en plena época de la Depresión con el ingrato papel de despedir a trabajadores de una localidad que gira alrededor de los trenes. Un joven duro, casi sin sentimientos —tiene una dura coraza para poder realizar ese aspecto de su trabajo sin que le caiga una gota de sudor— ni sueños que camina por la vida con exceso de realismo. El joven se siente atraído por el mundo mágico de la protagonista. No es el galán al que nos acostumbraría Redford posteriormente. El protagonista es humano, con sus luces y sombras, capaz de amar pero también de hacer mucho daño, capaz de ser tierno pero también de ser el más cruel.

En toda la película Pollack consigue dos efectos importantes que impregnan toda la narración cinematográfica: la nostalgia y la sensualidad. La nostalgia por el tono, luces y colores así como el cuidado y riqueza en la fotografía, por el punto de vista que elige para transmitirnos esta triste historia de amor (una niña con un vestido rojo y una muñeca rota camina por las vías abandonadas del tren, se encuentra con un muchacho y empieza a narrarle, de manera poética, la historia de su hermana mayor Alva), por la melodía, la música y la triste canción que se repite a lo largo del metraje. La sensualidad y el erotismo, por el calor en el ambiente, los baños en el agua, el sudor de los personajes, la propia interpretación de Natalie Wood, el jazz en algunos momentos, las miradas, el rostro de Charles Bronson…

Como digo hay varias escenas que merece la pena verse. La visita de los dos enamorados a un vagón de tren vacio, la paliza que propinan a Robert Redford o el encuentro de Wood y Redford en Nueva Orleans, reflejados ambos en una fuente… La película logra atraparte y te envuelve en un ambiente nostálgico y melancólico pero como he dicho al principio podríamos haber esperado mucho más y llegar al clímax emocional que nos deparan los buenos melodramas. Aquí nos quedamos en el camino. Nos quedamos con las ganas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

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