Un día volveré (París Blues, 1961) de Martin Ritt

De pronto te encuentras de golpe con películas olvidadas. Así ocurre con París Blues, obra plagada de asuntos interesantes. Película de principios de los sesenta, contemporánea a su época. Toca varios temas que la hacen especial.

Primero es una película más que toca la interesante relación entre cine y jazz. Aquí no sólo es pieza clave del argumento sino que además cuenta con una banda sonora creada por Duke Ellington además de la presencia impagable de Louis Armstrong (que protagoniza una estupenda escena de música, jazz, pasión y vida).

Por otra parte, la posibilidad de ver a pleno rendimiento una de las parejas cinematográficas más longevas (tanto en el celuloide como en la vida real): Paul Newman y una siempre eficaz aunque no siempre suficientemente reconocida Joanne Woodward. Y funcionan, vaya si funcionan. Martin Ritt ya lo sabía, los unió por primera vez y para siempre en El largo y cálido verano en 1958. El director durante sus primeros años trabajó en varias películas con estos actores juntos y por separado.

Paul Newman está sorprendentemente hermoso (así tengo que expresarlo) como músico bohemio en el París de los sesenta y como nos tenía acostumbrados en aquella época –donde todavía no había surgido en su totalidad su lado más pícaro– se saca de la manga y con toda tranquilidad un personaje atormentado, polémico y libre. La Woodward, borda su papel de chica norteamericana de vacaciones en París que topa con el hombre de su vida y saca toda su honestidad y sinceridad. Regala una última escena, en una estación de tren, llena de emoción.

El amigo de Paul en esta ficción es otro hermoso de la pantalla Sydney Poitier, un afroamericano que encuentra en París un estilo de vida que le encanta, donde no se siente rechazado ni humillado, que ha huido de la discriminación racial que vivía en EEUU. Sin embargo, conoce también a la amiga de la Woodward, Diahann Carroll que tiene claro que para conseguir derechos hay que seguir luchando allí donde está la discriminación. Entonces Poitier empieza a removerse y plantearse otras cosas que había dejado ocultas. Sidney ya había protagonizado interesantes películas como Un rayo de luz (brillante debú), Semilla de maldad o Fugitivos.

Otro tema que se trata en la película y que cada vez iba apareciendo más explícitamente en el mundo del cine (recordemos esa joya de 1955, El hombre del brazo de oro) es el de la dependencia a drogas como la cocaína o la heroína. Ambos, Paul y Sydney tienen a un amigo común, Gitano, artista que toca la guitarra…, y totalmente dependiente de las drogas que van minando poco a poco la salud y genialidad artística del personaje. Gitano tiene el rostro del cantautor, actor y también guitarrista Serge Regianni.

Otro punto interesante es cómo refleja el ambiente bohemio del París de los sesenta tanto en el local donde tocan los protagonistas, como las calles parisinas o los interiores de las casas de los artistas.

Desde que nos abandonó Newman estoy tratando de recopilar su filmografía tanto las obras de siempre como aquellas no tan nombradas o más complicadas de encontrar. Paris Blues merece la pena.

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