Su juego favorito (Man’s Favorite Sport, 1964) de Howard Hawks

Hawks era uno de los grandes. Ya lo he dicho una y mil veces. Dominó varios géneros cinematográficos. Por él soy inmortal. Por él y su Luna nueva. Pero nunca faltaron grandes comedias en su filmografía. Ahí está La comedia de la vida, la desternillante La fiera de mi niña, la maravillosa Bola de fuego, veo a Grant con peluca y una sonrisa surge en mi boca al recordar La novia era él, y lloro de la risa al pensar en ese elixir de la juventud que transforma adultos en Me siento rejuvenecer o te entra vitalidad tremenda al escuchar las canciones de la comedia sexual Los caballeros las prefieren rubias… hasta llegar a su última comedia en los sesenta llena de vitalidad y diversión: Su juego favorito.

Como en algunas de sus otras historias presenta a hombre patoso pero tierno y adorable… enamorable. Y mujer moderna, independiente, inteligente pero irreverente, irresponsable y con grandes dosis de locura… raramente atractiva que seduce en cada aparición aunque no hace más que desbaratar la vida tranquila del héroe.

Aquí nos seduce por partes iguales un atractivo y enorme Rock Hudson en papel de hombre duro en situaciones de lo más ridículas… pero sin perder ni un ápice de galante compostura. Y una olvidada pero genial comedianta Paula Prentiss que pocas oportunidades tuvo para lucirse en la gran pantalla pero que aquí realiza papel inolvidable como heroína hawksiana. Con modelito en cada escena, porque es mujer moderna, y siempre con frase ingeniosa a punto. Desbarata la vida del hombre duro… y encima se enamoran. Porque el amor con mujer alocada e imprevisible siempre va a estar lleno de sorpresas. La capacidad de sorprender es importantísima para nunca caer en la rutina.

Hawks era un rey en la screwball comedy o comedia alocada (me gusta más así). Y en los años sesenta logra una joya de este género que vivió su época dorada durante la década de los treinta. Las dosis de locura y surrealismo están presentes, las diferencias sociales también están presentes, el personaje que introduce el caos, el personaje perplejo ante el caos, los maravillosos secundarios, la guerra de sexos, las historias de amor, y los momentos inolvidables e hilarantes.

Así es difícil olvidar las apariciones de un pobre oso. A Rock Hudson con una escayola que luego le tienen que arrancar como sea. A dos mujeres vestidas elegantemente de submarinistas mondándose de risa de un hombre que no sabe montarse una tienda de campaña. Unos pantalones de pesca que se inflan y se inflan. Una barra de bar que gira y gira. Una dama que se queda roque con un somnífero y no hay manera de levantarla de la mesa. Unos besos que provocan algo similar a un tren a velocidad trepidante…

Inolvidables también esos secundarios de oro, ese mayor millonario que pasa su tiempo en la tienda de artículos de pesca y en campeonatos en lagos, el jefe del protagonista condenado a llevar un peluquín siempre descolocado y nunca con frase afortunada en la boca, la mejor amiga de la protagonista tan alocada e imprevisible como ella, el jefe indio con su filosofía de Confucio y sus tomaduras de pelo a los turistas, la novia eterna del protagonista: hermosa, sofisticada, elegante… y aburrida…

Su juego favorito es de esas películas vitales y absurdas que siempre te van a hacer reír a carcajadas… y pensar que aunque la vida es una locura, merece, a veces, la pena. Pobre al que se le cruce una Prentiss en el camino… pero lo bien que se lo va a pasar… no lo va a cambiar por nada.

Hawks sabía cómo hacer disfrutar de la vida.

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