William Holden

William Holden es un actor al que tengo gran cariño. Varias de sus interpretaciones me enamoran. Siempre estuvo ahí. Desde los años treinta hasta principios de los ochenta. Nunca fue considerado una gran estrella, pero siempre era un actor con el que se podía contar. Debido al sistema de estudios protagonizó un número elevado de películas que han pasado al olvido y en sus primeros años fue desaprovechado. Sin embargo, hubo directores que se cruzaron por su camino que le regalaron personajes inolvidables.  Para mí tiene un sitio más que destacado en el Olimpo de los actores. Es uno de los mil rostros en la oscuridad que en la pantalla dejó su rastro. Holden es un actor que no puede caer en el olvido. 

Sus inicios fueron prometedores con dos papeles de jóvenes vitales, y bellos, que auguraban una década de los cuarenta inolvidables. No fue así. Protagonizó un montón de películas de todo tipo de géneros pero no encontró su sitio. Estos dos primeros papeles, sin embargo, apuntaban su oficio como actor: Sueño dorado (1939) de Rouben Mamoulian y Sinfonía de la vida (1940) de Sam Wood. En la primera era un boxeador que encuentra este camino rápido para conseguir dinero y un nivel social pero que en realidad quiere ser violinista y en la segunda era uno de los habitantes de una pequeña ciudad de principios del siglo XX. 

Tuvo que cruzarse en su camino Billy Wilder para demostrar a los estudios y al público que Holden era un actor a tener en cuenta. Y 1950 fue el año de su renacimiento como estrella gracias a dos películas muy distintas entre sí pero grandes. Por una parte, una comedia y por otra uno de los grandes dramas de Wilder. 

¿Quién no se enamoraría del cínico e inteligente profesor que despierta la curiosidad al conocimiento a la rubia tonta del gángster? Ésa es la premisa de la sencilla pero eficaz Nacida ayer de George Cukor. Una película al servicio del gran descubrimiento del momento: Judy Holliday. Holden no queda oculto en su interpretación. Es el profesor más atractivo y sobrio del momento. Sus gafas pasaron a la historia del celuloide como elemento sexy. El actor da muestras de su saber hacer en la comedia. 

Wilder le da el papel del año, el guionista gigoló que vive una complicada relación con una estrella del pasado, del cine mudo, con cara de Gloria Swanson. Y Holden está brillante como esa víctima caradura y perdedor que no tiene la oportunidad de alcanzar el éxito y su sueño en un Hollywood dorado en la magnífica El crepúsculo de los dioses. Al contrario es engullido por la parte oscura del mundo de los sueños. 

Su carrera toma otros derroteros y así intercala drama y comedia con los mejores directores del momento y siempre junto a grandes y bellas actrices. Así Wilder le sigue dando maravillosos papeles en años sucesivos (1953 y 1954): Traidor en el infierno (que le da el oscar) en un papel oscuro como prisionero de guerra del que todos dudan o como millonario caprichoso e infantil en una de las grandes comedias románticas protagonizadas por Audrey Hepburn, me refiero a Sabrina. 

En esos mismos años protagoniza una comedia que en su momento dio mucho que hablar por los enfrentamientos del director Otto Preminger contra la censura: La luna es azul y también el melodrama que dio el oscar a Grace Kelly, La angustia de vivir. 

Sin embargo, llega el año 1955 y Holden se transforma en el galán maduro por excelencia, el hombre que hace suspirar y que vive tórridos romances con las actrices de moda del momento. Las mujeres y los hombres suspiraron en su recreación de vagamundos libre y atractivo que revoluciona una localidad americana con su única presencia: Picnic. Su sensual baile junto a Kim Novak y su torso desnudo todavía hoy provoca suspiros. 

Los estudios empiezan a colocarle entonces en melodramas tórridos para deleite de las damas, aunque algunos no salen muy amenos, como La colina del adiós o Los puentes de Toko-Ri. David Lean vuelve a darle un papel de los que hacen historia y nadie olvida su papel de héroe en la fantástica película bélica El puente sobre el río Kwai (1957). Ahora es héroe de dimensiones épicas y claro eso no pasa desapercibido por el rey del Oeste, John Ford, que le da papel protagonista en Misión de Audaces. 

Aparece en escena ese extraño y desconocido director que es Richard Quine de filmografía curiosa y da a Holden dos papeles: uno de ellos me encanta, otro me deja más fría pero no deja de ser una película extraña (como casi todas las de este director de estética especial y que se enamoró locamente de Kim Novak para la que realizó cuatro películas). Creo que ya lo he dicho alguna vez pero convendría recordar y reivindicar El mundo de Suzie Wong, un melodrama sobre los amores de un pintor maduro y bohemio y una joven prostituta china en Hong Kong. La otra es una fallida pero curiosa comedia junto a Audrey Hepburn, Encuentro en París, sobre las dificultades de un guionista para dar forma a un guión. Ambas películas son de los sesenta. Al final de esta década otro duro y violento western vuelve a ponerle en su lugar. El director Sam Peckinpah sobrecoge a todos en Grupo Salvaje y uno de los protagonistas no puede ser otro que Holden. 

Durante todos los años setenta deja su huella en películas con mejor o peor destino. Se sube al carro del cine de catástrofes o de terror y consigue grandes éxitos (ahí están El coloso en llamas o La maldición de Damián). El prestigio como actor continúa con una película que llamó la atención de la crítica, Network del eficaz Sydney Lumet y por supuesto, el gran Wilder, ahí seguía, para darle un nuevo papel en la penúltima película del realizador, Fédora. 

William Holden cautivó y cautiva…, sólo basta con acercarse a unas cuantas de sus obras. Al chico dorado con manos de boxeador y violinista, al guionista gigoló que encuentra su irónica muerte en una piscina, al duro y egoísta preso de guerra pero con mejor fondo de lo que piensan algunos compañeros, al atractivo profesor con gafas que ni una vez se ríe de la ignorancia de la alumna —es más se enamora de ella—, al maduro pintor bohemio atraído por mundos orientales…

2 comentarios en “William Holden

  1. Cuelo por aquí mi respuesta sobre Network. La vi muy por encima en mis vacaciones, le debo todavía un visionado atento en casa, pero lo poco que vi me interesó mucho. Me parece que la película logra captar la atención aunque más no sea a fuerza de tirar un horror sobre otro (algo que por ejemplo no me pasa con «Todos los hombres del presidente», que la empiezo con entusiasmo, QUIERO que me guste pero al final termino perdiendo el interés). Y William Holden está para morirse en su papel de galán maduro buscando el último soplido de juventud, me enamoré de él completamente.-
    Un beso grande, Bet.-
    PD: Ayer no me vino a la mente, pero ¿quién mejor que Hildy Johnson para conocer sobre el poder de la prensa para condenar o absolver mediáticamente a un sospechoso, no?

  2. … Sí, sí, ya viste lo que me pasó en Luna nueva, mi querida Bet… Sí, tienes razón Lumet tanto en Tarde de perros como en Network logra captar enseguida la atención y la emoción del espectador. Y eso no es tarea fácil. Todos los hombres del presidente de Pakula es una película fría y racional que disecciona una investigación periodística, algo parecido hace la más actual Spotlight.
    Sí, a mí William Holden siempre me enamora. Es un actor que me encanta.

    Beso
    Hildy

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